jueves, 10 de noviembre de 2011

La canción podrida

Dar con el portillo del caer en la cuenta, le dice Critilo a Andrenio. Si de mi dependiese lo que más iban a hacer los chavales en la escuela sería leer El Criticón. Una y otra vez hasta que cada uno de los educandos se sintiese identificado en cuerpo y alma con Andrenio. El bueno y tonto de Andrenio se deja embaucar por cualquier cosa con oropeles. Como cualquier niño. Nada de lo que preocuparse siempre y cuando no se  tarde demasiado en dar con el portillo del caer en la cuenta. Si se tarda demasiado, a veces pasa que el portillo está entonces demasiado alto para poder saltar desde él sin hacerse daño al aterrizar.

Viene a cuento lo dicho con que esta mañana me ha llevado el paseo cotidiano por los medios a los diarios de Arcadi Espada. Pocas cabezas hay en este país por las que sienta más admiración que por la suya. Tuve la oportunidad de verle en directo varias veces y siempre me estremeció con su agilidad dialéctica. Sus oponentes, siempre nacionalistas catalanes, todo hay que decirlo, quedaban para el arrastre o, dicho de otra manera, a la altura del betún. Aunque, bueno, tampoco es que para conseguir eso se necesite mucha cabeza, más bien corazón por aquello de que es en ese órgano donde la sabiduría popular ubica el coraje, el que hay que tener para enfrentarse a un coro hostil de fanáticos inasequibles al desaliento.

Su entrada del día se llama "La canción podrida" y hace referencia al hastío de tener que escuchar una vez más las quejas o agravios de un prohombre de la patria catalana. Todo lo que escriben al respecto, él y sus corresponsales, hace pensar que están al borde del suicidio. Es un no poder ya más como de noche de los muertos vivientes. Se metan donde se metan les sale al encuentro uno con todas sus inmundicias al aire. ¡Dios mío, qué tormento! Y entonces voy yo y me pregunto: ¿Pero estos señores, tan listos como son, cómo es que no dan con el portillo del caer en la cuenta y saltan por él al vacío? Por mucho daño que se hiciesen al aterrizar nunca sería tanto como los dolores de ese parto que nunca llega a término.

Ya digo, no me lo explico. Porque tengo mi experiencia al respecto y les puedo asegurar que nunca salté con más provecho. Aunque ésta es otra historia para exclusivo consumo interno.

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