lunes, 28 de mayo de 2012

Lantadilla Haute Cuisine

Llegas, coges, agarras la bicicleta y te pones a pedalear entre los mares cerealeros que acariciados por la brisa se dedican a, por así decirlo, tornasolear todos los matices del verde. Y allí, al fondo de la recta infinita, las choperas denuncian el fluir del agua. Lentamente, las vas viendo acercarse, ya casi las tocas, ya te protege su sombra, la carretera se estrecha un poco más y entras en el puente de Lantadilla, verdadero prodigio de la arquitectura medieval o así. 


Unos metros más allá del puente, "The River", prodigio de sincretismo hostelero. Ni Salón del Farwest, ni figón de Guzmán de Alfarache, ni Maxim´s de París, pero un poco de todo ello. En principio nos negaron la asistencia por ser fin de semana, pero el soliviante de la clientela obligó al patrón a rectificar. El hombre, con su mandilón mugriento, estaba muy atareado preparando la comida que iba a dar a quince médicos en una bodega adyacente. Pues nos pone una ensalada y unos huevos con morcilla y patatas. "Patatas noooooo, que eso...", dijo él. "Ustedes me dejan a mí que ya van a ver". "Pero que no tenga mucha grasa que a él no le gusta", advirtió María que ya se temía el porvenir. "No, grasa nada", afirmó con contundencia él. Nos trajo la ensalada que lucía linda, pero cuando ya teníamos hincado el tenedor vino apresurado y se la llevó porque se le había olvidado algo. Los huevos duros. No habíamos terminado con la bien surtida ensalada cuando apareció en plan triunfante con el "ustedes me dejan a mí que ya van a ver": un plato fuente con dos huevos en el centro a los que daba protección una corona formada por todos los más sofisticados hallazgos de la chacinería regional pasada por la sartén, vuelta y vuelta. Jamón, panceta, chistorra, chorizo, morcilla y yo qué sé cuantas cosas más, y todo en cantidades generosas. Daba gloria ver como regalimaba sustancia aquel dispendio. "Ustedes, poco a poco que no hay prisa", dijo al depositar el plato fuente sobre la mesa. Había allí para mojar que ni te digo. En fin, el caso es que sobrevivimos a todo aquello. 



Al atardecer en Melgar de Fernamental nos llevó hora y media pagar en la fonda La Concha. Tanto fue lo que nos contó  el posadero. Su vida completa y unas cuantas cosas más sin dejarnos meter baza. ¡Jó!, estos posaderos de Melgar son la repera. Porque el del Hostal Leo, al otro lado de la calle, en el que recalamos en otra incursión por la zona nos amenizó una comida con el relato de sus hazañas empresariales. Casas de chicas de meter, decía él guiñando un ojo. Bueno, no se pierdan lo de Melgar. Había, incluso, todo el rato, un motorista de aquí para allá como el de "Amacord", ¿se acuerdan?










Castilla, siempre nos quedará Castilla. Astudillo, Boadilla del Camino, Itero de la Vega, Santoyo, Frómista... Y ya no digo si la estación acompaña. 


P.D.- Tengan en cuenta que las fotos las saqué con el móvil que me regalaron el otro día en una oficina de Movistar. 

2 comentarios:

  1. Oye, pues dime tú dónde regalan esos móviles tan guays, que las fotos quedan estupendas.

    Qué aventuras, chacho. Ya solo os queda hacer el Camino de Santiago en la bici. Bueno, no daré ideas, que las carga el diablo.

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  2. Pues los regalan en movistar por ser cliente de larga duración. Fui a cambiarlo porque al que tenía no le duraba nada la carga y me encontré con la agradable sorpresa. Aparte de eso me cambiaron el contrato por otro mas beneficioso. Puedo hablar días seguidos con otro cliente movistar por sólo 0,15 €.

    Lo del Camino Santiago no sé. Por donde anduvimos, pasa, y había miles de peregrinos. La gracia del invento por lo que pude colegir es ir cargado como un burro y renqueante como un lisiado de guerra. Bueno, no veas que vidilla hay por esos pueblos. Se ven cantidad de negocios florecientes y como que hay sitio para otros. Por lo menos la mitad de la Europa jubilada debe de andar por allí y esa gente tiene poder adquisitivo.

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