jueves, 26 de abril de 2012

Mister Walter Lewin I presume



No sé a vosotros, pero a mí no me funciona. Llevo no sé cuanto tiempo tirándome de los pelos hacia arriba y no consigo salir del pozo. Algo debo estar haciendo mal ya que el procedimiento está testado con éxito por el Barón de Munchausen que en paz descanse. Sin duda es un problema de cálculo: el módulo, la dirección y el sentido del vector de fuerza F que aplico sobre el punto A, o sea, la punta de mis pelos, no es el adecuado. Así que, una de dos, o me pongo a estudiar mates o tengo pozo para rato que es lo último que quiero. Me voy. No puedo perder un minuto más.



miércoles, 25 de abril de 2012

Camino de Damasco



Hay unos colegios en La Provincia, por la parte donde desemboca el río Pas, que traen a mal traer a los autodenominados progresistas. Por lo visto la causa de tamañas indignaciones no es otra que la obstinación de los rectores de esos colegios en separar en las aulas, y no sé si también en los patios de recreo, a los niños de las niñas. Dado semejante atentado, dicen, contra los más elementales derechos humanos, no es de recibo que la administración pública colabore al sostenimiento de esos centros. 


Pero, como conviene decirlo todo, añadiré que esos colegios están ligados al Opus Dei, aquella que fue bestia negra de los antifranquistas y sigue siéndolo de los nostálgicos de los enemigos con pedigree. Opus Dei, ergo, niños ricos, continúan con su argumentario de piloto automático los debidamente indignados. Así que, vulneración de derechos elementales, niños ricos y enemigo con pedigrí, ¿qué más se necesita para retirar desde ya la subvención?


Bien, por si todo el mundo no lo sabe se lo digo yo: los progresistas son gente que se mueve por principios, sus irrenunciables, o inquebrantables, principios. Lo demás, cuestiones prácticas y demás, pelillos a la mar. Y quizá sea en esta nada despreciable sutileza donde los progresistas se distinguen de otras gentes, opusdeistas por ejemplo, que también tienen inquebrantables principios que en ningún caso pueden desligar de las cuestiones prácticas cual serían, en el caso de los colegios, el rendimiento escolar y otras cuantas cosas como, un suponer, la afición a hacer botellón y porquerías por el estilo. 


¿Han visto ustedes, por cierto, en los medios afines al progresismo alguna noticia relativa al rendimiento escolar en esos denostados colegios? Yo no. Y, luego, ¿por qué van a ser más dignos de ser subvencionados los principios de los progresistas que los de los opusdeistas? ¿Han por ventura los progresistas inventado algún aparato de medida con el que se pueda certificar que sus principios son superiores a los de los conservadores? 


En fin, supongo que ya más de uno de mis improbables lectores me estará tachando de facha. Está en su derecho. Como lo está de llevar a sus hijos a un colegio de educación compartida. O de machacársela con un martillo pilón si es su deseo. Pero, por favor, trate usted de mejorar esa hemiplejia moral que le tiene atontolinao. ¡Distinga, hombre, entre sus preferencias y lo mejor para cada cual! Es muy sencillo: sólo hay que caerse del caballo camino de Damasco para distinguir entre certeza y conjetura.  





martes, 24 de abril de 2012

Dulce tristura


La melancolía es una dulce tristura. Así la definía un autor mejicano cuyo nombre no recuerdo en un libro sobre los sentimientos. Dulce tristura: se me quedó gravado para siempre. Un sentimiento, por así decirlo, esquizofrenizante. Placer y sufrimiento en el mismo plato. 


El caso es que hay que ver cómo gusta ese condimento. Como el agridulce de la cocina china. También eso tan guarro que llaman disciplina inglesa: el inaudito goce por los latigazos recibidos de manos de una estricta gobernanta. Cosas, en fin, de la condición humana para las que ni siquiera un psicoanalista bonaerense podría encontrar explicación, aunque, eso sí, callado no se iba a quedar. 


Dulzura por lo que fuimos, tristeza por la que ya no somos. Ahí tienen el columpio en el que se mece media Europa. Francia, España, Inglaterra, Portugal, Italia, Grecia. Unos en mayor medida que otros, pero todos con similar parálisis. El horrible precio a pagar por haber venido a menos. Todo el día oyendo a mamá contar historias de cuando los abuelos. Aquellos sí que fueron buenos tiempos. 


Lo malo es que la melancolía es un mal que cuando pica no se encuentra remedio en la botica. Lo mismo que el amor. Porque, en realidad, si bien se mira, la melancolía no es otra cosa que amor al propio ombligo. Ese ombligo que te modelaron los papás, los abuelitos y las tías solteras. El principito de la casa. ¿Qué quieres monín? Pide por esa boca. 


Me vienen a las mientes estas reflexiones a propósito de todo ese agobio informativo sobre las elecciones que están teniendo lugar en Francia. Francia que fue, pero ya no es. No vende y como quiere seguir viviendo como cuando vendía se le acumulan las deudas. Deudas, por supuesto, contraídas con los nuevos ricos. Los parvenus como dicen ellos con esos juegos del lenguaje para los que no tienen rival. O sea, deudas y parvenus, pagar las unas, poner a parir a los otros. ¿Cuál escogemos? Bien, de momento gana por goleada la segunda opción. Es la que han preferido todos los candidatos sin excepción. ¡Faltaría más! A los niños de papá no se les va a llevar ningún sacauntos: en eso han consistido los programas de todos los partidos. 


Efectivamente es una mala herencia la que reciben los que tuvieron abuelos ricos y padres ajustadillos.      Sí, suelen heredar un podrido capital de rencores y envidias hacia los que son como suponen que fueron sus abuelos, excepción hecha, claro está de "la clase", ese intangible que conservamos intacto.  
Un consuelo del que no nos cansamos de echar mano para no hundirnos cuando nos toca compararnos. ¡Los putos americanos! Unos zafios, incultos, que si no fuese por lo que es no les volvíamos a besar el culo en la vida. Bueno, ahora les empieza a tocar el turno a los chinos. Y, pour quoi pas, a los alemanes. Porque los alemanes nunca tuvieron un imperio. Nunca fueron nada. Y ahora nos quieren dar lecciones sobre cómo cuadrar las cuentas. ¡Son unos nazis! 


Así va el mundo, impulsado por la euforia de los que suben y frenado por la melancolía de los que descienden. Por eso supongo que será que siempre gira a la misma velocidad. 











lunes, 23 de abril de 2012

Les petits


No sé si se habrán enterado, pero me temo que sí: los franceses andan de nuevo en trance de tomar La Bastilla. Les capitanea un tal Hollande, especialista él en aplicaciones de morfina sobre las heridas de los asaltantes. Los asaltantes o, por decirlo a lo La Bruyere, los petits


La Bruyere fue un fino intelectual francés de la segunda mitad del siglo XVII. Su obra más conocida es "Los Caracteres" que está inspirada en su homónima del griego Teofrasto. La Bruyere tradujo la obra de Teofrasto y luego pensó que, ya puestos, porque no hacer una de producción propia sobre el mismo tema. Y, les puedo asegurar que tanto la del griego como la del francés no tienen desperdicio. Una vez leídas puedes estar seguro de haber recorrido todas las posibilidades de formas de ser  y comportamientos del ser humano. 


Puntualiza La Bruyere: Les petits sont quelquefois chargés de mille vertus inutiles; ils n´ont pas de quoi les mettre en oeuvre.


Y ahí es donde está el punto y la razón de esta barbarie, que el Sr. Hollande y, en mayor o menor medida, todos los que se dedican al oficio del embaucamiento, no hacen otra cosa que suministrar morfina a los petits para que no caigan en la cuenta de que las cuatro cosucas que saben hacer no sirven absolutamente para nada a efectos de economía rentable. Saben poner ladrillos, servir copas, hacer una paella, conducir un quad por el monte, tocar una ranchera con la guitarra, resolver un crucigrama... bueno, bueno, la lista podría ser interminable y estaríamos en las mismas: no sirve absolutamente para nada a efectos de financiar una sanidad y educación públicas. Por no hablar de vacaciones en Tailandia y demás prebendas a las que los petits creen tener derecho por razones de pertenencia a una comunidad superior. 


El caso es ese, que lo mismo Francia que España y tantos otros países, van de culo y cuesta abajo porque están llenos de petits a los que nadie tiene el valor de decirles lo que son, o sea, unos perfectos inútiles. Se lo digo yo que, aunque sé hacer unas cuantas cosillas, me reconozco como tal a todos los efectos prácticos.


Y para más inri La Bolsa no deja de bajar.   







domingo, 22 de abril de 2012

Cultura a secas


Andaba ayer distrayéndome con un somero surfeo por la red cuando de pronto voy y veo un artículo sobre Leonard Cohen. Bueno, qué decir de él si todos ustedes le conocen seguramente mejor que yo: esa voz por el lado más grave de la tesitura que desgrana bellos textos sin perder la compostura. Uno más de entre las miríadas de judíos trascendentes. Pero no era su arte sin fronteras lo que daba enjundia a el artículo. Era algo mucho más universal, las flaquezas de la condición humana que llevan, incluso a los más avisados de los mortales, a tropezar en piedras señaladas hasta la saciedad por el saber popular. En este caso: no metas la polla en donde sacas la olla. Pues bien, el bueno del Leonard se lió con su manager, de resultas de lo cual quedó más pelado que el gallo de Morón. Y así fue que ya de muy viejo, setenta y cuatro años, se tuviese que ir de gira por no verse viviendo debajo de un puente. Y todo ello con el agravante de que la manager le seguía dando la vara día y noche por todos los medios que la tecnología pone al alcance de las malvadas: le mandaba sin cesar mensajes en los que se aseguraba que Leonard la tenía muy pequeñita, casi inexistente. ¡Qué cosas! En fin, que parece ser que han sido precisos los tribunales para parar a la despechada. 


Pero no es por esas menudencias por las que se lo traigo a colación. No. Es que me hizo mucha ilusión saber que Leonard tiene una guitarra igual que la mía, comprada en la pequeña tienda de los Hermanos Conde, herederos de Esteso, en la calle Gravina, justo al lado de la plaza de Chueca. 


Yo supe de esa tienda y sus guitarras por las malas compañías que frecuentaba en Salamanca. Así que un día, cogí, agarré, y me fui allí a agenciarme una. Ciento sesenta mil del ala. El sueldo de un mes y algo más. Y, a decir verdad, casi el único dinero que no he tirado en mi vida. Porque es que desde aquel día somos inseparables. Siempre la tengo a mano para darle un manoseo. Nunca me falla. 

sábado, 21 de abril de 2012

Con el cuevanuco atrás.


Ellos le dicen cultura. Concretamente, "nuestra cultura". Una cosa, así, como para andar por casa, que ya se sabe que como en casa de uno no se está en ningún sitio. 


Cuando era niño solía ver aparcados en el pasillo de la entrada, entre el despacho y la sala de espera, un par de cuévanos-cuna como el que lleva ese cielo de niña, de nombre Yanire, la princesa de la casa que acaba de cumplir dos añitos. Mis hermanos y yo pasábamos por allí cuando veníamos de nuestros juegos y lo que más nos impresionaba era el olor a boñiga que todo lo invadía. Afortunadamente, entre aquel pasillo y el resto de la casa había una bonita puerta batiente con cristales de colores que impedía, al menos en parte, la difusión del perfume. 


Yo no sé si los papás de Yanire en su afán de preservar "nuestra cultura" en su más genuino sentido habrán sabido embadurnar convenientemente los atavíos de la niña con el correspondiente olor, porque, de no ser así, se lo digo, ni cultura ni leches, simple mixtificación para gente con tragaderas. 


Efectivamente, viendo a Yanire me recuerdo de aquellas fornidas mujeres que se las arreglaban como mejor podían para llevar  a sus bebés al médico. Bajaban desde sus cabañas de las cabeceras por trochas impracticables con todo aquel peso a las espaldas. Era una forma de vida primitiva, producto mayormente de la desidia. Por no querer esforzarse con la mente como cada día hacía más gente de su entorno se veían abocados a esforzarse con el cuerpo hasta límites sobrehumanos. 


Una metáfora como tantas otras de la vida en general. Lo que te ahorras en duelos te lo gastas en quebrantos. Si no cultivas la cabeza necesitarás pies y brazos amén de anchas espaldas para soportar latigazos que es, o sea, lo que vienen a exaltar todas las "nuestras culturas" del mundo. La esclavitud, mayormente. 


viernes, 20 de abril de 2012

Una gran nube mental



Pues dirán lo que quieran, pero no debe de ser tanta la que está cayendo, perdón JP, si las autoridades regionales se han visto obligadas a reabrir la estación invernal de Alto Campoo por la presión de los usuarios. Así que, pese a quien pese, ni está saltando por los aires el estado del bienestar ni Cristo que lo fundó. Porque, qué mejor muestra de bienestar que el que la gente ande preocupada e incluso irritada, porque le ponen pegas para gastarse un pastón en deslices por la blanca y helada sábana de las alturas. etc., etc.


Menciono lo de saltar por los aires porque es lo que ha dicho una dirigente socialista de aquí, la provincia. Ya se sabe, puestos a disparar por qué no hacerlo con balas dum-dum que son más efectivas. Además es lo que hacen todos, o sea, que es lo que se lleva. 


Les seré franco, para mí si algo está cayendo es el maná de las generaciones futuras. Porque no es otra cosa este ataque de sensatez que por lo que sea les ha entrado a nuestros políticos con mando en plaza. Se ve que se lo han pensado y han concluido que no se puede seguir cargando sobre las espaldas de nuestros descendientes el coste de nuestros caprichos. De ahora en adelante, han dicho, sólo nos vamos a permitir lo que nos podamos pagar. Eso es todo.  


En resumen, y por decirlo con maneras de poeta, una gran nube mental está descargando su rayo sosegado y el equilibrio entre opiniones e instituciones...


jueves, 19 de abril de 2012

El rey de la selva



Estaba yo disfrutando la ingestión de unas albóndigas a la jardinera cuando va y aparece en pantalla el Rey y con gesto muy compungido dice que lo siente mucho, que se ha equivocado y que no lo volverá hacer.  


Algunos se creerán que con esto ya consiguieron su particular Santa Gadea. ¡Bien por los herederos de la pata del Cid! Aunque en realidad si de alguien es este triunfo es de Walt Disney. ¡Por Dios, un Rey que va por ahí matando animales! Pero si son igual que nosotros. No los reyes, los animales. 


Bien, no es por llevar la contraria pero a mí los animales me parecen animales. Y por eso es que ayer comía albóndigas hechas con carne de ternera y cerdo sin sentir otra cosa que satisfacción. 


No se lo voy a ocultar, a mí ver al Rey disculpándose me produjo un sentimiento entre la pena y el asco. Un Rey de cacería por África en compañía de millonarios, pero, por Dios, ¿que hay de raro o malo en eso? Bueno, lo único que me consuela es pensar en aquello que dijo el clásico, que muchas veces los sabios tienen que equivocarse para que los necios no revienten. Porque en mi opinión el rey se ha equivocado, claro está, pero no por ir de cacería sino por haber pedido que le perdonen la vida. Un rey por definición, nunca hace eso. Y cuando lo hace ya puede ir preparando el cuello porque acaba de dar permiso al populacho para montar la guillotina. 


El trasfondo, tal y como lo veo, de este desgraciado asunto es que en este país la inmensa mayoría de la gente todavía no sabe distinguir entre lo que a ellos les gusta y lo que está bien o mal. Si no les gusta es que está mal y se acabó. También lo que pueden y no pueden. Si no pueden hacer algo, ese algo es una chorrada y ya me quedo tranquilo. Y eso por no hablar de aquel famoso, "del rey abajo, ninguno", que todos dieron en interpretar a beneficio de inventario. Ignorancia en definitiva. Esa perversa enfermedad del espíritu que lleva a interpretar como buen juicio y dignidad lo que no es más que pura y cochina envidia. 


Pues sí, visto lo visto, ahora sí que estoy convencido de que no necesitamos para nada a este Rey. Mucho mejor un Gran Dictador para que nos meta en cintura a los que, entre otras cosas, pensamos que donde mejor están los animales es en la cazuela. 

miércoles, 18 de abril de 2012

Agasajo postinero II



Yo diría que todo está más tranquilo y limpio. Como un punto más europeo. Claro que lo de Angelines, donde me alojo, está en Argüelles, un barrio tirando a burgués de toda la vida. 


Lo primero que me llamó la atención nada más llegar es que en el metro apenas iban emigrantes, sobre todo faltaban los sudamericanos que otrora fueran clara mayoría. Quizá sea que en tiempos de apretura hasta en metro se ahorra, pero seguramente es simple y llanamente que se han ido a sus países.  Conjeturas en cualquier caso. 


Por la mañana pasé por Sol. Juraría que más de la mitad del personal que se demoraba por allí llevaba chaleco reflectante con leyenda de "se compra oro". ¿Cómo puede ser que el negocio dé para tanto? Porque, si no miles, cientos sí que eran, perdiéndose en su agitación por Arenal hacia bajo hasta llegar a Opera. Por lo demás, no me pareció que hubiese muchos turistas. Más bien ciudadanos del este pacíficamente sentados en el estrecho petril de la fuente central. 


Decidí comer en Argos, un bar que hay al lado de lo de Angelines. Por el nombre más que nada. Argos, de allí salió la expedición que fue a por el Vellocino de Oro. Y, luego, a conquistar Troya. Por no hablar de las tragedias consumadas en el baño de los de su casa real que a tres mil años vista todavía dan qué hablar y no poco. En fin, Argos, espacioso, limpio, con mantelitos blancos de algodón y grandes ventanales a la calle. Me atendió una caribeña de mediana edad y con muchas ganas de agradar. Apenas me había sentado y ya tenía allí una tapa de pescado en adobo que miré con cierta aprensión pero que acabé comiendo con no poco gusto. Y la caribeña siempre que me atendía aprovechaba para deslizar una ligera presión sobre mi brazo. Como para confortarme y darme seguridad. O yo qué sé, porque hoy en día y por estos pagos no son muy frecuentes esos alardes de confianza. Y todo por diez euros, café incluido. 


Después de lo de Argos y un fallido amago de siesta decidí concederme una de nostalgia. Tiré por el antiguo trazado de "el pepe" hacia la ciudad universitaria. "El pepe", por si no lo saben, era el tranvía que llevaba a los universitarios desde Moncloa a las diversas facultades. Contaban, sin yo me lo creyese, que al pasar sobre el puente que salva la entrada en Madrid por el lado de Cristo Rey, los estudiantes, en un alarde de estulticia juvenil, le hacían balancearse con gran peligro de acabar la gracia en tragedia. Cosas,en cualquier caso, propias de la juventud que no fornica, ni poco ni nada, cual era por aquel entonces el caso. Bien, pues excepto que ahora en vez de tranvía hay carril bici, todo lo demás me pareció seguir igual. Un poco más deteriorados los edificios del campus, pero en general limpio, con algunos estudiantes sobre el césped, y con la estatua del traspaso de la antorcha como nunca debiera haber dejado de estar. Me pareció evidente que han echado de allí a los izquierdistas que tienen por misión ponerlo todo hecho una mierda. Apenas quedaban los vestigios de unas miserables pintadas en los zócalos de la facultad de medicina. Bueno, dí unas vueltas por allí y no sentí nada especial. El hecho de haber sido hace muchos años más o menos lo que eran todos aquellos chavales que andaban por allí no me decía nada. Decidí regresar para acudir a la cita vespertina con la familia. 


Pagada ya la visita familiar, me tiré a la calle con el ánimo sosegado y el cuerpo, por así decirlo, sandunguero. Había  algo raro en el ambiente. No tardé en percatarme de lo que estaba sucediendo: un partido de fútbol muy postinero se estaba jugando en algún sitio. Los bares, curiosamente, estaban medio vacíos, pero las motos de las pizzerías iban que echaban chispas. Me metí en un restaurante chino a tomar algo. Una atención exquisita en un ambiente muy cool. Sin duda se lleva lo cool en Madrid. Y todo por diez euros. 


Por los los bulevares hacia Bilbao apenas había tráfico salvedad hecha de los chicos de las pizzerías que parecían competir en prisas con los camiones de los cartoneros. Cientos de taxis permanecían varados en sus paradas habituales. Poca gente paseaba. Me metí por Fuencarral para ir a la Gran Vía. Poco a poco se incrementaba el bullicio. Al llegar a la Red de San Luis lamenté que no existiese un repelente antipatibulario. Porque eran a cientos los que se me aproximaban ofreciéndome chicas guapas a precios reducidos. Me pregunté si es que yo tendré aspecto de putero. Pero no creo que ese sea el caso, más bien es que cualquiera que vaya sólo y con aires de poca urgencia es considerado posible presa con la que todo hay que intentar. Muchas gracias, muchas gracias, les decía para sacármelos de encima, mientras desde las esquinas algunas chicas monas me lanzaban sonrisas que no venían a cuento. Por la parte que baja ya hacia la Plaza de España un grupo de jóvenes americanos montaba mucha bulla en la terraza de un "100 montaditos". Eso era todo por allí a pesar de ser la noche bastante tibia. 


Por Princesa, ya, ni siquiera en el "100 montaditos" de la Plaza María Micaela había un alma. Madre mía, si en aquel mismo sitio hace apenas un año no se podía pasar de los jóvenes que había en las aceras y lo pegadizo que estaba el suelo por la grasa regalimada de los dichosos montaditos. Sí, no es una mera impresión ni una pretenciosa conjetura. Es un hecho cierto que en Madrid la gente sale mucho menos. Como si fuese Europa o así.  


En fin, por decir algo. 








  

martes, 17 de abril de 2012

Un agasajo postinero




Salir de los túneles de Guadarrama y ver en lontananza las torres de Chamartín es algo que me levanta el espíritu. Sí, no me importa confesarlo, venir a Madrid es de las cosas que me animan a seguir viviendo. Claro, no puedo saber lo que vendría a pensar después de seis meses de continua estancia aquí, pero me atrevo a aventurarlo: seguiría en la onda.


Llegué puntual, tome el metro y al poco ya estaba en la pensión. Angelines me recibió como si me conociese de toda la vida. Y cuando vio mi carné se puso como unas castañuelas porque resulta que ella también nació un siete de julio, pero del sesenta, me remarcó varias veces como dando a entender que era demasiada la diferencia de edad como para que me hiciese ilusiones. Fuese la coincidencia citada o su natural simpatía, el caso es que nos estuvimos poniendo al corriente sobre las parte menos comprometidas de nuestras biografías. Ella es del Aliste, de un pueblo cerca de Alcañiz. Y bueno, cosas así que no hacen ahora al caso, si no es para señalar lo fácil que es pegar la hebra con cualquiera en esta ciudad sin propietarios de toda la vida.


Encontré a la familia en forma. Sin duda somos de una estirpe de conversadores natos. Siempre se nos van las horas sin que decaiga el interés. Estamos en el mundo, seguimos sus devaneos y nos gusta desmenuzarlos. Eran ya las diez o así cuando me despedí con el ánimo bien dispuesto para ir por ahí a echar una ojeada. De entrada me metí en un Vips y pedí una hamburguesa. Ni que decir tiene que estaba deliciosa. Y, mientras la engullía, observaba al personal y escuchaba conversaciones. Todo el mundo parecía ajeno a la matraca que daban las pantallas con lo de Argentina y Repsol. Los chicos de al lado con sus ipads a mano lo mismo hablaban de California que de Bali que de los bonos a diez años que del equipo de fútbol en que al parecer jugaban. El camarero cubano me trató como para que volviese al día siguiente. Ambiente cool y medianamente distinguido, en definitiva.


Después de embaular una hamburguesa, aunque fuese la más pequeña de las que ofrecían, no era cosa de meterse en la cama, así que tiré Princesa abajo a la búsqueda de sensaciones. No había caminado mucho cuando se me acercó un señor medio enano, y víctima a todas luces del síndrome de Froelich, y me alargo un pasquín:


MOUSTACHE´S 

Disfrute tomando una copa, 

servida por las más bellas señoritas. 

Ambiente selecto


Para otro día que esté menos cansado me dije y seguí hacia delante. Apenas había gente por la calle. Y muy poco tráfico. Quizá fuese por ser lunes, pero también por lo que ya saben. A mí izquierda la masa arbórea del palacio de Liria parecía fantasmal. Llegué a la Plaza de España y me paré a contemplar. La vista que desde allí se tiene de la Gran Vía es grandiosa. Y mucho más ahora que los edificios no están iluminados artificialmente. Tuve la sensación de haber vuelto a mis mocedades, cuando estudiante, que recorría incesante todos esos escenarios con el afán secreto de desasnarme. En fin, hubiese tirado Gran Vía arriba y luego sabe Dios donde, pero la biología no engaña y ya hacía rato que me estaba pidiendo prudencia. Decidí retirarme.


Sí, hay algo ahora en el ambiente de esta ciudad que me recuerda a los años sesenta. Aunque quizá sólo sea una primera impresión. Y al fin y al cabo, ya digo, ayer era lunes.

lunes, 16 de abril de 2012

Que lo sepan


Apenas llevo siete meses por aquí y ya me crujen todas las cuadernas. El año pasado también lo intenté y a duras penas resistí cuatro meses. Cuando llegué a Alar de regreso, mi vecino Rafa me dijo: si esperas una semana más ya no lo cuentas. Tan deteriorado estaba. 


Bueno, hablar de uno es lo menos elegante que se puede hacer. Es, incluso asqueroso, pero a veces está uno tan obligado que no queda más remedio que acogerse a ese remedo de consuelo. Y es que llevo un mes que no levanto cabeza y haga lo que haga para distraer dolores todo es en vano: mis pensamientos siempre vuelan hacia Castilla. Allí los horizontes son lejanos, pero se ven nítidos. El aire es limpio y seco. Agarro la bicicleta y me voy a galopar por entre los trigales verdes como en una canción de Antonio Molina. Y me olvido de que soy mortal.


Ya sé que para muchos está, mi inconstancia territorial, es locura. Pero es porque no saben. Yo soy un rey medieval que no tiene corte fija. Un soñador que no sueña en vano. Lo que quiero lo persigo aunque   pague grandes precios por ello. Porque es que, lo siento pero no puedo sosegar si me alimento de todos esos sucedáneos que el mercado pone al alcance de cualquiera. No, yo no soy cualquiera. Que lo sepan.

domingo, 15 de abril de 2012

Elogio de la mosca


Escribe hoy Sostres, en su blog "Guantanamo" de El Mundo, una encendida defensa del derecho del Rey a irse a donde le dé la gana a cazar elefantes. Es más, sostiene que no sólo es un derecho sino casi una obligación. Bien, ya saben que Luciano de Samosata hizo el elogio de ese nauseabundo animal que es la mosca y le quedo tan bien que dos mil años no han bastado para empañar su prestigio. El de Luciano, no el de la mosca. 


El caso es que el Rey se ha caído mientras cazaba elefantes y se ha roto la cadera. Justo, ahora, cuando menos se necesitaba una cosa así. ¡Qué mala suerte! Aunque bueno, tampoco es para tanto porque, al fin y al cabo, ¿qué pinta el Rey? Desapareciera del mapa y ni un pelo se le movería a la prima de riesgo. Pero claro, ya sabemos que si alguien tiene los pies en el suelo son los mercados. Por así decirlo, su reino es de este mundo y el de el Rey del otro, o sea, del de la fantasía, lo simbólico o como quieran llamarlo. Algo importante sin duda, pero no tanto como para que no se pueda retocar con maquillaje para que se conserve bonito. 


Porque ahí está el quid de la cuestión, que lo simbólico tiene que lucir lindo para cumplir su función que no es otra que ayudar a frenar las desordenadas pasiones del populacho. Y por eso, aquí y ahora, en estas horas de tribulación, conviene que nos preguntemos como luce el símbolo real que encarna Juan Carlos. ¿Ha sido útil? ¿Sigue siéndolo? 


La verdad, no tengo ni idea. En principio las cosas no parece que hayan ido mal desde que reina sin mando en plaza. ¿Hubiesen podido ir mejor con un Jefe de Estado electo? No es posible saberlo ni me importa un bledo. Y lo único que quiero es que estas cuestiones baladís no se engorden artificialmente hasta convertirlas en problemas reales de los que inciden sobre los mercados. 


Por lo demás, reconozco que como persona el tal Juan Carlos me parece bastante chorra. Pero también sé que esa forma de ser es esencial para sintonizar con las clases populares. Que le gusten las motos y la caza en vez de los pianos y la biología a buen seguro que le proporciona pingües réditos. Y, luego, más réditos todavía, que los que le atacan con saña sean los comunistas, nacionalistas y así, o sea, los que más tendrían que callar dadas las trayectorias de sus dirigentes históricos que más que de reyes recibieron tratamiento de dioses. 


En fin, lamento haberme extendido sobre un tema que me interesa tan poco, casi lo mismo que las motos y la caza. Pero bueno, porque uno esté muy cultivado no quiere decir que sea tan de piedra que no me afecten los alardes de la nada que se organizan cada vez que un símbolo es pillado sin maquillaje.  O sea, recién levantado de la cama.     

sábado, 14 de abril de 2012

El mejor amigo un enemigo


La cosa no tiene solución. Siempre ha sido así y siempre lo será. Es un cemento podrido, pero todo lo que toca lo funde en una masa homogénea que no admite marcha atrás. Es decir, que no hay operación física ni química que sea capaz de volver a aislar los elementos fusionados. 


Ese cemento se llama enemigo. Ya lo dijo Nosequién, dadme un enemigo y construiré una nación. Así de sencillo. Se lo digo yo que he vivido en el País Vasco y Cataluña y, por tanto, tengo sobrado derecho a exhibir experiencia en el asunto de marras. Era tanta la insistencia con la que aquellas buenas gentes citaban al enemigo, por tierra, mar y aire, que no podías sino llegar a la conclusión de que les resultaba de todo punto imposible prescindir de él so pena de padecer un dolor mil veces más agudo del que se siente cuando se pierde a un amigo muy querido. 


Ya les digo, es un cemento podrido que sólo fragua en las sociedades podridas. Sociedades acostumbradas a vivir de privilegios, o de recursos naturales, o de cualquier cosa, en fin, que no sea ese capital humano que surge del estudio o esfuerzo en general. Sociedades que, como se han acostumbrado a vivir opíparamente sin haber hecho demasiado para merecerlo, dan en creer que todo ello es debido a su condición superior. Y, entonces, hablan y hablan, con un aplomo, o seguridad en si mismos, que si no supiésemos que son argentinos pensaríamos que está hablando el mismísimo Dios. 


Y aquí es a donde quería llegar yo, a los argentinos. Hace unos cuantos años estaban fatal y pensaron que podían salir del paso señalando a un enemigo y yendo a por él. Se equivocaron. El enemigo les dio para el pelo. ¡Pues buenos son los ingleses! La Isla del Tesoro se defiende al precio que haga falta pagar. ¡Faltaría más! Los argentinos quedaron maltrechos y en un arranque de dignidad echaron a los felones que les gobernaban. Pero como no tienen solución los sustituyeron por un tipo estrafalario, experto, ¡cómo no!, en frases lapidarias: "estamos mal, pero vamos bien", sentenció al tiempo que condenaba a sus conciudadanos al tormento del "corralito". Bien, entre unas cosas y otras y después de muchas   y lastimosas vicisitudes la cosa mejoró algo, sobre todo debido al aumento de la demanda mundial de soja. Argentina, que tiene mucho terreno, se dedicó al monocultivo de la soja y tuvo pingües ingresos, pero no sin crear los graves problemas sociales que siempre se asocian a las economías monotemáticas. ¡Que nos lo digan a nosotros con lo de la burbuja inmobiliaria! 


Ahora, de nuevo, a Argentina le crecen los enanos. La soja no da para pagar tanta afición a aparentar más de lo que se es. Una afición, todo hay que decirlo, que seguramente les viene por herencia directa de sus ancestros españoles e italianos. Pero eso no hace al caso porque tiempo de sobra y medios tuvieron para corregirse. Y no quisieron o no pudieron. Y así llevan años sumergiéndose en el pozo de la decadencia de la mano del peronismo, un fascismo puro y duro recubierto de palabrería izquierdista. ¡Pobrecillos! Se ahogan. Necesitan la mano amiga que les salve, es decir un enemigo. Han vuelto a ensayar con los ingleses, pero estos les han dicho que pintan bastos, así que mejor volver la mirada hacia alguien que ande pachucho. España, por ejemplo, que además, por haber sido antaño su metrópolis está a huevo para poder acusarla de querer volver a serlo. No en vano España es el mayor inversor extranjero en Argentina. Y en esas estamos, fabricando al enemigo neocolonialista que actúe como cemento fusionador de las más diversas voluntades. Una patria, una nación en peligro. ¡A por ellos! Y se volverán a estrellar. 


Ya digo, son como niños, pero nos están haciendo la puñeta.  Porque nosotros, los españoles en general, todavía no estamos tan podridos como para que nos cohesione un cemento tan asqueroso. 

viernes, 13 de abril de 2012

En la buena dirección


Consuela comprobar que, aunque las cosas no estén para tirar cohetes, nuestras autoridades tienen cogido el timón con fuerza para que vayamos en la buena dirección. Han sido muchos años de zozobra, pero ni hay crisis que no toque fondo, ni toque de fondo que no rebote. Son las leyes de la física: vectores de fuerza contrapuestos, cuando unos se agotan otros predominan.


Todo empieza a encaminarse, aquí, entre nosotros los cántabros. Los signos positivos gotean incesantes como el orujo en la alquitara. Un día esto, al siguiente lo otro. Y tampoco es raro que se amontonen en una misma jornada. Ayer, por ejemplo, nos dejó varias buenas noticias.


Que lo sepan, que ya hemos conseguido vender las instalaciones de la fallida fábrica de fribroyeso en Orejo. La han comprado unos alemanes por menos de la cuarta parte de lo que nos costó, pero menos da una piedra. Ya digo, hay que tener en cuenta que estamos en fase de rebote y recuperar, así, de una tacada, un cuarto de lo perdido no es moco de pavo. Y más contando con la promesa de los alemanes de que dentro de un año pondrán la fábrica en marcha dando empleo a sesenta personas, un cuarto también de las que en un principio se pensaba. Un cuarto. En el futuro nos tendremos que acostumbrar a esa escala. A ser un cuarto de lo que éramos. No está mal como referencia para tomar impulso.


También tuvimos ayer un gran alivio al saber que en adelante "la anchoa de Cantabria tendrá un sello de calidad controlada". ¿Se dan cuenta de lo que eso supone? El esfuerzo que habrán tenido que hacer nuestras autoridades para llegar a semejante malabarismo semántico. Porque una calidad, il va de soi, no puede ser tal si no es controlada por la parte contratante de la primera parte, es decir, unos cuantos coleguillas colocados a tal efecto.


Bueno, la pena fue que, debido al mal tiempo, ayer no se pudiera celebrar el mercado medieval en Cartes. Ese invento que tanto está ayudando a estimular las economías locales. Afortunadamente sabemos que desde Rebolledillo de los Peñascales hasta  Villagonzalo de las Rastrojeras, pasando por Liérganes y Santillana del Mar, no queda pueblo en la Nación en el que gracias al ingenio de sus municipes no se haya puesto en marcha ese tinglado tan lucrativo. Una prueba más, en cualquier caso, de la firme determinación que nos impulsa hacia un claro amanecer con las montañas nevadas al fondo. 


La verdad, se lo digo, estoy muy esperanzado. 

jueves, 12 de abril de 2012

Las pequeñas preferencias


Doble café, corto de agua, con una gota de leche fría. ¡Leches, vive Dios que sabe usted bien lo que quiere!


Nos decía el padre de un querido amigo de juventud que la experiencia es como el crédito: cuando la tienes ya no sirve para nada. El crédito lo tienes cuando eres rico y la experiencia cuando eres viejo. La experiencia que, como les decía ayer, se adquiere no leyendo la letra pequeña de los contratos. O sea, recibiendo batacazos. 


Pues bien, mi inútil experiencia de viejo me dice que pocas cosas me habrán perjudicado más en esta vida que el dejarme atrapar por el vicio de las pequeñas preferencias. Es como un cáncer que se extiende por todas y cada una de las actividades cotidianas procurando al espíritu una rigidez paralizante. Antes de empezar ya sabes lo que quieres y cómo lo quieres, y cualquier contingencia adversa deviene en drama insoportable. 


Consciente, en cualquier caso, del gran lastre que ha sido y es ese vicio, he reflexionado largo y tendido sobre él por ver si de alguna manera, si no librarme, sí por los menos aflojar sus ataduras. Y, la verdad, no tengo ni idea si algo habré conseguido porque a nada que me descuido me veo dándole vueltas y más  vueltas en la cabeza a matters of small moment, que diría Holmes. Cuestiones de mierda que me distraen de lo que realmente quisiera: enfrascarme en una partitura nueva o un problema de vectores en el espacio. 


Pequeñas preferencias que me hacen cobarde, perezoso, necio y, sobre todo, desgraciado. Porque ahí está el punto, en el tremendo engaño que supone buscar la felicidad en las pequeñas cosas como preconizan todas esas filosofías de tres al cuarto que tanto gustan a los walking dead. No, convénzanse, se lo dice un viejo desengañado, las pequeñas preferencias no son más que el anestésico con el que tratamos de tapar el dolor que nos produce el no ser capaces de arriesgar en grandes empresas. La mayor de todas, conquistar el propio yo y afianzarle ante los ataques de un entorno disoluto que tolera mal la excelencia del espíritu. 


En fin, meditabajo y cabizbundo  andáis hoy amigo Fabio. Sí, es que hace tiempo que no como cocho, que diría la Lozana.  

miércoles, 11 de abril de 2012

Niños en la escuela



Hoy, entre unas cosas y otras, venía andando un tanto bastante bajo de ánimos. Y así era que me demoraba por esas páginas de Dios, cuando, de repente, voy y me topo con este conjunto de sentencias. Leí la primera y me gustó. La segúnda, me complació. La tercera, me deleitó. La cuarta, me maravilló. Y así hasta la última. Porque no encontré una que tuviese desperdicio.

Sí, convénzanse, el hombre, y la mujer aunque sea feminista, no son sino lo que saben. Lo demás son mandangas. Y por eso todo lo que hagamos en esta vida que no vaya encaminado a adquirir conocimiento es esfuerzo baldío o delectación frustrante. Correr detrás de las quimeras, en definitiva.

En resumidas cuentas, que ahí les dejo por si quieren deleitarse un rato con los más elevados juegos del espíritu estas sentencias escritas por Francis Bacon.



* * *





*No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente.

*Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.

*La soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos.

*El hombre no es sino lo que sabe.

*El conocimiento es poder.

*El conocimiento se adquiere leyendo la letra pequeña de un contrato; la experiencia, no leyéndola.

*La lectura forma al hombre; las conferencias lo alistan; y la escritura lo perfecciona.

*La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso.

*La historia hace ilustrado al hombre; la poesía, ingenioso; las matemáticas, sutil.

*Nada induce al hombre a sospechar mucho como el saber poco.

*El hombre representa siete años más al día siguiente del matrimonio.

*Aquel que tiene mujer e hijos ha amparado a la fortuna, porque son impedimentos a las grandes empresas, ya sea a la virtud o a la desgracia.

*La fortuna lo hizo tonto, mientras que a ella la volvió hermosa.

*Nuestra humanidad sería una cosa deplorable si no existiera la divinidad dentro de nosotros.

*El que toma venganza es igual a su enemigo, más el que la pasa por alto es superior a su adversario.

*No hay otro placer comparable a aquel de mantenernos siempre de parte de la verdad.

*El dinero es un buen siervo, pero mal maestro.

*El malo cuando se finge bueno, es pésimo.

*En caridad no hay excesos.

*Escoger el momento es ahorrar tiempo.

*La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad.

*La discreción en las palabras vale más que la elocuencia.

*La discreción es una virtud sin la cual las otras dejan de serlo.

*La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena.

*La ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue.

*Las casas son para habitar y no para contemplar.

*Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar y viejos autores para leer.

 

martes, 10 de abril de 2012

Líneas rojas


Ayer leí en El Mundo uno de esos artículos que te reconcilia con el género humano. Se titulaba "Prisioneros del populismo pasado" y estaba firmado por tres señores que enseñan economía en tres prestigiosas universidades anglosajonas. Tres señores poniendo los puntos sobre las íes de forma y manera que sólo los necios podrían arriesgarse a contradecirles. 


Porque el caso es que las alarmas saltan por doquier y el estruendo se hace insoportable. Unos, muchos, pierden su trabajo. Otros, muchísimos, ven esfumarse sus ahorros. Y la inmensa mayoría contempla con consternación la estulticia de la que hacen gala los que debieran ser ejemplo de sensatez. 


Por entonces gobernaba Zapatero el Sandio. Puso cientos de kilómetros de barandillas donde no hacían falta. Bien, de esas unas cuantas. Pero cuando le llamaron al orden el chaval quiso hacer cosas que no por más duras eran menos sensatas y, entonces, los de la oposición haciendo gala de una bajeza moral indescriptible, se opusieron con todas sus fuerzas. Bien, ya se salieron con la suya. Ya gobiernan. Y como no podría ser de otra forma andan perdidos entre el sostenella y no enmendalla o decir Diego donde dije digo. Retrasaron decisiones fundamentales para ver si así trincaban unos cuantos empleos en Sevilla. Subieron una mierda las pensiones cuando hasta el más tonto sabía que había que bajarlas. Dijeron no al copago en sanidad sin encomendarse al diablo. Y yo qué sé cuantas sandeces más. 


Bien, pues ahora la oposición de los que antes eran oposición y hoy gobiernan, se comportan como verdaderos kamikazes. Ponen el grito en el cielo y señalan "líneas rojas" al menor intento de sensatez. Líneas rojas, ya te digo. ¿Qué significa eso? ¿Qué van a salir a las calles con el kalashnicov en bandolera? Bueno, quizá lo que quieren decir es que ellos sí que saben como se puede seguir pagando la fiesta, pero no quieren dar pistas hasta tener las manos en el timón. Y en la caja. 


Y, claro, para que no falte la guinda, ahí están los señoritos de las nacionalidades históricas que no dejan pasar día sin echar un poco más de leña al fuego de la incertidumbre. ¿España?, dirán los inversores, pero si no se sabe en qué va a parar todo eso. 


¡Bonito panorama! Y el caso es que ya son legión las voces autorizadas que apuntan a la primera e imprescindible medida a tomar: gobierno de coalición de los dos principales partidos. El ochenta y pico del electorado. Luego, periodo de austeridad y un cierto autoritarismo. Porque hay mucha gente y muchas cosas a las que hay que meter en cintura. 


Pero ahí está el punto y toda la saña de esta cuestión, que en este puto país lo que manda es "la familia". "Mi gente", como dicen en Andalucia. Yo, dice el líder de turno, lo primero es colocar a los míos. Lo demás, tiempos vendrán. 

lunes, 9 de abril de 2012

La riqueza de las naciones


Hubo una vez un escocés de nombre Adam Smith que escribió un libro llamado "La riqueza de las naciones". Un libro bastante recomendable, por cierto. Adam era un tipo que no les hubiese gustado nada a los catalanes y vascos, y, curiosamente, tampoco a los escoceses, porque entre sus ideas medulares estaba la de que el fundamento de la acción moral no se basa en normas ni ideas nacionales, sino en sentimientos universales, comunes y propios de todos los seres humanos. Desde luego que era un tipo avanzado para su tiempo ya que prescindía de todo lo que no fuese la observación minuciosa y el sentido común. Y así fue como consiguió ser el primero que dejó una explicación clara de la forma en que el capital se acumula. O, por decirlo más llanamente, de como algunos se hacen ricos en el sentido más común del término. 


Porque no se engañen, hay diversas formas de ser rico. Una es teniendo dinero, otra teniendo tranquilidad de espíritu, otra sintiéndose libre, en fin, cada cual a su manera, y unos con más gracia que otros, trata de acumular aquello que supone le puede aliviar de las lágrimas de este valle. 


Personalmente, aunque siempre haya sido negado para acumular dinero, nunca me he considerado pobre sino, más bien, todo lo contrario. O sea, rico. Siempre he hecho, más o menos y dentro de los naturales límites, lo que me ha dado la gana. Me he largado de los sitios cuando ya estaba cansado de ellos. Me he pagado todos los profesores que se me han antojado. Tengo dos guitarras tan buenas que no sé de cual de las dos deshacerme. Libros, todos los habidos y por haber. Un bicicleta modelo vintage con la que el último verano rodé por las carreteras de tres países europeos. Y cuando el ordenador empieza a dar signos de cansancio me voy al supermarket más próximo y lo sustituyo por uno nuevo sin que ello me suponga el menor ahogo presupuestario. ¿Qué más se necesita para ser rico? Bueno, a veces, cuando estoy bajo de forma, pienso que mi ánimo mejoraría si tuviese dinero para instalarme de por vida en un cinco estrellas de una gran ciudad. 


Sin embargo no es el tipo de riqueza del que yo gozo a la que se refería Adam Smith en "La riqueza de las naciones". Y es que, mi tipo de riqueza, huelga decirlo, no enriquece a las naciones y, por tanto, cuando alguien la estudia, el Krisnamurti de turno, sus conclusiones son más apropiadas para dormir a la filigresía que para pasar a la historia. No, la riqueza que estudia Adam Smith es la riqueza a secas, o sea, la de la pasta. La de las personas que tienen tanta que la gente a su alrededor espera turno para poder besarle el culo.  


Yo, desde luego, en absoluto se me ocurriría criticar a esas personas que gustan de poner el culo para que se lo besen. Hay que ponerse en su lugar. La mayoría han echado el resto para llegar a tan elevado status. Otros, simplemente, han sido favorecidos por Fortuna. Por lo que sea, en fin, se me antoja harto díficil manejar con elegancia situación tan extrema. En cualquier caso, elegancia parvenu o elegancia gentleman, esos tipos son una bendición para sus conciudadanos porque al gastar a manos llenas crean multitud de puestos de trabajo que, como todo el mundo sabe, es la madre del bienestar social. 


Miren, si no, ese yate de la foto. Lo ha comprado un futbolista. Suena un poco parvenu, sí, de acuerdo, pero imagínense la cantidad de horas de trabajo que se habrán necesitado para construir semejante maravilla. Horas de trabajo que son sueldos. Y los que ahora vendrán para mantener toda esa rimbombancia a flote. Ya digo, una bendición. Y por eso supongo que será que todos los medios de comunicación en la actualidad, después de abrir sus informativos con las más negras premoniciones, dediquen unas cuantas horas a exhibir lo que pudiera parecer ofensivo, es decir esos yates y esas mansiones donde los ricos se regodean por partida doble, una porque ellos pueden y otra porque los demás están a años luz de poder. ¡Que cunda el ejemplo!


Así que, repito, benditos ricos, y más si son parvenus, porque nada como el horterismo para exacerbar las necesidades absurdas que son las que más puestos de trabajo crean. 

domingo, 8 de abril de 2012

Las cojas hijas de Zeus


Cualquiera sabe como era antaño la vida del agricultor en España: un mes sembrando, otro mes cosechando y diez meses mirando al cielo para implorar la misericordia divina. Todo se fiaba a los elementos. Si eran adversos el único consuelo que quedaba era el de las cojas hijas de Zeus, es decir, para que nos entendamos, la queja que no cesa. Y así fue que las gentes del campo cogieron tanto gusto a ese tipo de consuelo que ya hace mucho que se hizo proverbial eso de que los agricultores nunca están satisfechos con su suerte. De tal manera que, si le recuerdas a uno lo bueno que ha sido el año, te contestará como un autómata: sí, pero no tan bueno como se esperaba. 


Bueno, hoy día, por mucho que le sigan dando a la queja, la verdad es que entre los pantanos, los seguros, las previsiones meteorológicas, los fertilizantes, las semillas manipuladas, los herbicidas, la PAC y demás adelantos, los agricultores viven bastante liberados de las antiguas preocupaciones. Ya sólo les falta estudiar un poco para ponerse al día en los nuevos avances tecnológicos que ayudan a minimizar el desagradable impacto medioambiental de las actividades agropecuarias. Tengan en cuenta que, según dicen algunos estudios, la incidencia de cáncer en el medio rural es diez veces superior al que hay en las ciudades. Claro que, aparte de las mierdas que echan al aire, también podría ser por el aburrimiento y las horas de bar que padecen. 


Así que, liberados ya los agricultores de las inclemencias del clima, otros tenían que venir a coger el testigo. "La crisis y el mal tiempo hunden la actividad turística en Cantabria", titula un periódico local. Luego, en el desarrollo de la noticia, no ahorra en adjetivos: catastrófico, caótico, desastroso, devastador... por poner algunos ejemplos. Realmente miserable todo ello. Tanto esfuerzo baldío, dicen. 


Pues no, mire usted, esfuerzo muy poco, para qué engañarse. Porque precisamente porque no se esforzaron siguen dependiendo de los elementos. Practican actividades, como la de los agricultores, que sólo requieren heredar un terreno y cuatro conocimientos. Un hotelito, un bar, un restaurante, ¿qué esfuerzo mental requiere eso? Si ya sé, es un trabajo muy esclavo y ahí es donde está el punto, que esta sociedad en la que vivimos ya hace muchas décadas que proporciona un sistema educativo gratuito que no tiene otra finalidad que la de liberar a los ciudadanos de la esclavitud. De la esclavitud de los elementos. Sí, se tiene que convencer el personal de que calidad de vida no es el mirar al cielo para comprobar si hace día de playa sino algo tan prosaico como saber aprovecharse del sistema educativo. Tu vas y te aprovechas y, en vez de sirviendo menús a los turistas en Río de la Pila, estarías como mi vecino, en Croacia, instalando molinos eólicos por cuenta de Acciona. Y a mí plim el tiempo que quiera hacer. 


En fin, una pena, pero así corre el mundo. O estudias o a miras el cielo. No hay otra. 

sábado, 7 de abril de 2012

Pienso, luego existo



Si hay algo que, avivado por un motivo u otro, sea recurrente en mi memoria, eso son los chistes que corrían por el patio del colegio. Algún día voy a proponerme algún tipo de método para ir recopilándolos todos a medida que vayan surgiendo. Porque la verdad es que eran geniales y denotaban una salud mental a prueba de las más sofisticadas técnicas de lavado cerebral. 


Así era que aquellos hermanos de las escuelas cristianas insistían, día sí y otro también, en que lo del ateísmo era pura filfa. Hasta los más recalcitrantes de entre los ateos, argumentaban, en llegada la hora de la verdad siempre piden un cura para que les confiese y perdone. Y como caso extremo ponían el de Voltaire, enemigo público número uno a la sazón. Voltaire, según ellos, mientras se revolvía en sus propios excrementos no hacía otra cosa que gritar pidiendo que viniese un confesor. Nosotros escuchábamos y callábamos, pero eso no quería decir que otorgásemos tal y como demuestran los chistes que hacíamos correr nada más salir al recreo. 


Entonces iba  uno y decía: el que sí que se convirtió antes de morir fue Stalin. ¡No jodas!, respondía otro. Sí, sí, pidió la comunión. ¿Sí, qué dijo? ¡Hostias, que me muero!


El caso es que el que anda en plan Stalin estos días es el Presidente Hugo Chávez. Le pide al Santo Padre que no le lleve todavía porque tiene cosas importantes que hacer. Pobre hombre, me inspira ternura. Juraría que es del tipo de personas que si se traga un mosquito tiene más cerebro en el estómago que en la cabeza. Claro que hay un dicho en mi pueblo que asegura que nunca tonto alguno llegó a pisarse los cojones. Tonto para todo, sí, menos para el arte de rebañar. Y es que esa es una de las leyes más incontrovertibles de la naturaleza, cuanto más cenutrio es un tipo, mejor rebaña. Vengo comprobándolo a todo lo largo de mi vida y no albergo la menor esperanza de que eso vaya a cambiar algún día.  


Bueno, no le deseo ese tipo de males a ninguno. Se lo juro. Ni siquiera a tipos a los que considero nefastos cual es el caso que nos ocupa. Y tampoco quisiera que se me interpretase como hacedor de escarnio de la religión. Hace ya muchos años que me curé de eso. Y más desde que leí "El sufrimiento del mundo y el consuelo de las religiones", de mi admirado Shopenhauer. Comprendí entonces que en este mundo de iletrados sólo las religiones proporcionan un poco de estabilidad para que los pocos que somos algo letrados podamos seguir con lo nuestro aunque sea a trancas y barrancas. 


Por lo demás, todo eso de ateos y creyentes me parece de lo más pueril. Por supuesto que no creo nada de lo que dicen los curas de cualquiera de las religiones habidas y por haber, pero no dejo de creer en cosas porque no se me ocurre cómo podría ser de otra forma. Porque, ya me dirás tú cómo vas a organizar el pensamiento si no tienes una fuerte creencia en la que apoyarte. Por ejemplo, estoy firmemente convencido de que existo porque pienso. Si no pensase no sabría que existo que es como no existir. Así que...

viernes, 6 de abril de 2012

Tenga la bondad caballero







-.Tenga el caballero la bondad de sonreír un momento, para no tener el aspecto de un domador de focas.


-.Le pondremos el nombre de cualquier empresa que nos lo esponsorice.


Dos formas de entender el mundo. Xaudaró y El Roto. ABC y El PAÍS. Cada uno es muy libre de preferir. Yo lo tengo tan claro que ni siquiera necesito manifestarme. Seguro que se me nota en la cara. Se me nota el regodeo que siento al pensar en la santa indignación que exhibirán las componentes de las huestes de los colectivos por la igualdad entre los sexos al contemplar el chiste de Xaudaró. Parece que ya les estoy escuchando escupir lo que ellas consideran insultos decomunales: misógino, machista y demás metralla asesina. 


Eso es lo peor de toda esta impostura del feminismo rampante, que todo se lo toman al pie de la letra. Les pasa como a los islamistas y todos los demás "istas" e "ismos", que han convertido el sentido del humor en su enemigo más mortal. Porque, ¡leches!, tía, si se ríen de ti o te insultan, haz como los negratas del Sahel, exprime tu ingenio y contéstales con la misma moneda. Haz un mundo más llevadero, en definitiva. 


Pero no me engaño. Nada se puede hacer con los que convierten sus pretensiones en gigantescos tabúes. Mi tabú ni me lo toques porque me irrito y te pongo una bomba bajo el culo. Los eternos airados. Los reivindicativos de quimeras. Ellos quieren un mundo sin empresarios, sin lenguaje sexista, sin güesecitos de la guerra civil enterrados. Y venga y dale, cada día, a la matraca. Y, claro, EL PAÍS, al loro. Explotando el inagotable filón de los resentidos. 


Lo mismo que hace el ABC con los meapilas. Pero hay alguna diferencia, los meapilas, los del nasciratus y todo eso, no sabes si van en serio o de broma. Porque a la hora de la verdad, nadie hace puñetero caso y, llegada la necesidad de transgredir, se hace la vista gorda y santas pascuas. Y es que nadie como un meapilas para saber a ciencia cierta que la hipocresía es un homenaje que el vicio hace a la virtud. Así que lo comido por lo servido. Por la mañana a misa, por la tarde llevo a la niña a abortar o voy de putas, y por la noche escucho Intereconomía. ¡Y que me quede como estoy, virgencita!


Pero, bueno, a lo que iba, a que cada vez que veo el chiste de Xaudaró me troncho de risa. No lo puedo evitar. Ni tampoco quiero.