miércoles, 18 de enero de 2012

¡Enorme tormenta, compañero!

Mirando al mar, soñé.

No, no se preocupen que no va a ser ni de agua, ni de nieve o granizo, ni, ni siquiera de hierro como las que describía Jünger, no, va a ser de ideas. O sea, eso que los anglosajones llaman brainstorming, una especie de ritual que consiste en poner medio kilo de cocaína en el centro d la mesa para que se sirvan los altos ejecutivos de la empresa y empiecen a soltar por su linda boca. Se graba todo y luego se revisa para ver si en medio del guirigay alguien dijo algo sensato. 


Bueno, el alcalde de Santander ha dicho que la brainstorming en ciernes va a ser enorme. ¡Enorme tormenta, compañero!, que diría un cubano castrista. Bueno, supongo que el consistorio no habrá tenido problemas para hacerse con la cocaína preceptiva para tal evento. 


La enjundia de la cosa consiste en que Santander también quiere tener una de esas que se han dado en llamar "milla de oro". Como Londres o Madrid. ¡Pourquoi pas! Yo lo comprendo perfectamente, porque de algo hay que vivir. Si no tienes nada en la tienda por lo menos que el escaparate sea vistoso. Es la moda. Con un buen escaparate y unos cuantos vuelos low cost, tienes aseguradas las hordas de turistas que dejan sus dinerillos y también, ¡ay!, sus caquitas. 


El resto de la ciudad, como vulgarmente se dice, que le den por el saco. Total, qué más da, si va a ser para que vivan los camareros que sirven raciones y cazuelitas en la milla de oro. Los demás, ingenieros, doctores, matemáticos y tal, que podrían poner alguna objeción, ya tienen sacado el billete para Londres, Berlín, Silicon Valey, y lugares por el estilo. Los pobres, condenados a emigrar de su "tierra dorada" como cantaba Jorge Valverde. Y ahora, con el oro de la milla, más dorada todavía. 


Así son las cosas, porque así corre el siglo. Pero no todo es lo que parece, ni todo lo que reluce es oro. El otro día oí unos comentarios que me parece  pertinente  traer a colación. Blasonaban unos patriotas de haber sobrepasado a Francia en la cosa de la cocina. Tenemos más estrellas Michelín y todo eso. Entonces, un francés que andaba por allí les dijo, ¡benditos de dios, pero en qué mundo andáis todavía!  A los franceses ya hace mucho que les importa un bledo las estrellas Michelín. Lo que cuenta es la comida que se hace en los hogares, y esa está a años luz de la que se hace en los hogares de otros países. Es como si los brasileños, porque hace años que no ganan la copa del mundo, hubiesen dejado de ser los reyes del fútbol. No, convénzanse, son los reyes porque el fútbol impregna la vida cotidiana de la gente. Lo mismo que la comida en Francia. Y eso es lo que cuenta. 


Sí, los escaparates están muy bien, pero mejoran poco la vida de la gente. Lo que cuenta es lo que hay en la tienda. Y en la trastienda. 


  

2 comentarios:

  1. Ojo, es "graba todo".

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Anónimo. Desde luego que mi fuerte nunca fue la ortografía. A la que me descuido, la pifio.

    ResponderEliminar