lunes, 16 de abril de 2012

Que lo sepan


Apenas llevo siete meses por aquí y ya me crujen todas las cuadernas. El año pasado también lo intenté y a duras penas resistí cuatro meses. Cuando llegué a Alar de regreso, mi vecino Rafa me dijo: si esperas una semana más ya no lo cuentas. Tan deteriorado estaba. 


Bueno, hablar de uno es lo menos elegante que se puede hacer. Es, incluso asqueroso, pero a veces está uno tan obligado que no queda más remedio que acogerse a ese remedo de consuelo. Y es que llevo un mes que no levanto cabeza y haga lo que haga para distraer dolores todo es en vano: mis pensamientos siempre vuelan hacia Castilla. Allí los horizontes son lejanos, pero se ven nítidos. El aire es limpio y seco. Agarro la bicicleta y me voy a galopar por entre los trigales verdes como en una canción de Antonio Molina. Y me olvido de que soy mortal.


Ya sé que para muchos está, mi inconstancia territorial, es locura. Pero es porque no saben. Yo soy un rey medieval que no tiene corte fija. Un soñador que no sueña en vano. Lo que quiero lo persigo aunque   pague grandes precios por ello. Porque es que, lo siento pero no puedo sosegar si me alimento de todos esos sucedáneos que el mercado pone al alcance de cualquiera. No, yo no soy cualquiera. Que lo sepan.

2 comentarios:

  1. Yo creo que lo que más te conviene es alojarte en un hotel o en casita rural. Te lo darán todo hecho y si te sobreviene el tedío y el hastío, con subirte al siguiente tren... Haz números. JP.

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  2. Sí, JP, está claro que tendré que hacer números. De hecho, muchas veces he dicho que si mis números cuadrasen me gustaría vivir en un cuatro o cinco estrellas de una gran metrópolis. Pero veo que me tendré que conformar con la casita rural.

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