lunes, 5 de marzo de 2012

Te lo ahorras en jamones


En mis años de Salamanca vivía de pasar una consulta de Pulmón y Corazón en un ambulatorio. El tiempo que tenía asignado era de dos horas a media mañana para atender un cupo compuesto mayormente de gentes que habitaban la raya de Portugal, cien kilómetros más allá. Así que no es difícil comprender que tuviese poco trabajo. Dos o tres pacientes al día por lo general. Les solía dar palique para  que no se fuesen con la sensación de haber echado el viaje en balde. Porque es que, además, aquella gente parecía haber tenido bastante buena escuela. Un día un viejecillo me trajo una loa que había escrito al maestro de su pueblo. Una verdadera joya que es de las pocas cosas que conservo. Por lo demás, la mayoría de los que venían, lo hacían para revisarse antes de ir a los viajes del IMSERSO. Algunos, también, a la vuelta para explicarme hasta que punto lo habían pasado mal. Y, claro, siempre echando la culpa a su mujer, porque por ellos, arguían, nunca se hubiesen metido en semejante fregao.


Como les decía, tenía mucho tiempo libre que solía matar leyendo. Pero también relacionándome con los colegas. Así es que un día, con motivo de haber pedido información a uno de ellos sobre a qué facultativo acudir para un alifafe que se me había presentado, me enteré de lo que ya hubiese sabido a poco que me hubiese puesto a pensar. Me instó aquel buen compañero a que me hiciese de una mutua para poder escoger entre lo mejor sin tener que agradecer nada a nadie. "Lo que te gastas en la cuota te lo ahorras en jamones", me dijo. Porque es que ya saben, los médicos solíamos tener por costumbre pedir favores a los compañeros y ellos a nosotros y venga y dale hasta formar un entramado de compromisos indescriptiblemente desagradables. Con el corolario, claro está, de los regalos por navidades.


Así es que ya va para veintitantos años que estoy pagando una mutua. A cien euros mensuales, más o menos. Calculen el montante. Pero no estoy pesaroso en absoluto. A Dios gracias, hice poco uso de ello, pero cuando lo necesité fue de lo más expeditivo. Llegar y besar el santo, que se dice. Aunque también tuve algún choque en la tercera fase. Un par de veces en Barcelona paré en seco las ansias intervencionistas de los galenos a la búsqueda de extrabeneficios. Es un peligro muy real de la medicina privada del que tampoco está libre la pública, aunque por motivos diferentes.


Pues bien, lo mismo que vengo haciendo yo lo vienen haciendo unos cuantos millones de españoles. Y ha sido gracias a eso que las noticias que suelen abrir estos días los telediarios no lo hayan hecho hace diez años o más. Porque estaba cantado y sólo los fanáticos negaban la realidad: el sistema público de salud, tal y como estaba concebido, era de todo punto insostenible. Una mezcla de cuevas de Ali-babá y de monumento a la estulticia. Venga a aprovecharse los listillos, venga a sacar pecho los idiotas. Bueno, también estaban los románticos, cómplices a su pesar.Y no es que quiera ahora venir a dármelas de visionario, pero por si alguien dudase de que a este respecto lo fui puede comprobarlo en los números 1488 y 1489  de "TRIBUNA MÉDICA" en donde están publicadas mis "reflexiones en forma de entrevista" sobre el particular. Y en la misma publicación del 12 de junio de 1995 rematé la jugada opinando sobre los "Monopolios Estatales.


Sí, todo lo que está pasando en la sanidad era perfectamente previsible. Tan claro como lo es que los nuevos ricos de seguir con su afán de apabullar con el lujo dejarán muy pronto de serlo.  Así que regocijémonos, porque el imperio de la realidad está asomando su autentica cabeza. Nada puede haber mejor que eso.

3 comentarios:

  1. Buena gana de comprobar si lo que dice es cierto buscando en la Tribuna Médica, Dios me libre. Pero si uno se dedica a vaticinar cosas funestas como Casandra, tiene muchas probabilidades de acertar, pero también que lo tomen por loco. Está claro que en una sociedad que vive de la deuda, cuando el fiador deja de prestar se va todo al garete incluida la Seguridad Social, aceptando desde luego la obviedad de que la empresa hace aguas por muchos sitios.

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  2. Pues sí, Anónimo, buena gana. Pero no quería yo tanto incidir en mis indiscutibles dotes visionarias cuanto en el hecho de que han sido varios millones de gente común los que haciéndose a un lado han permitido que el Estado continuase con sus delirios de grandeza. Me atrevo a pensar que quizá sería bueno que el Estado se dedicase a ayudar sólo a los que no se pueden ayudar a si mismo. Porque empeñarse en ayudar a los que no lo necesitan ha demostrado ser una benevolencia sumamente perniciosa.

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  3. Anda que como necesite una asistencia médica seria y cara, pongamos por caso un trasplante de órgano, que Dios no lo quiera, iba a saber si necesitaba o no ayuda del estado, porque su mutua probablemente no le iba a cubrir ni las gasas del quirófano.

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