miércoles, 18 de abril de 2012

Agasajo postinero II



Yo diría que todo está más tranquilo y limpio. Como un punto más europeo. Claro que lo de Angelines, donde me alojo, está en Argüelles, un barrio tirando a burgués de toda la vida. 


Lo primero que me llamó la atención nada más llegar es que en el metro apenas iban emigrantes, sobre todo faltaban los sudamericanos que otrora fueran clara mayoría. Quizá sea que en tiempos de apretura hasta en metro se ahorra, pero seguramente es simple y llanamente que se han ido a sus países.  Conjeturas en cualquier caso. 


Por la mañana pasé por Sol. Juraría que más de la mitad del personal que se demoraba por allí llevaba chaleco reflectante con leyenda de "se compra oro". ¿Cómo puede ser que el negocio dé para tanto? Porque, si no miles, cientos sí que eran, perdiéndose en su agitación por Arenal hacia bajo hasta llegar a Opera. Por lo demás, no me pareció que hubiese muchos turistas. Más bien ciudadanos del este pacíficamente sentados en el estrecho petril de la fuente central. 


Decidí comer en Argos, un bar que hay al lado de lo de Angelines. Por el nombre más que nada. Argos, de allí salió la expedición que fue a por el Vellocino de Oro. Y, luego, a conquistar Troya. Por no hablar de las tragedias consumadas en el baño de los de su casa real que a tres mil años vista todavía dan qué hablar y no poco. En fin, Argos, espacioso, limpio, con mantelitos blancos de algodón y grandes ventanales a la calle. Me atendió una caribeña de mediana edad y con muchas ganas de agradar. Apenas me había sentado y ya tenía allí una tapa de pescado en adobo que miré con cierta aprensión pero que acabé comiendo con no poco gusto. Y la caribeña siempre que me atendía aprovechaba para deslizar una ligera presión sobre mi brazo. Como para confortarme y darme seguridad. O yo qué sé, porque hoy en día y por estos pagos no son muy frecuentes esos alardes de confianza. Y todo por diez euros, café incluido. 


Después de lo de Argos y un fallido amago de siesta decidí concederme una de nostalgia. Tiré por el antiguo trazado de "el pepe" hacia la ciudad universitaria. "El pepe", por si no lo saben, era el tranvía que llevaba a los universitarios desde Moncloa a las diversas facultades. Contaban, sin yo me lo creyese, que al pasar sobre el puente que salva la entrada en Madrid por el lado de Cristo Rey, los estudiantes, en un alarde de estulticia juvenil, le hacían balancearse con gran peligro de acabar la gracia en tragedia. Cosas,en cualquier caso, propias de la juventud que no fornica, ni poco ni nada, cual era por aquel entonces el caso. Bien, pues excepto que ahora en vez de tranvía hay carril bici, todo lo demás me pareció seguir igual. Un poco más deteriorados los edificios del campus, pero en general limpio, con algunos estudiantes sobre el césped, y con la estatua del traspaso de la antorcha como nunca debiera haber dejado de estar. Me pareció evidente que han echado de allí a los izquierdistas que tienen por misión ponerlo todo hecho una mierda. Apenas quedaban los vestigios de unas miserables pintadas en los zócalos de la facultad de medicina. Bueno, dí unas vueltas por allí y no sentí nada especial. El hecho de haber sido hace muchos años más o menos lo que eran todos aquellos chavales que andaban por allí no me decía nada. Decidí regresar para acudir a la cita vespertina con la familia. 


Pagada ya la visita familiar, me tiré a la calle con el ánimo sosegado y el cuerpo, por así decirlo, sandunguero. Había  algo raro en el ambiente. No tardé en percatarme de lo que estaba sucediendo: un partido de fútbol muy postinero se estaba jugando en algún sitio. Los bares, curiosamente, estaban medio vacíos, pero las motos de las pizzerías iban que echaban chispas. Me metí en un restaurante chino a tomar algo. Una atención exquisita en un ambiente muy cool. Sin duda se lleva lo cool en Madrid. Y todo por diez euros. 


Por los los bulevares hacia Bilbao apenas había tráfico salvedad hecha de los chicos de las pizzerías que parecían competir en prisas con los camiones de los cartoneros. Cientos de taxis permanecían varados en sus paradas habituales. Poca gente paseaba. Me metí por Fuencarral para ir a la Gran Vía. Poco a poco se incrementaba el bullicio. Al llegar a la Red de San Luis lamenté que no existiese un repelente antipatibulario. Porque eran a cientos los que se me aproximaban ofreciéndome chicas guapas a precios reducidos. Me pregunté si es que yo tendré aspecto de putero. Pero no creo que ese sea el caso, más bien es que cualquiera que vaya sólo y con aires de poca urgencia es considerado posible presa con la que todo hay que intentar. Muchas gracias, muchas gracias, les decía para sacármelos de encima, mientras desde las esquinas algunas chicas monas me lanzaban sonrisas que no venían a cuento. Por la parte que baja ya hacia la Plaza de España un grupo de jóvenes americanos montaba mucha bulla en la terraza de un "100 montaditos". Eso era todo por allí a pesar de ser la noche bastante tibia. 


Por Princesa, ya, ni siquiera en el "100 montaditos" de la Plaza María Micaela había un alma. Madre mía, si en aquel mismo sitio hace apenas un año no se podía pasar de los jóvenes que había en las aceras y lo pegadizo que estaba el suelo por la grasa regalimada de los dichosos montaditos. Sí, no es una mera impresión ni una pretenciosa conjetura. Es un hecho cierto que en Madrid la gente sale mucho menos. Como si fuese Europa o así.  


En fin, por decir algo. 








  

9 comentarios:

  1. Bendita crisis si de verdad es la que ha echado a esa chusma que ni estudiaba ni dejaba estudiar. Por cierto, hace unos días hablaba con un colega mío de organizar un curso de verano. Yo le confesaba mi escepticismo con respecto a conseguir alumnos: quién va a pagar un duro por un curso de verano con la que está cayendo, me decía a mí mismo. Sin embargo mi colega me aseguraba de lo contrario: parece que ahora más que cuando las vacas gordas los padres son más propensos a gastar el poco dinero que les queda en educación para sus hijos, y curiosamente los másteres y los cursos andan más llenos que antes. No sé, ójala sea verdad.

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  2. Sí, Jacobo, yo también he oído que ahora la gente se preocupa más por los estudios de los hijos. A la fuerza ahorcan. La diferencia de oportunidades es tan manifiesta que hay que ser muy cafre para no reconocerlo.

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  3. Santi: hoy mismo le comentaba a L. que la expresión "con la que está cayendo", de la que tanto se abusa hoy día, cada vez me repele más. JP.

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  4. Efectivamente, JP, se abusa de esa expresión. Una de tantas muletillas que van por barrios y épocas. De todas formas, en tu caso, no es admisible que te limites a decir que te repele. Creo que a partir de ciertos niveles intelectuales es exigible la explicación de los sentimientos y emociones causados por lo que sea. El famoso ¿en qué te basas? que decía aquél.

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    1. "pues que", "con la que está cayendo" y "lo que es" son mis bestias negras del idioma de la calle y de las ondas. Luego desplegaré mi argumentario, porque ahora tengo que ir a pagar impuestos. JP.

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  5. Pues si Jacobo, eso pienso yo, que es bueno tener pensamiento y lenguaje propio y repetir frases de otro por idealizado que se le tenga queda feo, y he comprobado que con cierta frecuencia, emulas al devorador. Es solo un comentario, quizás me equivoque.

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  6. Veo, Jacobo, que hoy te toca a ti recibir caña. Espero una defensa siciliana variante dragón por lo menos.

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Decía Dámaso Alonso que nuestro idioma no son sino metáforas y ruinas de metáforas, traducido: que el que no habla con tópicos de los vivos lo hace con los de quienes murieron hace milenios. La cultura seguramente sea reconocer esa realidad, creo que esto último lo decía Galbraith, pero vete tú a saber.

    A los anónimos hace una temporada que deje de contestar.

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