jueves, 12 de abril de 2012

Las pequeñas preferencias


Doble café, corto de agua, con una gota de leche fría. ¡Leches, vive Dios que sabe usted bien lo que quiere!


Nos decía el padre de un querido amigo de juventud que la experiencia es como el crédito: cuando la tienes ya no sirve para nada. El crédito lo tienes cuando eres rico y la experiencia cuando eres viejo. La experiencia que, como les decía ayer, se adquiere no leyendo la letra pequeña de los contratos. O sea, recibiendo batacazos. 


Pues bien, mi inútil experiencia de viejo me dice que pocas cosas me habrán perjudicado más en esta vida que el dejarme atrapar por el vicio de las pequeñas preferencias. Es como un cáncer que se extiende por todas y cada una de las actividades cotidianas procurando al espíritu una rigidez paralizante. Antes de empezar ya sabes lo que quieres y cómo lo quieres, y cualquier contingencia adversa deviene en drama insoportable. 


Consciente, en cualquier caso, del gran lastre que ha sido y es ese vicio, he reflexionado largo y tendido sobre él por ver si de alguna manera, si no librarme, sí por los menos aflojar sus ataduras. Y, la verdad, no tengo ni idea si algo habré conseguido porque a nada que me descuido me veo dándole vueltas y más  vueltas en la cabeza a matters of small moment, que diría Holmes. Cuestiones de mierda que me distraen de lo que realmente quisiera: enfrascarme en una partitura nueva o un problema de vectores en el espacio. 


Pequeñas preferencias que me hacen cobarde, perezoso, necio y, sobre todo, desgraciado. Porque ahí está el punto, en el tremendo engaño que supone buscar la felicidad en las pequeñas cosas como preconizan todas esas filosofías de tres al cuarto que tanto gustan a los walking dead. No, convénzanse, se lo dice un viejo desengañado, las pequeñas preferencias no son más que el anestésico con el que tratamos de tapar el dolor que nos produce el no ser capaces de arriesgar en grandes empresas. La mayor de todas, conquistar el propio yo y afianzarle ante los ataques de un entorno disoluto que tolera mal la excelencia del espíritu. 


En fin, meditabajo y cabizbundo  andáis hoy amigo Fabio. Sí, es que hace tiempo que no como cocho, que diría la Lozana.  

4 comentarios:

  1. Oye, dime, ¿esto tiene que ver con lo de Froilán, no?

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  2. ¡Jo!, Jacobo, no lo cojo. Te refieres al tiro que se ha pegado el nieto del rey en un pie. Si es eso, vamos mejorando, porque por lo visto al rey, cuando chaval, se le escapo uno y mató a su hermano. Aunque no sé si serán habladurías.

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  3. la foto es : Jacques Tati en "jour de Fêtes".

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  4. Gracias, Lourdes. Soy un gran aficionado a la bicicleta. Voy en una más o menos como la de la foto y, también, más o menos, con la misma vitola. Lo de las pinzas para no manchar los bajos de los pantalones no lo perdono. Así que me cruzo con todos esos grupos de parvenues que no les falta un perejil y me miran como si hubiesen visto a un extraterrestre.

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