martes, 18 de septiembre de 2012

Esperanza



Cualquiera que se haya interesado un poco por la mitología clásica sabe de sobra que la esperanza es uno de los sentimientos, o virtud teologal si quieren, que más tinta ha hecho correr sin que por ello se haya podido llegar a conclusión esclarecedora alguna. 

Bueno, ya saben que a Dios le sentó muy mal la traición de Prometeo. Ya le había hecho algunas jugarretas que le había perdonado de mala gana, pero lo de robar el fuego, eso, ya era demasiado. Y, por supuesto, no podía quedar sin punición. Hay quienes dicen que le ató con unas cadenas a una roca del Caucaso en donde todos los días venía un águila a roerle el hígado. No es poco, desde luego. Pero el castigo que alcanzó más fama fue sin duda la treta de Pandora. Fabricó una mujer con la medidas que se suponen ideales a efectos de exacerbar el deseo, en fin, ya me entienden. La proveió con una cajita maravillosa dentro la cual encerró todos los males del mundo. Y la envió a la tierra con la advertencia de que fuese quien fuese el que se hiciese con la cajita, ni por asomo se le ocurriese abrirla so pena de encontrarse con la más desagradable de las sorpresas. Bien, pues Prometeo tenía un hermano medio lelo que por lo que sea fue el que se hizo con los favores de Pandora y con su cajita. Y como, ya digo, era medio lelo, no se le ocurrió mejor cosa que abrir la caja. Y, ¡zas!, todos los males que Dios había encerrado en la caja empezaron a esparcirse por el mundo. Entonces Prometeo, que andaba por allí, dio un manotazo a la caja y la cerró antes de que se vaciase. ¿Y saben lo único que se evitó que saliese? La esperanza. 

¿Por qué estaba la esperanza dentro de la caja? ¿Acaso Dios consideraba que la esperanza es un mal? Y si era un mal, en cualquier caso, no consiguió desparramarse por el mundo. Quedó dentro de la caja. ¿Por qué? ¿Porque acaso no era un mal? Un verdadero galimatías porque, por otra parte todos sabemos que haberla hayla por doquier y a porrillo. Y que nunca cesa de triunfar sobre la experiencia y la razón. Vean si no a ese pobre desgraciado, o desgraciada, que va y se casa y después de padecer mil miserias consigue liberarse por medio de un costoso divorcio... pues bien, en la inmensa mayoría de los casos verán a los cuatros días a él, o a ella, metidos de nuevo en harina y, no por nada, sino simple y llanamente porque la esperanza derrotó por goleada a la experiencia. 

La esperanza, ese presentimiento de que las cosas pueden ir a mejor. Presentimientos. ¿Basados en qué? Pues eso, en los presentimientos. ¿Buena cosa? ¿Mala cosa? Ojo con ella en cualquier caso. 

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