lunes, 9 de abril de 2012

La riqueza de las naciones


Hubo una vez un escocés de nombre Adam Smith que escribió un libro llamado "La riqueza de las naciones". Un libro bastante recomendable, por cierto. Adam era un tipo que no les hubiese gustado nada a los catalanes y vascos, y, curiosamente, tampoco a los escoceses, porque entre sus ideas medulares estaba la de que el fundamento de la acción moral no se basa en normas ni ideas nacionales, sino en sentimientos universales, comunes y propios de todos los seres humanos. Desde luego que era un tipo avanzado para su tiempo ya que prescindía de todo lo que no fuese la observación minuciosa y el sentido común. Y así fue como consiguió ser el primero que dejó una explicación clara de la forma en que el capital se acumula. O, por decirlo más llanamente, de como algunos se hacen ricos en el sentido más común del término. 


Porque no se engañen, hay diversas formas de ser rico. Una es teniendo dinero, otra teniendo tranquilidad de espíritu, otra sintiéndose libre, en fin, cada cual a su manera, y unos con más gracia que otros, trata de acumular aquello que supone le puede aliviar de las lágrimas de este valle. 


Personalmente, aunque siempre haya sido negado para acumular dinero, nunca me he considerado pobre sino, más bien, todo lo contrario. O sea, rico. Siempre he hecho, más o menos y dentro de los naturales límites, lo que me ha dado la gana. Me he largado de los sitios cuando ya estaba cansado de ellos. Me he pagado todos los profesores que se me han antojado. Tengo dos guitarras tan buenas que no sé de cual de las dos deshacerme. Libros, todos los habidos y por haber. Un bicicleta modelo vintage con la que el último verano rodé por las carreteras de tres países europeos. Y cuando el ordenador empieza a dar signos de cansancio me voy al supermarket más próximo y lo sustituyo por uno nuevo sin que ello me suponga el menor ahogo presupuestario. ¿Qué más se necesita para ser rico? Bueno, a veces, cuando estoy bajo de forma, pienso que mi ánimo mejoraría si tuviese dinero para instalarme de por vida en un cinco estrellas de una gran ciudad. 


Sin embargo no es el tipo de riqueza del que yo gozo a la que se refería Adam Smith en "La riqueza de las naciones". Y es que, mi tipo de riqueza, huelga decirlo, no enriquece a las naciones y, por tanto, cuando alguien la estudia, el Krisnamurti de turno, sus conclusiones son más apropiadas para dormir a la filigresía que para pasar a la historia. No, la riqueza que estudia Adam Smith es la riqueza a secas, o sea, la de la pasta. La de las personas que tienen tanta que la gente a su alrededor espera turno para poder besarle el culo.  


Yo, desde luego, en absoluto se me ocurriría criticar a esas personas que gustan de poner el culo para que se lo besen. Hay que ponerse en su lugar. La mayoría han echado el resto para llegar a tan elevado status. Otros, simplemente, han sido favorecidos por Fortuna. Por lo que sea, en fin, se me antoja harto díficil manejar con elegancia situación tan extrema. En cualquier caso, elegancia parvenu o elegancia gentleman, esos tipos son una bendición para sus conciudadanos porque al gastar a manos llenas crean multitud de puestos de trabajo que, como todo el mundo sabe, es la madre del bienestar social. 


Miren, si no, ese yate de la foto. Lo ha comprado un futbolista. Suena un poco parvenu, sí, de acuerdo, pero imagínense la cantidad de horas de trabajo que se habrán necesitado para construir semejante maravilla. Horas de trabajo que son sueldos. Y los que ahora vendrán para mantener toda esa rimbombancia a flote. Ya digo, una bendición. Y por eso supongo que será que todos los medios de comunicación en la actualidad, después de abrir sus informativos con las más negras premoniciones, dediquen unas cuantas horas a exhibir lo que pudiera parecer ofensivo, es decir esos yates y esas mansiones donde los ricos se regodean por partida doble, una porque ellos pueden y otra porque los demás están a años luz de poder. ¡Que cunda el ejemplo!


Así que, repito, benditos ricos, y más si son parvenus, porque nada como el horterismo para exacerbar las necesidades absurdas que son las que más puestos de trabajo crean. 

3 comentarios:

  1. Imagínate que los comunistas hubieran ganado la guerra fría y hubieran convencido al personal de que dejaran la religión y el consumo. A estas alturas el mundo estaría hecho una escombrera por la mala leche que se habría acumulado.

    Por cierto, que es muy triste que la gente que lea de verdad más a Adam Smith, en especial los que ven Intereconomía: como decía Galbraith, se iban a llevar más de una sorpresa. Yo me compré la edición antigua de Everyman por cuatro perras. En la librería de viejo tenían casi por el mismo precio la edición canónica de Cambridge, una joya. Pasé un año después y nadie la había comprado. En fin, que parece que no lo lee nadie. Qué lástima...

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  2. Por cierto, por si sirve para algo: ni tan siquiera hace falta leerlo. En la página de internet de Librivox está la edición de audio grabada -muy bien, por cierto- por voluntarios. Es gratuita y se puede escuchar en el coche, corriendo por el parque, en el baño, antes de dormir...

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  3. Gracias, Jacobo, por la información. Es una de las cosas que ando hace tiempo tras ella, un device para escuchar mientras paseo. Aunque a veces pienso que no sé si voy a poder con tanto.

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