martes, 30 de octubre de 2012

La segunda derivada

El mundo que viene, que les decía ayer, quizá ya esté aquí y lo que pasa es que no se nota porque es sumamente discreto por comparación al mundo de siempre, el de la tradición y el borregismo... sí, les voy a hablar de borregos. 

Una vez les conté el desagradable trance por el que tuve que pasar cuando me atacaron los perros de un pastor en uno de mis paseos por los paisajes cársticos de la premontaña palentina. Se trataba de los perros del pastor de Rebolledillo de la Orden, un personaje atrabiliario que había dado lugar a multitud de anécdotas, todas ellas de carácter violento. El caso es que los perros y los rebaños del pastor de Rebolledillo, como los del de Nogales, como los de tantos publecillos de por allí, eran omnipresentes y no sabría decir si beneficiosos o malignos porque había opiniones para todos los gustos. A los "proscritos", por ejemplo, les encantaba charlar con los pastores, pero luego echaban pestes porque por donde pasaban los rebaños no quedaba títere con cabeza, sobre todo las setas de cardo que se ocultan bajo los tagarnos que las ovejas las descubrían como si tuviesen un radar a tal efecto. Eso, por no hablar del alfombrado de cagalitas por las calles por las que pasaban, que era una verdadera inmundicia. En fin, personalmente, más allá de esa imagen bucólica cuando les ves evolucionando en la lejana ladera del monte, los rebaños de ovejas no me producen especial simpatía... más que nada por la agresividad de los perros que les acompañan, no los que son para guiarlos sino los que van en plan gorila por si se acerca un lobo... mi experiencia es que no distinguen muy bien entre lobos y humanos. 

Total que estaba yo un día en Aguilar, en clase de mates, con el asunto de las derivadas y su utilidad práctica y va Amaya, la profe, y me dice que tiene un pariente en Alar, donde yo vivía entonces, ya saben, que usa las derivadas para optimizar la producción de leche y carne de sus rebaños. Así, como les digo. Indagué el asunto y descubrí que se trataba de unas naves por la parte de la Fuente de la Gallina, al otro lado de la vía, discretamente apostadas contra la ladera del monte, a más de un kilómetro de la vivienda más próxima y a más de medio de la carretera más cercana. Había allí varios miles de borregos y en el tiempo que por allí anduve vi como doblaba su capacidad sin que en nada afectase a la comunidad ni en cuanto a olores, ruidos o cualquier otra de las desagradables secuelas de las explotaciones agropecuarias al uso. Por así decirlo, aquello era como si el futuro ya estuviese aquí... derivadas mediante.

Las derivadas, esa maravilla que debemos a Leibniz y Newton, tanto monta, y que si a la primera embestida nos da la pendiente de la tangente en un punto de la curva, en la segunda nos proporciona los máximos y mínimos y los puntos de inflexión. Muy sencilla su aplicación. A las ovejas les tienes que dar de comer unos piensos para que echen kilos de carne y produzcan litros de leche. Cual es la cantidad óptima de unos y otros, piensos y kilos para que el negocio sea lo más rentable posible. Sí sigues dando pienso se produce un punto de inflexión en el que el sobreprecio de la alimentación no se compensa con el aumento de kilos de carne. Así, con la segunda derivada de una formula relativamente sencilla puedes calcular el mínimo de pienso para un máximo de carne y leche y cual es el punto de inflexión en el que esos valores se trastocan. 

En fin, un rollo si quieren, pero no me negarán que la cosa tiene su miga y que no todo es garrulería en este país. Quizá haya mucha más matemática en la vida cotidiana de la que suponemos, pero como no mete bulla y su ausencia, por el contrario, mete tanta... pues eso, que nos hacemos una idea equivocada de la realidad. 


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