viernes, 26 de octubre de 2012

Paisajes después de la guerra



Ayer. Serían las once de la mañana o así cuando las circunstancias me llevaron a estar sentado en un banco de la Plaza del Cuadro disfrutando a pleno pulmón del espectáculo de la vida. Al parecer hay por allí cerca una academia a la que acuden multitud de adolescentes. Y a esa hora estaban justamente en el recreo de media mañana. La hora del bocadillo para entendernos. Pues bien, alrededor de cada banco había un grupúsculo de siete o diez individuos, e individuas, haciendo de las suyas. Yo me fijaba en los del banco que tenía enfrente y no paraba de flipar. La mayoría estaba sentada, pero había una pareja merodeando de aquí para allá que no paraba de magrearse de la forma más, digamos, atrevida, o sea, lo que antes se decía obscena, sin por ello atraer la menor atención. Entonces, una vez arrojados los restos u envoltorios de la colación al suelo, un par de entre los sentados sacaron de sus bolsillos el "material y métodos" ad hoc y con la misma se pusieron a liar sendos canutos. La animación se la pueden imaginar a medida que las inhalaciones cannabínicas iban progresando. Después, como por ensalmo, desaparecieron todos y se pudo comprobar que en un perímetro de dos o tres metros alrededor del banco se acumulaba una cantidad considerable de material netamente reciclable. De "paisaje después de la batalla" podríamos calificar el cuadro. Pero no fue mucho tiempo el que tuve para recrearme en la contemplación de semejante obra de arte. No habían pasado cinco minutos de la desbandada general y ya estaba allí un uniformado del servicio municipal de limpieza recogiendo las inmundicias. En fin, como para que luego digan que aquí no funcionan las cosas. Cada acción tiene su reacción inmediata. Cada porrero, su barrendero. 

Luego, de noche ya, cuando cumplía con el precepto de la cena paseada por las elegantes avenidas del barrio de Cazoña, pude darme cuenta de que esa afición a construir "instalaciones" de arte "povera" alrededor de los bancos de la vía pública está muy extendida por toda la capital de la Montaña. Supongo que ya saben que por el extremo de poniente de esas elegantes avenidas se condensa una población de la de "sangre de reyes en la palma de la mano". Pues bien, esa población, entre sus muchas y fructíferas virtudes tiene la de dominar a la perfección el arte de las instalaciones povera. Daba gusto pasear ayer noche y comprobar como, por la anormal bondad del tiempo para estas fechas, en cada banco se desarrollaba o se había desarrollado una "performance", digamos que calé, que daba o había dado como resultado una instalación povera a cual más sofisticada. Yo, la verdad, veía aquello y no podía comprender cómo nuestra autoridades municipales no han incluido ese trayecto en las rutas del autobús sighseeing. Estoy seguro que no habrá en nuestra ciudad muchas manifestaciones culturales de semejante poder evocador. 

En fin, poco a poco, sugiriendo ideas, descubriendo nuestros 
atouts y poniéndolos en valor iremos saliendo del atolladero. ¡Qué duda cabe!


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