lunes, 21 de mayo de 2012

El prestigio de lo verde




Que la cornisa cantábrica es verde porque llueve a mansalva es una verdad de perogrullo. Un día detrás de otro ves como van llegando por el oeste nubarrones siniestros que parecen estar esperando a colocarse sobre ti para descargar su ira. Todo rezuma humedades: hasta en este piso nuevo que habito hay unos lamparones en el techo que dan grima al mirarlos. Y ya, de las articulaciones carcamales, mejor ni les hablo. 


Decía Eugenio D´Ors que todos los problemas de España se solucionarían si se pusiese a llover y no parase en quince años. Se ve que Don Eugenio no era muy entusiasta que digamos del método empírico porque de lo contrario hubiese comprobado y padecido en carne propia, con sólo darse una vuelta por aquí, hasta que punto la lluvia pertinaz no sólo no acaba con los problemas sino que les agrava. 


Él suponía, muy mal supuesto en mi opinión, que, si llovía sin parar, a los españoles no les quedaría más remedio que quedarse en casa y, una vez prisioneros allí, muertos de aburrimiento, lo más seguro es que les diese por ponerse a leer. Lo demás, la mejora de nuestra idiosincrasia, vendría por añadidura. ¡Qué optimista y que simplón! 


Mi humilde experiencia al respecto es que cuanto más llueve más se deprime el espíritu y menos ganas se tienen de ponerse a cultivarle. Porque en un campo yermo no crece nada... a no ser que abuses de los fertilizantes con todos los nefastos efectos colaterales que se sabe que eso tiene para la causa medioambiental. 

En fin, qué pobreza fiarlo todo al clima. O si no todo, tanto. Porque la verdad es que cuando está uno vivo anda a lo suyo y ni siquiera se percata de las normales variaciones del entorno. Estar vivo, ¡casi na!

No hay comentarios:

Publicar un comentario