jueves, 31 de mayo de 2012

Escribe o revienta




No sé quien fue el que dijo que, bien o mal, lo importante es que hablen de ti. Si así fuese, que no creo, estaríamos como país de enhorabuena porque nos hemos colocado en el centro del interés informativo del mundo mundial. Zapeas de aquí para allá, Rusia Today, Telesur, BBC, France 24, CNN, NHK, Blomberg, NBCE, y allí donde vayas a parar no pasan ni dos minutos sin que se pongan a perorar sobre alguna de nuestras llagas. La crisis de la deuda, por supuesto, pero no para ahí la cosa. El deterioro ambiental de nuestras costas, las ciudades y aeropuertos fantasmas, el juez Garzón como símbolo de un guerracivilismo que no cesa, los niños robados... un regodeo que empieza a resultar más que sospechoso. El otro día en una de las cadenas más vistas de Francia salió un experto analizando con esa seguridad que sólo los franceses saben mostrar la esencia de nuestros males. Decía el tipo que lo teníamos muy mal porque, hablando claro, no sabemos hacer casi nada. Una industria obsoleta, un turismo que se defiende a duras penas, una agricultura miserable... no pude continuar escuchando. 


Que como país somos un desastre, eso lo sabe cualquiera, pero, ¡leches!, dentro de un orden. Porque, aunque sea odioso, si te comparas, no hay tantos lugares que nos puedan dar lecciones. Veinte o así, pero el resto... porque el caso es que me asomo al balcón y veo a la siderúrgica de aquí al lado echando humo todo el día, la petroquímica de allá lejos, también, los trenes de vía estrecha no paran de pasar y los de vía ancha lo mismo, los aviones aterrizan y despegan que ya se va haciendo insoportable por lo frecuente, el cinturón de autopistas rebosa tráfico a todas horas, los centros comerciales ni te digo... joder, leches, me digo, tan mal no podemos estar. 


Yo, así, por decir algo, apuntaría a que nuestro principal y acaso único problema es la baja, bajísima, calidad de nuestros gobernantes. Para empezar, todos esos presidentes de gobierno monoglotas. Y no sólo eso, también un pelín siniestros. O acomplejados, que no es para menos. ¿Se acuerdan de aquella foto de Zapatero apartado en una esquina mientras el resto de mandatarios charlan animados en otra? Lo mencioné en este blog porque desde que lo vi me pareció emblemático como causa de muchos de nuestros males. Si no te sabes relacionar en las distancias cortas estás copado. A todos los niveles.


Sí, estoy convencido, del rey abajo, hasta el último concejal, salvo escasas excepciones que supongo habrá, son todos unos zoquetes que no hay por donde agarrarlos. Unos incitadores a los malos hábitos y costumbres. ¡Venga a organizar eventos lúdicos! ¡Venga a construir instalaciones para el ocio! ¡Venga a inaugurar servicios sociales para ricos! Porque sí, muchos de esos que dicen servicios sociales son para uso y disfrute de gente que tiene pasta para darse los más diversos lujos: viajes alrededor del mundo, todoterrenos que te cagas, segundas viviendas que no te cagas menos... en fin, para qué hablar si todo el mundo sabe. 


Bueno, qué rollo, pero es que como me decía ayer Pedro, escribe o revienta.   











miércoles, 30 de mayo de 2012

"Esto"



'No va a haber ningún rescate de la banca española'


Ha llegado un momento en el que "esto" no por preocupante deja de ser menos aburrido. Un verdadero tostón. Por así decirlo y con ánimo de sintetizar, a estos tiempos que corren les podríamos denominar los del "donde dije digo, digo Diego". Todo es un puro desdecirse a paso lento para un imposible avanzar desde la estulta ilusión hacia la cruda realidad. 


La cosa tendría gracia si no fuese por lo que duele. Eso lo sabe de sobra cualquiera que haya pasado por el enganche a una droga. Qué bien, qué bonito, qué tontos los que no saben lo que se están perdiendo, te dices mientras dura la luna de miel. Mefistófeles sabe ser dulce en la cama. Pero, ¡ay!, luego, por la mañana, cada vez exige más atención. Hasta que  caes en la cuenta de que esto te está matando. Me voy a quitar, te dices. Petit a petit. Doucement. Hoy rebajo la dosis un poco, mañana un poco más. Pero pasado estás tan deprimido que la vuelves a subir. No pasa nada, volvemos a comenzar. Y pasa un año y los dolores de cabeza son insoportables y no has conseguido rebajar un ápice la dosis inicial sino todo lo contrario. Lean, lean "el comedor de opio" de De Quincey y sabrán de qué les estoy hablando. 


Sí, convénzanse, de la droga sólo se sale de golpe, cortando por lo sano. Pasándolas canutas. Convirtiéndose en mono que es la única forma de poder evolucionar a homínido. Lo demás, sólo palabrería de cobarde. O de walking dead si lo prefieren.


¿Vacaciones yo? ¡Ya te digo!

martes, 29 de mayo de 2012

Cuesta creer




Cuesta creer que esté todo tan mal. Ayer mismo estábamos paseando por las callejas de un pueblo cualquiera y no parábamos de caernos de culo al contemplar semejantes mansiones que no eran ni una ni dos sino una detrás de otra a cual más ostentosa y, todo hay que decirlo, un pelín horteras. ¡Cuanto despilfarro, Dios mío! Sin duda somos primos hermanos de los del Golfo pensaba yo.


Es algo sumamente curioso y digno de la máxima atención esa pulsión irrefrenable que empuja a los humanos a supeditar multitud de posibilidades de, como diría un francés, epanouissement a la posesión de una, dos o cuantas más y más lujosas mejor, viviendas puedas. ¿Qué demonios es lo que se puede esconder detrás de esa querencia desenfrenada? ¿La ilusión de seguridad acaso? ¿O la búsqueda de un prestigio que no se puede adquirir por otras vías más rectas? Un misterio en cualquier caso que merece ser desmenuzado por la teología con al menos tanta si no más dedicación que la que se empleó para el de la Santísima Trinidad.  


Porque vamos a ver, ¿tienes una casa muy guay y qué? ¿Alguien que no sea un vampiro te va a querer más por eso? ¿O que no sea un chusma te va a considerar de más valía? Y, luego, por no hablar de la cantidad de molestias que procura el adecuado mantenimiento de una de esas casas. Huelga enumerar. Una esclavitud sobrevenida al amparo de una ilusión. 


Yo recuerdo haber leído, hace ya muchos años, algo sobre estas materias. Agustín García Calvo escribió un opúsculo demoledor sobre el asunto. No dejaba títere con cabeza al respecto. Una casa, venía a decir, no podrá ser nunca más que un reflejo del estado de ánimo que te señorea en cada momento. Si estás contento, cualquiera es un palacio. Sí andas, por así decirlo, jodido, cualquiera es una prisión. Bueno, convendría matizar, pero en términos generales se puede aceptar el argumento. Aunque, al poco de esta lectura,  paseando un día por el barrio viejo de Zamora, tuve testimonio de las inconsecuencias del bueno de Agustín: estaba restaurando un viejo caserón a guisa de palacio. Para crear allí una especie de Academia Platónica o algo por el estilo, nos dijeron los albañiles. 


Más interesantes por consecuentes son las reflexiones que encontré en una biografía de John Cage. Vívía el ilustre compositor en un estudio de veinticinco metros en New York, sin más mobiliario que un camastro, una butaca y televisor en blanco y negro. Buena gana de complicarse la vida con mezquindades domésticas, pensaba él y como tal actuaba.  


No menos pedagógico es lo del cabanon de Le Corbusier. Este buen señor que no necesita presentaciones mandó al carajo su apartamento del cinquième arrondissement y se largó a vivir a una cabaña de veinte metros cuadrados a la orilla del mar. El mismo la construyó con sus propias manos. 


En fin, que dicen que la cosa está fatal por estos pagos, pero aquí ni cabanones ni estudios ni leches, aquí, si no ando equivocado, quien más, quien menos, quiere dejar constancia de su procedencia linajuda por medio de una propiedad inmobiliaria de cuanto más alto standing mejor. Aunque le vaya en ello el propio epanuissement, ya digo, que, a falta de realidades, apariencias mandan. 

lunes, 28 de mayo de 2012

Lantadilla Haute Cuisine

Llegas, coges, agarras la bicicleta y te pones a pedalear entre los mares cerealeros que acariciados por la brisa se dedican a, por así decirlo, tornasolear todos los matices del verde. Y allí, al fondo de la recta infinita, las choperas denuncian el fluir del agua. Lentamente, las vas viendo acercarse, ya casi las tocas, ya te protege su sombra, la carretera se estrecha un poco más y entras en el puente de Lantadilla, verdadero prodigio de la arquitectura medieval o así. 


Unos metros más allá del puente, "The River", prodigio de sincretismo hostelero. Ni Salón del Farwest, ni figón de Guzmán de Alfarache, ni Maxim´s de París, pero un poco de todo ello. En principio nos negaron la asistencia por ser fin de semana, pero el soliviante de la clientela obligó al patrón a rectificar. El hombre, con su mandilón mugriento, estaba muy atareado preparando la comida que iba a dar a quince médicos en una bodega adyacente. Pues nos pone una ensalada y unos huevos con morcilla y patatas. "Patatas noooooo, que eso...", dijo él. "Ustedes me dejan a mí que ya van a ver". "Pero que no tenga mucha grasa que a él no le gusta", advirtió María que ya se temía el porvenir. "No, grasa nada", afirmó con contundencia él. Nos trajo la ensalada que lucía linda, pero cuando ya teníamos hincado el tenedor vino apresurado y se la llevó porque se le había olvidado algo. Los huevos duros. No habíamos terminado con la bien surtida ensalada cuando apareció en plan triunfante con el "ustedes me dejan a mí que ya van a ver": un plato fuente con dos huevos en el centro a los que daba protección una corona formada por todos los más sofisticados hallazgos de la chacinería regional pasada por la sartén, vuelta y vuelta. Jamón, panceta, chistorra, chorizo, morcilla y yo qué sé cuantas cosas más, y todo en cantidades generosas. Daba gloria ver como regalimaba sustancia aquel dispendio. "Ustedes, poco a poco que no hay prisa", dijo al depositar el plato fuente sobre la mesa. Había allí para mojar que ni te digo. En fin, el caso es que sobrevivimos a todo aquello. 



Al atardecer en Melgar de Fernamental nos llevó hora y media pagar en la fonda La Concha. Tanto fue lo que nos contó  el posadero. Su vida completa y unas cuantas cosas más sin dejarnos meter baza. ¡Jó!, estos posaderos de Melgar son la repera. Porque el del Hostal Leo, al otro lado de la calle, en el que recalamos en otra incursión por la zona nos amenizó una comida con el relato de sus hazañas empresariales. Casas de chicas de meter, decía él guiñando un ojo. Bueno, no se pierdan lo de Melgar. Había, incluso, todo el rato, un motorista de aquí para allá como el de "Amacord", ¿se acuerdan?










Castilla, siempre nos quedará Castilla. Astudillo, Boadilla del Camino, Itero de la Vega, Santoyo, Frómista... Y ya no digo si la estación acompaña. 


P.D.- Tengan en cuenta que las fotos las saqué con el móvil que me regalaron el otro día en una oficina de Movistar. 

viernes, 25 de mayo de 2012

Casco Viejo




"Las tiendas de esta zona tradicional de la ciudad ponen en marcha la segunda edición de esta iniciativa singular y única en España", dice un rotativo local. "La música vuelve a los balcones del Casco Viejo para animar el comercio", en eso consiste la iniciativa singular y única en España. Casco Viejo, ¡hummm!


Bueno, habrá que ver que piensan los chinos de todo esto. Alomejó, incluso, copian la idea. 


Personalmente hay pocas cosas que me desagraden más que la música impuesta. Miguel Espinosa decía que la música ambiental era cosa de la fea burguesía. Yo voy más allá y digo que es droga para la repugnante chusma. En ocasiones, no lo olviden, conviene ser extremista. Porque imagínense viviendo en ese Casco Viejo y cagándose mil veces al día en esa iniciativa única y singular. En fin, pelillos a la mar.


Ayer, como me suele pasar cada cierto tiempo, me entraron ganas de releer Robinson Crusoe. No es que sea el libro que 
me llevaría a una isla desierta, valga la redundancia, ni ese, ni ninguno, pero está entre mis preferidos desde que le eché la vista encima por los años de la adolescencia temprana. Bien, Robinsón se mete en berenjenales terribles por no seguir los sabios y vehementes consejos de su padre, pero se las apaña para salir de ellos por sus propios medios y, por añadidura, siempre enriquecido. 


Sí, esos consejos de padre que si los sigues estás irremediablemente abocado a las típicas iniciativas únicas y singulares de la pequeña provincia. Porque los padres, salvo honorabilísimas excepciones, lo único que persiguen con sus consejos es que sus hijos no se metan en líos que les puedan salpicar a ellos con el consiguiente riesgo para sus ahorros. Por decirlo al modo erasmista, nada más insensato que las continuas sensateces de los padres. 


A life of ease and pleasure, eso es lo que quieren los padres de la pequeña provincia para sus hijos. The middle state, or what might be called the upper station of low life, por decirlo con una precisión escalofriante del tipo de aquella inscripción que dicen los mentirosos que hay a las puertas del infierno: ¡Ay de los que entréis aquí, perded toda esperanza!


Sí, convénzanse, los Cascos Viejos, las continuas sensateces de los padres, la pequeña provincia con su life of ease and pleasure, es la mierda a paladas que está en el origen de esta decadencia espiritual que el vulgo llama crisis económica.




lunes, 21 de mayo de 2012

El prestigio de lo verde




Que la cornisa cantábrica es verde porque llueve a mansalva es una verdad de perogrullo. Un día detrás de otro ves como van llegando por el oeste nubarrones siniestros que parecen estar esperando a colocarse sobre ti para descargar su ira. Todo rezuma humedades: hasta en este piso nuevo que habito hay unos lamparones en el techo que dan grima al mirarlos. Y ya, de las articulaciones carcamales, mejor ni les hablo. 


Decía Eugenio D´Ors que todos los problemas de España se solucionarían si se pusiese a llover y no parase en quince años. Se ve que Don Eugenio no era muy entusiasta que digamos del método empírico porque de lo contrario hubiese comprobado y padecido en carne propia, con sólo darse una vuelta por aquí, hasta que punto la lluvia pertinaz no sólo no acaba con los problemas sino que les agrava. 


Él suponía, muy mal supuesto en mi opinión, que, si llovía sin parar, a los españoles no les quedaría más remedio que quedarse en casa y, una vez prisioneros allí, muertos de aburrimiento, lo más seguro es que les diese por ponerse a leer. Lo demás, la mejora de nuestra idiosincrasia, vendría por añadidura. ¡Qué optimista y que simplón! 


Mi humilde experiencia al respecto es que cuanto más llueve más se deprime el espíritu y menos ganas se tienen de ponerse a cultivarle. Porque en un campo yermo no crece nada... a no ser que abuses de los fertilizantes con todos los nefastos efectos colaterales que se sabe que eso tiene para la causa medioambiental. 

En fin, qué pobreza fiarlo todo al clima. O si no todo, tanto. Porque la verdad es que cuando está uno vivo anda a lo suyo y ni siquiera se percata de las normales variaciones del entorno. Estar vivo, ¡casi na!

sábado, 19 de mayo de 2012

Entre peñascos acerbos



Entonces fue y dijo:"Estoy hasta los cojones de todos nosotros". Y se levantó de su escaño y se largó y nunca más le volvieron a ver por la Carrera de San Jerónimo. Creo que era catalán el tipo. De cuando los catalanes no tenían empacho en decir "nosotros" para referirse a los españoles. Pero eso es otra historia.


Pues sí, hasta los cojones, los mismísimos cojones, está uno de esta imbecilidad rampante que señorea el mundo. Les diré la última mamarrachada salida del caletre de los gobernantes de "la provincia": poner un teleférico para subir al Castro Valnera.Y ¿saben qué? Que lo más probable es que se salgan con la suya. Porque no hay despropósito en el que esta sociedad no ponga todo su empeño. 


Cuando yo era joven sólo íbamos a la montaña cuatro señoritos. Las típicas pandillas de veraneantes: excursiones por el campo, baños en el río, guateques al atardecer. Recuerdo perfectamente el día que por variar nos impusimos el reto de subir al Castro Valnera. No era moco de pavo: no conocíamos a nadie que se hubiese atrevido a tanto. 


Tuvimos que madrugar mucho más de lo acostumbrado para tomar el camión de la leche hasta más allá de San Roque de Riomiera, bien avanzada ya la ascensión al Portillo de Lunada. Íbamos como una docena o así apiñados en el estrecho espacio que las ollas dejaban en la caja del camión. Nos apeamos en una curva de la que partía un sendero que ascendía por el centro de una vaguada. 


Aquello nos parecía largo y trabajoso. No tardaron en comenzar las deserciones, mayormente femeninas. Al final quedamos tres. Uno de ellos el tío de algunos de los excursionistas que se había prestado a acompañarnos como garante de nuestra seguridad. El buen señor tenía por profesión la de dirigir el tráfico aéreo lo que de refilón le proporcionaba unos considerables conocimientos meteorológicos. Y así fue que en momento determinado dijo resoplando: aquellos cumulus nimbus no me gustan nada, yo me vuelvo. 


Los dos que quedamos subimos hasta arriba y allí nos comimos el bocadillo. Fue una hazaña de la que no fue preciso blasonar porque a la vista estaba. Algo, por así decirlo, como iniciático: la superación de un reto. Cuestión de amor propio, cabezonería, fuerza de voluntad o como quieran llamarlo.  


Bien, pues lo que ahora pretenden estas mugrientas autoridades es romper todo el encanto y misterio del mito. Ya nadie podrá tener su iniciación subiendo a tan emblemática cima porque al coronar se dará de bruces con un restaurante en el que las mesnadas de imsersatos estarán intentando desquitarse del hambre que pasaron de niños. 


Estos hijos de perra iletrados que quieren relanzar la economía "implementando" los medios necesarios para que la gente se entretenga y gaste más yendo de aquí para allá. O sea que en su inconmensurable burricie pretenden salir de la crisis magnificando los mismos errores que nos han llevado a ella. ¡Más diversión! ¡Más entretenimiento! Más pasen señores y vean.  


Ya digo, todo invita a retirarse a donde no lleguen ni siquiera los ecos de tanta que parece estulticia pero en realidad es maldad.  

jueves, 17 de mayo de 2012

Trashumar





Ayer estuve unas horas en Castilla. Lo de siempre: una luz radiante, un airecillo fresco sobre las mieses verdes... emprendí el regreso de mala gana. Nada más entrar en casa noté un olor que más que nauseabundo era como de no dejar respirar. Es que la trayectoria del viento que soplaba con fuerza era una línea recta que pasando sobre la siderúrgica de Nueva Montaña venía a dar de plein fouet, precisamente, sobre el bloque en el que moro. Y, ¡jo!, habrá toda la crisis que ustedes quieran, pero esa fábrica no para de producir de todo lo bueno y lo malo día y noche. Así que no es de extrañar que toda la vivienda que hay alrededor o esté vacía o en venta. Porque es que, ¡leches con la famosa "calidad de vida" de Santander! Si por lo menos echasen algo a la combustión para que los humos resultantes tuviesen propiedades psicotrópicas de índole positiva... en fin, pecata minuta porque ya casi tengo hechas las maletas. 


Trashumar, qué bella palabra. Ir de aquí para allá a la busca siempre de los mejores pastos para el espíritu. Hasta que la muerte te agarre subido al carromato por cualquier camino perdido entre dos nadas. Es mi sino.

martes, 15 de mayo de 2012

El sufrimiento






























Apenas un año transcurrido entre la primera foto y la segunda. Aunque fueran dos. Estos son los hechos. ¿Qué más hace falta?


La estructura de la tragedia, dice Aristóteles, es compleja. Necesita representar hechos que inspiren a la vez compasión y miedo. La inmerecida caída vertiginosa desde la prosperidad a la miseria. Porque no fue por depravación sino por error. 


Un tipo como tú o como yo ascendiendo por la escala social por lo que parecen méritos propios. Todo el mundo a su alrededor le alaba, le adula. Se lo cree y coge carrerilla. De pronto se ve tan alto que siente vértigo y cae en el vacío. No estaba preparado para tanto. 


Mucho se ha recorrido desde Aristóteles hasta nuestros días. Porque, ahora, ni compasión ni miedo sino todo lo contrario: regodeo por la desgracia del poderoso y seguridad por la propia mediocridad. Ya no temblamos con la tragedia. Ahora reímos con la comedia en la que lo hemos convertido todo. Por lo menos hasta que nos toca en carne propia. Puede que sea porque somos demasiados que, ya saben, la cantidad envilece.

domingo, 13 de mayo de 2012

El filón jeremiaco




Entonces va y viene el Sr. Bruce Springsteen y suelta así como el que no quiere la cosa: "yo no veo a la austeridad como el mejor método para luchar contra la crisis”. Y por eso, digo yo, será que la entrada más barata a una de sus actuaciones cueste 65 € del ala. Una bagatela para un indigneta.

Me maravilla, porque las canciones de este señor al que no sé por qué llaman The Boss, o sea, el jefe, tratan mayormente de tipos que andan como puta por rastrojo en el sentido amplio del término, es decir, tanto en lo moral como en lo pecuniario. De tipos que:

I get up in the evening
And I ain't got nothing to say
I come home in the morning
I go to bed feeling the same way
I ain't nothing but tired
Man, I'm just tired and bored with myself
Hey there baby, I could use just a little help


Me levanto al atardecer
Y no tengo nada que decir
Vuelvo a casa por la mañana
Me voy a la cama sintiéndome de la misma manera
No tengo nada que no sea cansancio
Hombre, simplemente estoy cansado y aburrido conmigo mismo
Eh, nena, podría usarte un poco...
(por decir algo)

Cansados, aburridos de no hacer nada porque para qué si total…y entonces es cuando se saca a relucir el talismán que todo lo justifica: They, ellos en español. Ellos, los poderosos que lo tienen todo enmierdado porque así ganan mucho más. ¡Fantastic!, que diría Richard Burton en la Noche de la Iguana. 

Ellos, el mantra con el que se fideliza a la clientela. Es el cuento de nunca acabar. Una vez en Salamanca vi como el eminente profesor García Calvo embobaba al auditorio con una bien dosificada proporción de “ellos”. Ellos por aquí, ellos por allá, tenían sometidos a los pobres chavales al imperio del futuro. Que no les dejaban vivir el presente, vamos, que es lo guay, salir por la noche y esas cosas.

Ellos, Moriati, Fumanchú, Mabuse y, pour quoi pas, Botín, sí, Botin, y también los Populares que en este caso son conservadores. Un conglomerado extenso y heteróclito contra el que nada se puede porque entre otras cosas viajan en avión privado. Igual, por cierto que The Boss.

La verdad, no se me alcanzan las razones por las que los medios de comunicación dan tanta importancia a los conciertos de The Boss. Porque o yo estoy muy equivocado o no son otra cosa que un alarde de pedestrería en todos los sentidos, excepción hecha del auditivo, que ese hay que lo que sufre el pobre. Claro que también es verdad que para los medios cualquier cosa que hace un multimillonario siempre es noticia. Y nada te digo cuando el multimillonario va de bueno, entonces ya tenemos ahí la contradicción 
estimulante. Como Humphrey Bogart en Casablanca que iba de duro pero en el fondo era un romántico blandengue y ¡menuda la que armó! 


viernes, 11 de mayo de 2012

Los viajes de los pobres




Los que me conocen saben de mi poca afición a los viajes. O, por decirlo con mayor propiedad, a los turisteos. Pero, mira tú por donde que de poco han servido en este caso los gustos o preferencias porque han sido las malvadas circunstancias las que me han obligado a iniciar el camino hacia ciertos lugares en los que, por así decirlo, nunca da el sol. 


Para que se me pueda entender les tengo que contar que me estoy sirviendo de aquella metáfora, o como le quieran llamar, que un día se le ocurriera al insigne Josep Pla: "las enfermedades son los viajes de los pobres". Bueno, para su tranquilidad les aclaro que este viaje en el que me hallo inmerso es, y así Dios lo quiera, de bajos vuelos. Como de andar por los alrededores o cosa por el estilo, aunque la duración ya se me vaya haciendo penosa y aliente la esperanza de que el tren que tomé esta misma mañana sea el del regreso definitivo. 


En fin, cosas de los materiales elásticos avejentados que, como saben, pierden resiliencia.  Es decir que, coges, vas, y les estiras y, cuando sueltas, ya no vuelven a lo que eran: la retracción  se queda a medio camino. Leyes de la física y ley de vida. Conviene saberlo y nunca olvidarlo  por más que vivamos tiempos de sirenas cantando por todas las esquinas. Sí, es verdad, las ciencias avanzan que es una barbaridad, pero todavía no lo suficiente para devolver la resiliencia a los materiales avejentados. Lo prudente, pues, será no abusar de los estiramientos. Aunque también es verdad, como ya señalara el gran Erasmo, que nada puede resultar tan peligroso como una prudencia a destiempo. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Conjeturando que es gerundio




Reconozco que tengo una tendencia, acaso enfermiza, a reiterarme en ciertas cuestiones que tienen que ver con la metodología del pensamiento. Y no creo que lo haga por convencer a alguien de mis tesis como no sea a mí mismo. Porque uno necesita estar siempre en guardia so pena de deslizarse una y otra vez por la resbaladiza pendiente de los errores conceptuales. 


De muy antiguo se sabe que, a causa de la omnipoderosa pereza mental que todo lo impregna, suelen los humanos convertir sus fugaces intuiciones en sólidas opiniones. Opiniones que, luego, de tanto repetirlas, acaban por ser consideradas como certezas, o convicciones, sin que para ello hayan sido necesarias las certificaciones expedidas por la autoridad competente en la materia. 


Creo que fue Ortega el que dijo que para pensar como es debido primero había que aprender alemán. Bien, parece ser que los hechos le están dando la razón. Porque podría ser que la actual situación de Alemania en el concierto de las naciones fuese la causa directa de su recto pensamiento. Su no caer con insistencia en el garrafal error conceptual de confundir las conjeturas con los hechos probados. Porque esa es la cuestión, que de Alemania para abajo, y algunos de los para arriba, no hacen otra cosa que estar los adversarios políticos todo el día tirándose los unos a los otros conjeturas a cual más disparatada sin otra consecuencia que la que ya señaló el clásico aragonés: caer todos ellos con más daño que escarmiento. 


Uno lo comprende en cierta medida porque los hechos en sí son tozudos y por tanto sumamente aburridos. Lo que es, es y punto. Mientras que la conjetura, ¡ay!, da para todo tipo de lucimientos florales. Coges, agarras y enfilas una suposición más o menos plausible y, a poco arte que te des, ya no hay quien te pare. O sea, que empiezas con pretensiones de analista y terminas con hechos de entertainer, esa profesión de la que tan necesitada está una sociedad cuyo mayor problema, y esto no conjetura, es el aburrimiento. 


Y digo que no es conjetura porque lo puedo demostrar con un aparato de medida de mi invención, el aburridómetro, que cualquier día de estos tendré sumo gusto en presentarles. Hechos en definitiva. Tiempo libre en el polo positivo, pereza mental en el negativo. Si las respectivas cargas aumentan, sabe dios qué tipo de dialéctrico tendrás que interponer para que no salten chispas de ingenio que a nada que te descuides te pueden llevar a ganar cualquiera de los infinitos juegos florales que se celebran por doquier en nuestro país de ensueño. 


Así que, ya digo -para mí sobre todo-, más hechos y menos conjeturas. O, lo que es lo mismo, más matemáticas y menos entertainment.  
  

lunes, 7 de mayo de 2012

Campos de amapolas



Algo nos ocultó el Barón de Munchausen respecto a su método porque a pesar de que uno ha mejorado el módulo, la dirección y el sentido del vector de fuerza con el que tengo agarradas las puntas de los pelos no consigo salir del pozo. Aunque bien es verdad que tampoco me preocupa mucho porque a todo se acostumbra uno y ya saben que no hay nada como instalarse en la costumbre para sentirse a gusto y seguro.  


Así que después de dedicarle unas cuantas jornadas a la geometría analítica y al desentrañe de los intríngulis básicos de la electricidad, me he dicho que no sólo de abstracciones puede vivir el hombre so pena de acabar como lo hicieran Newton y Cavendish, es decir, como auténticas regaderas. Y luego que el día de ayer fue rico en la producción de lo que, hablando en plata, siempre se denominó "chorradas", o sea, esas cosas que hacen los "chorras" cuando saben que alguien les está observando. 


Ayer les tocó a los socialistas franceses. ¡Vaya por Díos! Otra vez va a comenzar el mundo. Anteayer como quien dice, le tocó el turno a Sarkosy, que parecía que ya salía el sol por Antequera. Y ya ven en qué quedó la cosa. Como cuando Zapatero o Rajoy, aquí, que, a la postre, no hicieron ni hacen otra cosa que la que les dictan los mercados, esos malandrines que tan de acomodo sirven para los juicios conspiranóicos de los que leyeron dos libros a los que no tenían derecho. 


Pues bien, según pudimos saber ayer noche, Monsieur Hollande va a restaurar la dignidad perdida de los franceses. Como si les fuese a recoser el himen desgarrado por la gigantesca e insaciable verga de los mercados de los que, ni que decir tiene,  Monsieur Sarkosy ha sido durante los últimos cinco años un sumiso y aplicado mamporrero. Y todos felices, saltaban, gritaban y agitaban banderolas rojas que como todo el mundo sabe es el color del Sagrado Corazón de Jesús. Y también de las amapolas.  


El otro día, en una de esas sobremesas animadas por los caldos de ribera, decía una querida amiga: "es que este sistema ha demostrado que ya no sirve. Hay que cambiarlo". Me suena eso, me dije. Hay que decirle a la gente que haga con todo su dinero un montón en medio de la plaza, entre la Iglesia y el Ayuntamiento, y luego que cada cual se vaya sirviendo según sus necesidades. Unos, un suponer, para ir a estudiar música en Berklee College of Music y otros para ir a tomar el sol en cualquier perdida isla mediterránea. Que el caso es que nadie quede frustrado en sus ambiciones que, por supuesto, son todas igual de legítimas por ser éstas patrimonio del alma que, como todo el mundo sabe, el alma sólo es de Dios.