sábado, 20 de octubre de 2012

El rencor



No es porque te vaya mal, ni mucho menos. Es que no te va tan bien como crees que te mereces y lo achacas a que alguien no para de hacerte la puñeta. Entonces ya tenemos ahí la máquina del rencor. Ese sentimiento o estado del alma que todo lo ofusca empezando por donde empiezan todos los grandes males individuales y sociales, es decir, la comprensión del lenguaje. 

El poseído por el rencor, en su ofuscación, no es que confunda el culo con las témporas, ni los cojones con el comer trigo, no, es que el rencoroso escuche lo que escuche siempre oirá algo que tiene que ver con lo despreciable que es ese alguien que, según su particular, y quizá obsesiva, opinión, le está impidiendo gozar de todas las delicias a las que por méritos propios tendría derecho. 

Claro, si a la ofuscación del rencor se le añade su prima hermana, la maledicencia que propicia la envidia, ya tenemos ahí un cóctel que mejor no te lo bebas porque es seguro que te incita a decir y hasta cometer las mayores tonterías. Luego, ya no queda otra que el sostenella y no enmendalla o morirse de vergüenza.

El caso es que hay épocas en las que se podría afirmar que el rencor y la envidia adquieren intensidad de epidemia. Suelen ser momentos en los que existe la evidencia incontestable de que tanto individual como colectivamente se ha venido a menos. Sí, un verdadero drama que empieza a tomar las características de la tragedia en la medida que esos individuos o colectividades son incapaces de aceptar que la causa principal de esa bajada son los méritos propios. Ese tipo de méritos que crecen como la espuma cuando el propio ombligo se convierte en el centro del mundo y los laureles el lugar ideal para dormirse. 

En fin, allá cada cual con sus componendas mentales. Personalmente hace mucho que llegué a la conclusión de que a vago no me gana ni Bartolo ni a hijo de perra el mismísimo Mabuse. Por no hablar de mis muchos méritos que, en cualquier caso nunca sobrepasarían a los de un enlace sindical del montón. Y por eso es que no paro de dar gracias a los dioses por tener todo lo que tengo y de pedir perdón a mis víctimas por toda la sangre que les saco de las yugulares. ¡Oye! ¿Hay que vivir, no?


3 comentarios:

  1. Un poquito de radio matute, un poquito de aquí no me quiero quedar callado, otro poco de que hoy la nostalgia me deshace las entrañas y el otro u los otros se hacen con la idea de lo que no es. Supongo que es cierta curiosidad malsana de meter la nariz en la vida de quien fue mucho y ahora no es nada, es cierta tristeza de la pérdida de la juventud y sobre todo el desconcierto, que no pasa con el tiempo, de haber amado durante tantos años a alguien que realmente supera en indiferencia y odio a sus semejantes al Dr. Mabuse. Le aseguro que no me voy a morir nunca de vergüenza por lo que hice en el pasado, puede que ahora esté haciendo el ridículo pero mucho mas lo hice cuando iba detrás del diablo, pero los humanos tenemos nuestras debilidades y yo la tuve y lo pague caro, lo de ahora es un juego.

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  2. El que se da a la gula disfruta con su vicio; también el vanidoso mostrando su palmito o posesiones. Después de un ataque de ira te quedas más agusto que pasado por la sauna; no digamos tras uno de lujuria. En fin, que casi todos los pecados capitales tienen su lado bueno, su parte de disfrute vicioso. Solo el rencor, o la envida, de la cual es una forma, no deja ningún disfrute a quien las sufren. Este era el argumento contra el más desagradecido de los pecados capitales que hace ya muchos años un profesor de filosofía nos trató de inculcar. Siempre me ha parecido irrefutable.

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  3. Lo siento señor nipónico pero el rencor no es un pecado capital, de un repaso a su catecismo. Según la RAE, es un resentimiento arraigado y tenaz .Como todos los sentimientos incontrolable por la razón, pero que el tiempo afortunadamente debilita y apacigua.Tampoco creo que el rencor y la envidia sean semejantes.la envidia si es un pecado capital, y está en el ámbito de los deseos, el envidioso desea los bienes que otro tiene, el rencoroso sufre porque sigue siendo víctima de quien le hirió.
    Estoy totalmente de acuerdo con Jacobo en que el rencor no deja ningún disfrute a quien lo sufre, los terapeutas se han hinchado los bolsillos intentando liberar a la gente del rencor, así de difícil es curar ese resentimiento.

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