miércoles, 1 de febrero de 2012

Volatility


Una vez le oí decir a Pierre Boulez que en lo que a su formación musical hacía él debía mucho a haber estudiado durante la ocupación en un conservatorio dirigido por alemanes. Pierre Boulez, por si alguien no lo sabe, es el no va más de la música en Francia. De la clásica, bien sur. Por Dios, me dije entonces, van a acusar a este hombre de colaboracionista. Pero el tiempo no pasa en balde y lo que fue sacrilegio hoy es de aceptación no sólo consentida sino proclamada. Hace dos días, sin ir más lejos, tuve ocasión de escuchar la rueda de prensa que dio el Presidente Sarkosy y les puedo asegurar que toda ella no fue otra cosa que un canto a la eficacia alemana. Sí, hay que reconocerlo, lo que los alemanes no consiguieron con la fuerza de las armas lo están consiguiendo ahora con la fuerza del ejemplo. Pena que el ser humano tenga que errar tanto antes de encontrar el camino correcto. 


Bien, pues ayer, mirando la cadena fracoalemana ARTE, caí en la cuenta de que la parte de la programación que realmente tiene enjundia es la que fabrican los alemanes. La que hacen los franceses es muy vistosa a primera vista, pero las bellas palabras se acaban pudriendo cuando las riega la ideología. Y los franceses están enfermos de eso y de unas cuantas cosas más, como creerse estupendos y obligados a dar lecciones que nadie les pide. Bien, pelillos a la mar, que a lo que iba era que estaba viendo un programa, "Xenius", sobre el mundo de las finanzas. Una pareja de reporteros haciendo entrevistas, primero en la Bolsa de Frankfurt y después en la de New York. Pura pedagogía sin sesgos ni grandilocuencias. Los mercados, sus virtudes y sus defectos. Y algo que me pareció fundamental, sus argumentos para desmentir a ciertos convencidos como yo que consideramos a los indignados un conglomerado de porreros atrabiliarios, ignorantes y fracasados. Pero nada menos cierto. 


Les decía no hace mucho que la madre del cordero de todo esto que esta pasando no es otra que la avidez. El famoso "todos queremos más y más y más", que se cantaba ya hace mucho. Pues bien, aceptado que  esa es la materia prima imprescindible habremos de reconocer que también se necesita el fermento que transforme esa materia prima en, por así decirlo, oro. Ese fermento se llama volatility y es el que permite que un avispado ciudadano de cualquier rincón del mundo, internet mediante, pueda comprar y vender en el mismo día varias veces un paquete de acciones beneficiándose con ello de las fluctuaciones inherentes a todo lo que está sometido a las leyes de la oferta y la demanda. Y ese es el punto y la madre de todas las desgracias, porque así es imposible que las empresas puedan gozar de la estabilidad financiera mínima necesaria para programar sus estrategias a mediano y largo plazo. Y también es por esto que algunos dirigentes, con Sarkosy de vocero, quieran imponer una tasa a esas transaciones para hacerlas menos atractivas. La tasa Tobin que le dicen. 


El caso es que algo que parece tan sensato como esa tasa no es considerado como tal por la mayoría de los que tienen el poder de imponerla. Es seguro que por algo será. Tendrá, ¿cómo no?, sus efectos perversos. Y, luego, lo mismo que con lo de la legalización de las drogas, que si no es universal mantienen los entendidos, será un completo fracaso. Pros y contras, razones y contrarazones, el caso es que no se ve otra salida que limitar el alcance y magnitud de la necesaria y deseable especulación. Y ahí, en esa batalla por limitar es en donde, al parecer, tienen un papel determinante los indignados. Los indignados como punta de lanza de un movimiento ciudadano que sea capaz de intimidar a los dirigentes de la cosa. 


Bueno, yo me había reído de los indignados porque los había visto en la Puerta del Sol con el culo al aire y fumando porros, ajenos a la inmundicia que les rodeaba. Más o menos como los de la Plaza Cañadío que les comentaba ayer.  Pero ayer mismo vi cómo es ese movimiento en New York. Y nada que ver. Muchos de ellos son brokers que se han pasado de bando. Y son recibidos para debatir sus puntos de vista en los principales bancos del país. Porque a los dueños de la pasta se les podrá acusar de muchas cosas pero no de ser los más tontos del lugar. Ellos saben mejor que nadie que hay cosas que no están funcionando bien y que hay que modificarlas. ¿En qué dirección? Esa es la gran cuestión. Y la gran guerra en ciernes. Dicen los entendidos. 


En resumidas cuentas, que nada sabemos los que no sabemos nada.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario