jueves, 26 de enero de 2012

Persépolis


Anoche pasaron por Arte "Persépolis". Me clavó en la butaca. A buen seguro que fue porque la película escarbó en la herida mal cicatrizada que vengo arrastrando desde que sufrí en mis carnes el hachazo de la intolerancia franquista y, luego, la mucho peor intolerancia de los repugnantes nacionalistas catalanes. De los vascos no hablo porque sólo estuve allí un año y no me pareció apreciar nada diferente a lo que había vivido cuando de chaval me internaron en un colegio de salesianos, es decir, teocracia folklórica y asesina.


 "Persépolis" es la biografía en dibujos animados de una joven iraní de la clase alta. Clase alta e ilustrada. O sea, lo uno por lo otro o lo otro por lo uno, el caso es que con ese doble bagaje se está en muy malas condiciones para convivir con un régimen opresivo como es, en este caso, el de los ayatolas. 


Nada me gusta hablar, y menos presumir, de mis andanzas rebeldes cuando lo de Franco. Y pocas cosas me dan más por el saco que escuchar a toda esa chusma sobrevenida antifranquista a la caza de los beneficios que del tal condición se pudieran derivar. O sea, tirando por lo bajo, el noventa por ciento de los españoles. Noventa por ciento, sí, digo bien, lo mismo que debe ser noventa el porcentaje de iraníes que conllevan la tiranía a golpe de vergonzante cobardía. Sin meterse en política, como aquí se decía por aquel entonces. 


Bueno, ya saben que ahora está muy de moda esa ciencia que consiste en estudiar las emociones desde el punto de vista neurológico. Se provoca una emoción a un tipo, o tipa, que está dentro de un aparato de resonancia magnética con el que se puede registrar algo de lo que pasa en el cerebro. El otro día vieron como resplandecía el de una señora que se prestó a hacerse una paja dentro del aparato. Parecía, dijo el investigador, que en el momento del orgasmo se encendía hasta la última neurona. En fin, para ese viaje... pero a lo que vamos, que se estudia, se investiga y se teoriza sobre el asunto. Y uno de esos teóricos de la cosa en cuestión suele estar con frecuencia en el debate de ARTE de las ocho de la tarde. Es muy interesante lo que cuenta. Dice, apoyándose en documentos gráficos, que el malestar, el bienestar, el miedo, el gregarismo y, en fin, todas y cada una de las emociones tienen su lucecita encendida en alguna parte concreta del cerebro. Y también se sabe la sustancia química que se libera cuando se enciende esa lucecita. Resumiendo, que estudiando ese juego de lucecitas y sustancias se pueden explicar los comportamientos humanos, tanto individuales como colectivos. ¡Ver para creer!


Los comportamientos humanos, ese misterio insondable. Gente, por lo demás respetable, que mira para otro lado al primer atisbo de sufrimiento ajeno. Y se dejan gobernar con gusto por quienes limitan sus derechos. Y ensalzan la injusticia ante la sola sospecha de que ello les beneficia. Y echan leña al fuego que quema al hereje para obtener la plenaria. ¡Sancta simplicitas! Y, luego, cuando se vuelven las tornas, blasonan de valentía al acomodarse a lo nuevo. Y todo, porque se encienden las lucecitas equivocadas en el cerebro.


Claro, de todo eso, deberíamos excluir a los ilustrados de la clase alta, lo uno por lo otro, lo otro por lo uno, que pal caso. "Persépolis" es la prueba y mi experiencia lo confirma.   

2 comentarios:

  1. La verdad es que conocí a un médico epidemiólogo iraní por estas tierras del que ya te he hablado. Era un tío culto, amable y tranquilo. Me dio la impresión de que vivía bien en su hospital, más o menos como habría vivido un especialista español en los cincuenta que no se metiera en política. Dos cosas me llamaron la atención: dudó cuando le pedí su dirección, pero al final me la dio. He leído que si te llega correspondencia del extranjero puedes tener un problema, pero daba la impresión, por su actitud, que para él era un problema menor. Por si acaso nunca le escribí, esperè que él lo hiciera antes pero nunca lo hizo. Cuando regresó dejó olvidado el libro que había estado leyendo; una traducción de la Biblia a su idioma, que yo conservo todavía en mi despacho. Me pareció curisoso, porque existen cristianos y judíos en Irán y por lo que yo sé tienen mayores restricciones que el resto de la población. Por otro lado la esposa de un colega mío, japonesa, solía ir de vez en cuando por Irán y era un país que le encantaba: decía que, salvo la molestia de tener que llevar el velo, se trataba de un país acogedor y agradable. Me imagino que las americanas de las novelas de Sender que venían a hacer sus tesis a España contarían cosas parecidas cuando regresaban a Estados Unidos. En fin, no habiendo nunca estado allí no puedo dar una opinión muy precisa, pero me da la impresión que los paralelismos entre el Franquismo y le Irán de hoy en día no son muy descabellados. Bueno, la cosa nuclear y eso, pero también hay que recordar que existió hasta la muerte de Franco un proyecto militar atómico en España impulsado por Carrero, conocido por la CIA, y que parece que cuando murió nuestro país contaba con el know how y el material suficiente para desarrollarlo. De hecho no fue hasta el 78 o el 79 que España no ratificó, con una cierta reluctancia, el tratado de No proliferación. En fin.

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  2. Es probable que lo del franquismo fuese parecido. Al fin y al cabo entre dictadura de derechas y teocracia hay pocas diferencias. Las dos permiten la economía de mercado que es lo que crea una clase media aburguesada y por tanto un resquebrajamiento de los principios inquebrantables. Nada que ver con los totalitarismos de izquierda que, por así decirlo, son los verdaderos totalitarismos ya que no dan resquicio a la propia iniciativa. En fin, espero que Irán al segundo o tercer intento se deshará de los ayatolas. Porque por lo que he visto en repetidos reportajes la cosa está bastante madura. Ya se sabe, los hijos de aquellos jóvenes mandamases de los años de Jomeini ya tienen veintitantos años y se les puede suponer todos los vicios de quienes han sido educados por unos papás demasiado ocupados con la limpieza de la casa ajena. Lo de la bomba atómica bien puede ser un síntoma de que están en las últimas. Un intento desesperado de apelar a las vísceras del populacho. Pero como dijo Chirac en cierta ocasión: a quoi de bon, si Irán lanzase una bomba atómica sobre Israel en menos de media hora sería borrado del mapa.

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