miércoles, 15 de febrero de 2012

Bram Stoker


No se han recatado los diversos medios de comunicación estos últimos días en mostrarnos a una Arancha, o Arantxa, que no sé, Sánchez Vicario con un semblante tan desolado que sólo a los muy duros de corazón ha podido dejar indiferente. Ella, que durante tantos años fue la alegría del patio durante los recreos. Y, ahora, ahí la tienen hecha una piltrafa y no por las drogas al uso entre famosos sino por otra sin duda mil veces más perniciosa: el desinteresado amor de sus padres. 


Yo, aunque a veces lo parezca, no estoy seguro de nada, pero si me preguntasen por el colectivo con mayores posibilidades de tener por santo patrón a Drácula, sin dudarlo mucho respondería que el de los padres. Sí, no se lo pierdan. Observen a los padres de Arancha, o Arantxa, que no sé. ¿Qué es lo que tienen estos señores, una hija o una empresa? Lo dejaron todo por ella, claro. Y de paso se forraron. Normal después de tanto esfuerzo. Ellos, ya digo, excelentes empresarios, mantenían la maquinaria a pleno rendimiento a costa de lo que fuese porque la demanda era mucha. Había que aprovechar la racha. Con la mejor intención del mundo y todo eso. Por amor, en definitiva, fue que le chuparon toda la sangre. Y ahora la chica muestra su impotencia ante las cámaras. Completamente anémica. Completamente anómica. Para el arrastre. 


Bien, es un caso muy manifiesto. Emblemático si quieren. Pero no se despisten por ello porque la devoción por el santo entre los padres está muy extendida. Una verdadera plaga sin visos de retroceder.  Incluso peor, diría, que la de los perros. Padres que se lo consienten todo a sus hijos porque no pueden vivir sin la sangre de sus cuellos. ¡Que no estudien, por Dios!, porque si aprenden se irán y adiós suministro. Y de ahí toda esa mística estupidizante que preconiza la tolerancia, la blandura, el entendimiento, el coleguismo, con los hijos. Como si eso fuese "creativo", como le dicen ahora a tantas y tantas chorradas que tienen su origen en el reblandecimiento cerebral. Por Dios Bendito, como si no supiésemos de la importancia del conflicto para conquistar el propio yo. O sea, que deja en paz mi cuello de una puta vez. 


En fin, hablan y no paran de las causas de ese terrible flagelo que es el paro juvenil. No es para menos, pero yo diría que por lo general andan bastante descaminados. Para una aproximación al origen del desastre, recomendaría la lectura de Bram Stoker. Y al neonato, por favor, en vez de agua bendita y esas cosas, suminístrenle de entrada una ristra de ajos y una estaca. Para que las tenga siempre a mano. Y ya verían como así se acababa pronto con el paro. Con el estructural quiero decir. 

2 comentarios:

  1. Estará muy desolada la tenista, pero la venta de su libro para amantes del cotilleo de famosos probablemente la saque pronto de su supuesta amargura. Anda que no hay que tener morro y poca clase para sacar partido de un conflicto tan íntimo como la relación con los padres. Si todos los hijos maltratados ventilaran sus tristezas no iban a quedar árboles para fabricar todo el papel necesario donde escribir. A pesar de todo, pienso que al menos en Occidente, que es lo que yo conozco, la mayoría de padres hacen lo que pueden para que sus hijos sean felices, he de admitir que las mas de las veces no lo consiguen.

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  2. No sé, quizá tengas razón, Anónimo, pero a mí esa chica me da pena. Demasiado tiempo en las canchas y poco en las aulas acaba por pasar factura. La impresión que me da es la de un estado depresivo profundo subsecuente al aterrizaje en la realidad. Sus padres no sólo no eran buenos sino que además se han aprovechado de su falta de infancia y juventud para hacerse ricos. A mí no me parece mal que lo airee. Puede servir para alertar a otras víctimas de la desaforada por interesada atención paterna.

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