miércoles, 16 de noviembre de 2011

La prima de riesgo

Le cogen el gusto a un palabra y no cesan de armar titulares con ella. Ahora le toca a la prima. La prima, que no es la donna o una como la que yo tengo en Albuquerque casada con un experto en magdaleniense.  No, a la prima que andan todos refiriéndose es a la de riesgo, es decir, la diferencia entre los intereses que tiene que pagar un tipo serio y los que tiene que pagar un tipo menos serio, cuando piden dinero prestado. Fácil de entender, a uno poco serio le pides mayores intereses porque como no estás muy seguro de que te lo vaya a devolver prefieres ir cobrándoselo por adelantado. Y, lo tomas o lo dejas. O sea, lo tomas, porque prefieres huir hacia delante que plantarte frente a las fieras. Y el día de mañana que sea lo que dios quiera.

Los que prestan el dinero, los financieros, esa lacra de la humanidad. Lo he escuchado tanto que a estas alturas ya debiera estar convencido. Pero no lo consigo. Quizá, sea por aquello que dijo Nietzsche de que opinión es sinónimo de situación. Y es que, aunque a muy pequeña escala, huelga decirlo, yo también soy prestamista, financiero, o como le quieran llamar al que pone sus ahorrillos al albur de una más que dudosa coyuntura. Yo y mis amigos, todos somos financieros. Porque evitamos los bares, y los coches de alta gama, y la ropa de marca y el fardar en general. Y, claro, así, se nos acumula la pasta. Y entonces la prestamos con afán de lucro. Cuanto más mejor. Porque ese es el legítimo derecho de cualquiera que no sea musulmán, a dios gracias.

Sube la prima de riesgo y entonces van los indignados y ponen el ojo sobre las "agencias de calificación". Otro chivo. Y se quedan tan anchos. Como si la culpa de la fiebre la tuviese el termómetro. Pensamiento mágico en acción. Hay que prohibir a esas agencias decir lo que saben, proponía ayer el ministro francés del ramo. Y todos se rieron de la ocurrencia. Como si no supiésemos todos los que tenemos dos dedos de frente que prescindir del diagnóstico de esas agencias sería como conducir un coche con los ojos vendados. ¡Catacrasss!

En fin, un verdadero galimatías del que costará salir porque el pensamiento racional, o científico si quieren,  siempre tendrá las de perder frente al pensamiento mágico de las ideologías o, más propiamente dicho, de las religiones. La ofensa de la verdad contra el halago de la mentira. Porque vamos a ver, vas y dices, lo que nos está pasado es que hay aquí demasiados millones de camareros, albañiles y low skilled workers en  general, viviendo como si fuesen ingenieros. Y entonces van los buscadores de feligresía y se te tiran encima llamándote facha o cualquier cosa peor. Lo que tu quieres es bajar el sueldo a esa pobre gente. Vale, pues no se lo bajamos, y que tomen el sol los lunes mientras la prima sigue subiendo y mis ahorros se van al garete. ¡Bonito panorama!

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