lunes, 21 de noviembre de 2011

El árbol caído

No hay nada que me produzca tanta satisfacción como hacer leña del árbol caído. No me importa confesarlo por más que me tachen de mezquino. Recuerdo que, cuando vivía en Alar, agarraba la bicicleta y me iba por los caminos de sirga hasta la segunda exclusa. Había allí un gigantesco nogal al que los elementos habían tumbado. Llevaba años así, pudriéndose poco a poco, sin despertar ni la curiosidad ni la codicia de nadie. Hasta que llegué yo y empecé a llevarme un saco tras otro de ramas secas como la yesca. Nunca vi nada mejor para encender la chimenea. Y parecía haber allí material para una eternidad. Pero un buen día llegué y encontré el lugar barrido. Alguien había utilizado, sin duda, medios caterpillar para robarme las ilusiones. En fin, choses de la vie.


En realidad los vientos, por muy violentos que sean, no suelen tumbar un árbol si es que éste está sano. Si cae es porque está seco o podrido. Y aún así, seco y podrido, suele aguantar lo suyo siendo un potencial peligro para todos los que pasan por allí. Por eso es una bendición que caiga de una vez: deja de ser peligroso y sirve para hacer leña.

Me he acordado de estas cosas viendo en las crónicas postelectorales unas fotos de Revilluca. Se le ve abatido al hombre. Y yo que me regocijo. Porque, en mi particular sistema de valores, el que se abata ese tipo es un bien para la humanidad. Porque se abate lo arcaico, lo demagógico y populista. Lo necio para simplificar.

El regionalismo, la estafa que no cesa. Se empeñaron y tuvieron su universidad. Y los jóvenes no fueron ni a Valladolid, ni a Madrid, ni a Barcelona a estudiar. Se quedaron en la casa de sus padres hasta edades provectas. ¡Y vaya que si se les nota! Ahora, todos son expertos en anjanas, ojancanos, cerratomitos y tentirujos. Y cuando tienen un hijo lo llaman Laro para procurarle una identidad sin fisuras. Y luego, puestos a innovar, van y montan una empresa dedicada al embotellamiento de la berza cántabra. Y, en fin, rematan su exaltación de lo propio con una multitudinaria paella de Vicente, las que dan de comer a más gente, o con unas familiares chuletas a la brasa, en una cualquiera de las adecuaciones recreativas que el poder político ha distribuido por el territorio con la misma aleatoriedad con la que nacen los hongos.

Sí, estamos de enhorabuena. A Revilluca "no le van a oír" en Madrid. Y con un poco de suerte no le volvemos a oír por aquí. Y con un poco más de suerte... bueno, tendría unas cuantas propuestas que hacer, pero mejor me callo que todo el mundo sabe que la gente de provincias suele ser muy susceptible.

2 comentarios:

  1. Bueno, ya olía mucho lo del zapaterismo. Un ejemplo muy claro de eso que nos decían de chicos de que el infierno estaba empedrado de buenas intenciones, o eso de Guillermo que tanto te gusta a ti de que "yo solo quería ayudar". Eso sí, cuando oí a Mariano decir que va a cortar en todo menos en pensiones dije apaga y vámonos. Cuanto me habría gustado eso que pillé en la BBC cuando entraron los conservadores: "Recortaremos de todo menos de investigación, porque eso es precisamente lo que nos va a sacar de la crisis". Supongo que sería pedir demasiado. Dentro de dos o tres siglos quizá.

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  2. Bueno, si no baja las pensiones,cosa que dudo, lo tomaré a beneficio de inventario. Por lo demás, comparar la patria de Cavendish con la del "que inventen ellos" me parece cuanto menos un ejercicio de optimismo no sé si antropológico o de qué otra clase.

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