martes, 10 de abril de 2012

Líneas rojas


Ayer leí en El Mundo uno de esos artículos que te reconcilia con el género humano. Se titulaba "Prisioneros del populismo pasado" y estaba firmado por tres señores que enseñan economía en tres prestigiosas universidades anglosajonas. Tres señores poniendo los puntos sobre las íes de forma y manera que sólo los necios podrían arriesgarse a contradecirles. 


Porque el caso es que las alarmas saltan por doquier y el estruendo se hace insoportable. Unos, muchos, pierden su trabajo. Otros, muchísimos, ven esfumarse sus ahorros. Y la inmensa mayoría contempla con consternación la estulticia de la que hacen gala los que debieran ser ejemplo de sensatez. 


Por entonces gobernaba Zapatero el Sandio. Puso cientos de kilómetros de barandillas donde no hacían falta. Bien, de esas unas cuantas. Pero cuando le llamaron al orden el chaval quiso hacer cosas que no por más duras eran menos sensatas y, entonces, los de la oposición haciendo gala de una bajeza moral indescriptible, se opusieron con todas sus fuerzas. Bien, ya se salieron con la suya. Ya gobiernan. Y como no podría ser de otra forma andan perdidos entre el sostenella y no enmendalla o decir Diego donde dije digo. Retrasaron decisiones fundamentales para ver si así trincaban unos cuantos empleos en Sevilla. Subieron una mierda las pensiones cuando hasta el más tonto sabía que había que bajarlas. Dijeron no al copago en sanidad sin encomendarse al diablo. Y yo qué sé cuantas sandeces más. 


Bien, pues ahora la oposición de los que antes eran oposición y hoy gobiernan, se comportan como verdaderos kamikazes. Ponen el grito en el cielo y señalan "líneas rojas" al menor intento de sensatez. Líneas rojas, ya te digo. ¿Qué significa eso? ¿Qué van a salir a las calles con el kalashnicov en bandolera? Bueno, quizá lo que quieren decir es que ellos sí que saben como se puede seguir pagando la fiesta, pero no quieren dar pistas hasta tener las manos en el timón. Y en la caja. 


Y, claro, para que no falte la guinda, ahí están los señoritos de las nacionalidades históricas que no dejan pasar día sin echar un poco más de leña al fuego de la incertidumbre. ¿España?, dirán los inversores, pero si no se sabe en qué va a parar todo eso. 


¡Bonito panorama! Y el caso es que ya son legión las voces autorizadas que apuntan a la primera e imprescindible medida a tomar: gobierno de coalición de los dos principales partidos. El ochenta y pico del electorado. Luego, periodo de austeridad y un cierto autoritarismo. Porque hay mucha gente y muchas cosas a las que hay que meter en cintura. 


Pero ahí está el punto y toda la saña de esta cuestión, que en este puto país lo que manda es "la familia". "Mi gente", como dicen en Andalucia. Yo, dice el líder de turno, lo primero es colocar a los míos. Lo demás, tiempos vendrán. 

2 comentarios:

  1. Sí, el artículo parece muy razonable, y sobre todo en aquello que sugiere: que como opina gran parte del electorado uno de los problemas fundamentales de la democracia es la clase política. No sé muy bien qué solución tiene este problema, pero parece difícil que sin un cataclismo se regenere. Quizá el cataclismo sea el ya inevitable desmembramiento de España: los catalanes y los vascos por su lado y después quizá los gallegos y quien sabe si alguno más, como los canarios o los valencianos. Quién sabe: seremos más pobres, pero como todas las crisis profundas, ésta puede que sea esa oportunidad para echar a la basura la porquería que sobra: los políticos establecidos, los sindicalistas, los directivos de cajas de ahorros y demás organismos parasitarios similares. Cosas por el estilo.

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  2. No sé, en cualquier caso qué bien que estés ahí, como mis hijas en Inglaterra. En esos sitios habrá problemas, pero en ningún caso tienen cariz africano. Creíamos que la pertenencia a la comunidad europea nos ponía a salvo de las razias de la morangada, pero ya se ha visto que no. Lo que se lleva en la sangre...

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