jueves, 18 de octubre de 2012

La Complaciente



Miras ABC y allí está, en la primera, a grandes titulares, Fidel Castro está en coma, a punto de caramelo, etc., etc.. En "El Mundo" son sólo rumores que apenas merecen un lugar apartado, en páginas interiores. El País y La Vanguardia ni siquiera lo mencionan. 

Fidel Castro, el iluminado que más a punto estuvo de dar al traste con todo lo que hay y podrá haber cuando aquello de los misiles. Afortunadamente, sólo consiguió, conquistas revolucionarias mediante, dar al traste con su país. "¡No, compañero, al traste no! Nosotros decimos peligro inminente de derrumbe." 

Bueno, es de suponer que, como le pasó a Franco, algún día tendrá que palmar. Y entonces veremos lo que pasa. De nada sirve impacientarse. Pero podemos jugar a suponer. Demonio para unos, mesías para otros, en cualquier caso un mito marchitado por la prolongación biológica. Mal asunto para trascenderse más allá de la tumba o las cenizas. Aunque, ya digo, esperar para ver. 

Conquistas revolucionarias, enseñanza, sanidad para todos. Palabras, palabras y más palabras, siete horas cada discurso para disfrazar la realidad que todos conocemos. Nunca el lenguaje fue más inexacto y sin embargo, también, más seductor. Mucha gente por todo el mundo se hubiese dejado el pellejo por defender como verdaderas esas falsedades. Unas veces, las más, por ignorancia. Otras, por rencores difusos. Otras, por trasnochado romanticismo. 

Manipular con las palabras. "Fidelizar" podríamos decir como derivación semántica de Fidel y no de fe como viene siendo el caso. Fidelizar: convencer de lo que no es por medio de una refinada sucesión de deducciones de turbio origen. Bueno, el origen, ¿quién se recuerda de eso? Pienso porque existo. ¿O era porque no existo?

Curiosamente me llega ayer un artículo sobre el tema de lo más interesante. Me lo envía Jacobo. El dichoso lenguaje y las consecuencias de sus inexactitudes. Se trata del uso que se hace de la palabra predicción. Instituto de Investigación de la Universidad de Tokio para la predicción de los terremotos. Un pastón invertido en tal empresa y los terremotos siguen llegando sin avisar. La gente se cabrea y con razón. Esta confundida por el mal empleo de la palabra predicción. No puede haber un instituto para predicción de los terremotos porque es de todo punto imposible predecirlo. Habrá que decir instituto para el estudio de los terremotos y punto. Y la gente dejará de cabrearse porque sabe que se estudia lo que no se sabe lo mismo que sabe que se predice lo que se sabe. 

En fin, menudo rollo que me ha salido hoy. Pero que conste, mientras no andemos todos a la guay del lenguaje seguirán proliferando los fidelizadores que fidelizan, etc.. y dejan vacías las estanterías de los supermercados, que eso sí que es putada donde las haya. 




1 comentario:

  1. Lo de la predicción de terremotos es algo de lo que uno no sabe si llorar o reír por no hacer lo primero. Los geólogos -según me ha contado uno- saben perfectamente que no saben nada, o sea, que necesitan unos cien años de conocimiento acumulado para poder empezar a predecir terremotos. No lo dicen tan claro sencillamente porque es una verdad a la que no conviene dar demasiada publicidad, porque entonces la gente no les haría el mismo caso, no saldrían tanto en la tele ni recibirían tanta subvención como reciben.

    Como el público en general cree en la posibilidad de predicción se cabrea ante la evidencia de que el más grande terremoto de la historia moderna no es que no fuera predicho con exactitud de día u hora, es que no estaba en ninguna prospección de peligro a medio plazo. Entonces la gente se cabreó y el contra-ataque de los sismólogos fue pasarse un año entero prediciendo terremotos en todos los rincones del país, no fuera a ser que uno se les olvidara y fuera a ser precisamente ese en el que se produjera el movimiento. Finalmente la gente ha pasado del cabreo al estupor, y de este algunos al descojono, y esa afirmación perogrullesca de que no se puede hablar de predicción se produjo finalmente.

    Decía una profesora mía con respecto al cambio fonético: "Podemos predecir que si llueve aquí habrá una gotera. El problema es que no sabemos cómo predecir si va a llover o no". Pues eso.

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