jueves, 11 de octubre de 2012

Graffitis pekineses



Se diría que es New York, o París, o Madrid, cualquier sitio de una ciudad cualquiera. Es Pekín. Un chaval con vaqueros, sudadera y gorro de lana va en skateboard por una acera limpia, con arboles a la derecha y un largo muro a la izquierda. En bandolera, una bolsa con sprays. Por la calzada, la corriente desbocada de coches. Al fondo, ringlera de rascacielos. Se dirige al bar donde ha quedado con unos colegas para diseñar el graffiti que luego  pintarán sobre el mentado muro, el que limita el campus de una universidad cualquiera. El rectorado ha dado permiso a los graffiteros para que actúen a su antojo. En fin, la típica historia sin sobresaltos. 

Podría ser un reportaje de Telemadrid, pero no, es de CCTV 9 Documentary, el canal de la televisión oficial china dedicado a emitir documentales, mayormente, si no en exclusiva, sobre China. También hay otros dos canales CCTV generalistas, uno en inglés y otro en francés. Bueno, por supuesto viendo esos canales uno se hace la idea sobre China que el gobierno chino quiere darnos. Que las cosas funcionan y lo que no funciona no se enseña. Pero con eso ya contamos porque tenemos mucha experiencia al respecto. Información, hasta en el mejor de los casos, siempre es manipulación. Y en nuestra mano está aplicarla el factor correctivo que consideremos apropiado.

La idea que quieren darnos, eso es lo que cuenta. Soy exactamente igual que vosotros en este caso. Graffiteros, tablaos flamencos, Santillanas... tenemos de todo, exactamente igual que ustedes, pero más ordenado y bonito si cabe, con el toque de exotismo local, etc., así que ya saben, si tienen un rato vengan a vernos porque se van a sentir exactamente igual que en casa. 

Es sencillamente impresionante, perdonen el oximorón, hasta que punto las sociedades se uniformizan cuando se desarrollan económicamente. Y cómo, con ello, el mundo se hace cada vez más pequeño. Ya me lo dijo hace años mi hija que, como es londinense, mira desde más alto. El mundo se ha hecho muy pequeño, papá, me dijo. Y yo, que no turisteo por aversión, empecé a comprenderlo. Y me creció la aversión. Porque una ciudad, convéncete, son todas las ciudades. Y un país, o nación, o pueblo, o como mierda quieran llamarlo los catalanes, son todos los países, naciones o pueblos o como mierda quieran llamarlo todos los catalanes que hay por todas las partes. 

Sí, el mundo se ha hecho pequeño y una ciudad es todas las ciudades y ahí está el punto y la madre de todas las tristezas colectivas y de muchas individuales, que unos no se han dado cuenta y otros no lo quieren aceptar. Y se esfuerzan por hacer   como si todo siguiese igual que cuando se pintaba al oleo.

Bueno, consuélense, que para marcar diferencias y distancias siempre nos quedará el yo. Entre el yo y el tú, eh ahí el único abismo que nos queda por salvar. Y tendremos para rato. 




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