domingo, 8 de abril de 2012

Las cojas hijas de Zeus


Cualquiera sabe como era antaño la vida del agricultor en España: un mes sembrando, otro mes cosechando y diez meses mirando al cielo para implorar la misericordia divina. Todo se fiaba a los elementos. Si eran adversos el único consuelo que quedaba era el de las cojas hijas de Zeus, es decir, para que nos entendamos, la queja que no cesa. Y así fue que las gentes del campo cogieron tanto gusto a ese tipo de consuelo que ya hace mucho que se hizo proverbial eso de que los agricultores nunca están satisfechos con su suerte. De tal manera que, si le recuerdas a uno lo bueno que ha sido el año, te contestará como un autómata: sí, pero no tan bueno como se esperaba. 


Bueno, hoy día, por mucho que le sigan dando a la queja, la verdad es que entre los pantanos, los seguros, las previsiones meteorológicas, los fertilizantes, las semillas manipuladas, los herbicidas, la PAC y demás adelantos, los agricultores viven bastante liberados de las antiguas preocupaciones. Ya sólo les falta estudiar un poco para ponerse al día en los nuevos avances tecnológicos que ayudan a minimizar el desagradable impacto medioambiental de las actividades agropecuarias. Tengan en cuenta que, según dicen algunos estudios, la incidencia de cáncer en el medio rural es diez veces superior al que hay en las ciudades. Claro que, aparte de las mierdas que echan al aire, también podría ser por el aburrimiento y las horas de bar que padecen. 


Así que, liberados ya los agricultores de las inclemencias del clima, otros tenían que venir a coger el testigo. "La crisis y el mal tiempo hunden la actividad turística en Cantabria", titula un periódico local. Luego, en el desarrollo de la noticia, no ahorra en adjetivos: catastrófico, caótico, desastroso, devastador... por poner algunos ejemplos. Realmente miserable todo ello. Tanto esfuerzo baldío, dicen. 


Pues no, mire usted, esfuerzo muy poco, para qué engañarse. Porque precisamente porque no se esforzaron siguen dependiendo de los elementos. Practican actividades, como la de los agricultores, que sólo requieren heredar un terreno y cuatro conocimientos. Un hotelito, un bar, un restaurante, ¿qué esfuerzo mental requiere eso? Si ya sé, es un trabajo muy esclavo y ahí es donde está el punto, que esta sociedad en la que vivimos ya hace muchas décadas que proporciona un sistema educativo gratuito que no tiene otra finalidad que la de liberar a los ciudadanos de la esclavitud. De la esclavitud de los elementos. Sí, se tiene que convencer el personal de que calidad de vida no es el mirar al cielo para comprobar si hace día de playa sino algo tan prosaico como saber aprovecharse del sistema educativo. Tu vas y te aprovechas y, en vez de sirviendo menús a los turistas en Río de la Pila, estarías como mi vecino, en Croacia, instalando molinos eólicos por cuenta de Acciona. Y a mí plim el tiempo que quiera hacer. 


En fin, una pena, pero así corre el mundo. O estudias o a miras el cielo. No hay otra. 

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