sábado, 7 de abril de 2012

Pienso, luego existo



Si hay algo que, avivado por un motivo u otro, sea recurrente en mi memoria, eso son los chistes que corrían por el patio del colegio. Algún día voy a proponerme algún tipo de método para ir recopilándolos todos a medida que vayan surgiendo. Porque la verdad es que eran geniales y denotaban una salud mental a prueba de las más sofisticadas técnicas de lavado cerebral. 


Así era que aquellos hermanos de las escuelas cristianas insistían, día sí y otro también, en que lo del ateísmo era pura filfa. Hasta los más recalcitrantes de entre los ateos, argumentaban, en llegada la hora de la verdad siempre piden un cura para que les confiese y perdone. Y como caso extremo ponían el de Voltaire, enemigo público número uno a la sazón. Voltaire, según ellos, mientras se revolvía en sus propios excrementos no hacía otra cosa que gritar pidiendo que viniese un confesor. Nosotros escuchábamos y callábamos, pero eso no quería decir que otorgásemos tal y como demuestran los chistes que hacíamos correr nada más salir al recreo. 


Entonces iba  uno y decía: el que sí que se convirtió antes de morir fue Stalin. ¡No jodas!, respondía otro. Sí, sí, pidió la comunión. ¿Sí, qué dijo? ¡Hostias, que me muero!


El caso es que el que anda en plan Stalin estos días es el Presidente Hugo Chávez. Le pide al Santo Padre que no le lleve todavía porque tiene cosas importantes que hacer. Pobre hombre, me inspira ternura. Juraría que es del tipo de personas que si se traga un mosquito tiene más cerebro en el estómago que en la cabeza. Claro que hay un dicho en mi pueblo que asegura que nunca tonto alguno llegó a pisarse los cojones. Tonto para todo, sí, menos para el arte de rebañar. Y es que esa es una de las leyes más incontrovertibles de la naturaleza, cuanto más cenutrio es un tipo, mejor rebaña. Vengo comprobándolo a todo lo largo de mi vida y no albergo la menor esperanza de que eso vaya a cambiar algún día.  


Bueno, no le deseo ese tipo de males a ninguno. Se lo juro. Ni siquiera a tipos a los que considero nefastos cual es el caso que nos ocupa. Y tampoco quisiera que se me interpretase como hacedor de escarnio de la religión. Hace ya muchos años que me curé de eso. Y más desde que leí "El sufrimiento del mundo y el consuelo de las religiones", de mi admirado Shopenhauer. Comprendí entonces que en este mundo de iletrados sólo las religiones proporcionan un poco de estabilidad para que los pocos que somos algo letrados podamos seguir con lo nuestro aunque sea a trancas y barrancas. 


Por lo demás, todo eso de ateos y creyentes me parece de lo más pueril. Por supuesto que no creo nada de lo que dicen los curas de cualquiera de las religiones habidas y por haber, pero no dejo de creer en cosas porque no se me ocurre cómo podría ser de otra forma. Porque, ya me dirás tú cómo vas a organizar el pensamiento si no tienes una fuerte creencia en la que apoyarte. Por ejemplo, estoy firmemente convencido de que existo porque pienso. Si no pensase no sabría que existo que es como no existir. Así que...

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