jueves, 19 de abril de 2012

El rey de la selva



Estaba yo disfrutando la ingestión de unas albóndigas a la jardinera cuando va y aparece en pantalla el Rey y con gesto muy compungido dice que lo siente mucho, que se ha equivocado y que no lo volverá hacer.  


Algunos se creerán que con esto ya consiguieron su particular Santa Gadea. ¡Bien por los herederos de la pata del Cid! Aunque en realidad si de alguien es este triunfo es de Walt Disney. ¡Por Dios, un Rey que va por ahí matando animales! Pero si son igual que nosotros. No los reyes, los animales. 


Bien, no es por llevar la contraria pero a mí los animales me parecen animales. Y por eso es que ayer comía albóndigas hechas con carne de ternera y cerdo sin sentir otra cosa que satisfacción. 


No se lo voy a ocultar, a mí ver al Rey disculpándose me produjo un sentimiento entre la pena y el asco. Un Rey de cacería por África en compañía de millonarios, pero, por Dios, ¿que hay de raro o malo en eso? Bueno, lo único que me consuela es pensar en aquello que dijo el clásico, que muchas veces los sabios tienen que equivocarse para que los necios no revienten. Porque en mi opinión el rey se ha equivocado, claro está, pero no por ir de cacería sino por haber pedido que le perdonen la vida. Un rey por definición, nunca hace eso. Y cuando lo hace ya puede ir preparando el cuello porque acaba de dar permiso al populacho para montar la guillotina. 


El trasfondo, tal y como lo veo, de este desgraciado asunto es que en este país la inmensa mayoría de la gente todavía no sabe distinguir entre lo que a ellos les gusta y lo que está bien o mal. Si no les gusta es que está mal y se acabó. También lo que pueden y no pueden. Si no pueden hacer algo, ese algo es una chorrada y ya me quedo tranquilo. Y eso por no hablar de aquel famoso, "del rey abajo, ninguno", que todos dieron en interpretar a beneficio de inventario. Ignorancia en definitiva. Esa perversa enfermedad del espíritu que lleva a interpretar como buen juicio y dignidad lo que no es más que pura y cochina envidia. 


Pues sí, visto lo visto, ahora sí que estoy convencido de que no necesitamos para nada a este Rey. Mucho mejor un Gran Dictador para que nos meta en cintura a los que, entre otras cosas, pensamos que donde mejor están los animales es en la cazuela. 

4 comentarios:

  1. Lo cierto es que este hombre siempre me ha parecido un poco patético. Primero ese destino tan cutre al que le condenó su padre poniéndolo en manos de Franco, después ese afán de llegar a chupar poder pasando por lo que fuera y, finalmente, convertirse en un personaje campechano-churriguereco de sainete, insaciable y vacío. Lo de ayer, la cara de asco con la que se le ve de perfil cuando camina con las muletas tras su "sincerización", remató la faena. Serlo todo para venir a acabar en esta nada. Recopiando a Enrique Dan: "Qué serio sería esto si no fuera tan ridículo."

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  2. El hecho de que su ascensión al poder haya sido tan penosa puede ser un dato a su favor. Hay una serie francesa, no sé si sobre Luis XIII O XIV en la que se hace mucho incapié sobre lo mal que le trató su padre y la mala vida que le dieron hasta que llegó al poder y ser el mejor rey que tuvo Francia. Por lo demás, de las aficiones que tiene este melón que nos ha tocado en suerte yo no comparto ninguna, pero no por eso pienso que no tiene derecho a tenerlas. Sí le gusta la caza porque no la va a practicar. Y más si le invita un moro que invierte grandes sumas en España. En cualquier caso, verle pedir perdón me ha descorazonado. Creo que es lo último que necesitaba este país en estos momentos. Me viene a la memoria el arconte Foción cuando decía: si me aplauden es que me estoy equivocando.

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  3. Galeno, andas despistado... El Borbón no se ha disculpado por cazar elefantes en África, sino por abandonar el país en plena crisis. En realidad, la gente que le critica lo hace por envidia. Lo del Rey en Botswana es como un campamento de parroquia o como el reality Supervivientes, pero a lo grande y mayestático.

    JP.

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  4. Lo de abandonar el país en plena crisis, qué quieres que te diga. No sé, pero juraría que todo ello no es más que, como dices, pura envidia.

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