sábado, 29 de septiembre de 2012

Estar a lo que se está




Uno, porque naturaleza egocéntrica obliga, o por lo que sea, no tiende a mirarse en espejos ajenos y menos a admirar a personas, sobre todo cuando por su particular forma de ser y actuar se han convertido en personajes. Lo cual no quita para que, como toda regla que se precie de tal, no tenga sus excepciones. 

Ya les conté en cierta ocasión ya lejana mi admiración por Palmira, la enfermera que acompaño e inspiró mis primeros años como profesional de la medicina. Estaba a lo que estaba, lo cual incluía, por supuesto, impregnar el ambiente a su alrededor de una desdramatización inteligente. O responsable, si mejor quieren. Porque es que ya saben lo que suele pasar en los departamentos hospitalarios, que suele haber demasiado tonto del culo tratando de elevar su rango por el torpe procedimiento del amedrentar al sufriente y su entorno. Pero esta es otra historia que no viene ahora a cuento. 

Y en esas estaba esta mañana cuando sobrevolando la prensa digital voy y me topo con una fotografía de Alberto Pico, más conocido como "el cura del pesquero". Más que fotografía se trata de un vídeo en el que unas niñas le hacen una entrevista. Lo pueden encontrar, si lo desean, en El Diario Montañes. A mí me ha parecido que está fantástico, pero reconozco que no puedo ser parcial porque siempre tuve verdadera admiración por este hombre, quizá la persona más notable que traté en mi vida. Una especie, por así de decirlo, de San Manuel Bueno y Martir del que sería difícil atestiguar la fe, pero sí, sin duda, una inteligencia privilegiada que el muy ladino supo transmutar en lo que podríamos denominar bondad pedagógica. 

Estate a lo que estás, dice que fue el consejo que le dio la persona que más ha querido en su vida, un cura como él, del pesquero también, y que más se ha esforzado en seguir toda su vida. Estate a lo que estás, o sea, estate siempre atento, les explica a las niñas que le entrevistan. En fin, véanlo si quieren, porque ya les digo, merece mucho la pena.  En El Diario Montañes de hoy, 29/09/2012. 

2 comentarios:

  1. Eso que dices de los hospitales se puede aplicar a cualquier profesión en la que el que la ejerce acaba teniendo poder sobre alguien. Como te puedes imaginar, la enseñanza es un caso paradigmático. Sería bonito dar con el quid de cuales son los motivos de verdad por los que la gente elige esta profesión, pero me imagino que ese poder sobre los jóvenes a muchos les produce su buen chute de adrenalina. Ahora, que si hablamos de jueces, fiscales, policías y carceleros... Poder de poder, que decía el clásico.

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  2. Supongo yo que siempre que se necesita a alguien para algo, ese alguien pasa automáticamente a tener algún tipo de poder sobre el demandante de ayuda. El alumno que pide al profesor que le enseñe o el enfermo que pide al médico que le cure, por poner dos ejemplos muy paradigmáticos. Lo que cuenta entonces es la forma de ejercer ese poder que es tanto como retratarse en el amplio sentido de la palabra. Desde la elegancia más sobria a la mezquindad más enojosa. En fin.

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