viernes, 13 de julio de 2012

Perros de paja




De León a Astorga, una verdadera tortura. No teníamos más posibilidad que la de ir por el arcén de la general que era ancho, pero con la música dodecafónica del tráfico a todo volumen. Y, luego, que a menos de medio kilómetro de la carretera va una autopista de peaje por la que no circula nadie. Desde luego, qué país. No quiero ni contarles las protestas que tuve aguantar de María, lo cual, no por ser absolutamente justificadas, porque a qué demonios teníamos que ir nosotros a Astorga, dejó de fastidiarme y no por nada sino porque no puedo soportar que alguien me gane a protestón.


Astorga, verdaderamente, sorprende. Será por las mantecadas, la cecina, las alubias o lo que sea, pero se nota que está bollante. El hotel que pillamos era de esos que llaman spa y era cursi de c... Debía de ser catalanes o algo por el estilo porque en la cafetería había mucho modernismo y una placa dedicada a un tal Salischas, o algo así, que, por lo visto, era un señor que tenía una cafetería en el Paseo de Gracia. Bueno, no quiero extenderme, sólo les diré que al irnos esta mañana nos preguntaron que qué tal. Les dije que muy bien, aunque quizá para la ducha se necesitase un cursillo previo. Sí, me dijo la recepcionista, hemos puesto una hoja con las instrucciones. Y entonces, como ya estaba lanzado, voy y les digo: Miren, como veo que a ustedes les va mucho lo catalán les diré lo que dijo el catalán más insigne de todos los tiempos: La simplicitat mai a corromput el guste. La recepcionista se quedó como a uvas, pero, entonces, una que andaba fregando por los suelos, se lo tradujo. Por lo visto la mucama había estado sirviendo en Barcelona. 


La verdad es que lo suyo hubiese sido quedarse en la Fonda la Peseta, pero los de Turismo ni nos la mencionaron. Luego, cuando paseando por la villa, la vi, me dio mucha rabia. Quizá ya vayan para cuarenta años los que hace que me alojé en La Peseta y lo recuerdo como un lugar muy agradable. Claro, por aquel entonces era el único hospedaje de todo Astorga y hoy está de hoteles spa que no cabe uno más. En fin, es lo que tiene llegar a los lugares muy cansado, que te agarras a lo primero que te ponen delante. 


Por lo demás, pasear por Astorga es de lo más agradable. Todo limpio y espacioso y con una construcción que para sí la quisieran capitales que presumen de tal. Y luego, cenar un menú de diez euros en una terraza de la plaza. Magnifico todo. Bueno, la verdad es que por no tener credenciales de peregrino tuvimos que cambiar de terraza, pero sólo unos metros más allá. Por cierto que no era la primera vez que nos traían a colación lo de las credenciales, y a fe que nos hubiésemos ahorrado algunos euros de haberlas tenido, pero, también, ir por ahí de excursión y andar de papeleo, pues, qué quieren que les diga. 


Hoy hemos tirado por la Ruta de la Plata hacia el sur. Como al lado está la autovía la Ruta no tiene tráfico. Es una pasada, por decir algo. No hemos tardado en llegar a la Bañeza. Hemos tomado un pincho y un café en la Plaza Mayor. En la Bañeza se ven menos ínfulas que en Astorga. Quizá sea por no ser obispado. En cualquier caso a la entrada hay un hotel como de diez o doce pisos que, verdaderamente, choca un poco. En Benavente creo que hay uno de ese tamaño, pero según dicen está dedicado en exclusiva a la cosa del fornicio. No sé. Ahora que la Plaza Mayor tiene mucho encanto. Con la iglesia y el ayuntamiento a un lado, el resto, en su mayoría, son casas de comienzos del veinte de un modernismo austero. Ya digo, tiene encanto. 


Cuando sales de la Bañeza por la Ruta de la Plata pasas dos o tres colinas suaves, giras a la izquierda y te metes en el Páramo. El Páramo es un emporio. Son kilómetros y kilómetros de campos de maíz que da gusto verlos. De vez en cuando se alternan con la remolacha, el girasol, la alubia e, incluso, alguna pequeña mancha de cereal en sazón. Y nunca se acaba. Todo recto, todo llano. La hora de comer nos ha pillado a la altura de Laguna de Negrillos. Hemos preguntado a la única persona que se veía en kilómetros si había algún sitio para comer en el pueblo. Sí, no, a veces dan es ese... Hemos ido allí, pero como no parecía haber nadie nos hemos decantado por otro que se veía al fondo de la calle. Al llegar he tenido sensación de "perros de paja". Tal era el tipo de gente que había en el bar. Hemos vuelto al primero y ha sido uno de los mejores aciertos de nuestra vida. Aunque nada lo anuncia en la puerta, hemos podido saber por el sobrecillo del azucar que se trata de "Casa Baudilia".  Y había menú. Bueno, la ensalada mixta para empezar era normal, pero las carrilleras con patatas fritas que han seguido ha sido el plato más exquisito que recuerdo haber comido en muchos años a la redonda. Y les juro que no exagero.  En fin, el Páramo. Te paras en mitad de la carretera y eres como Gary Grant en "Con la muerte en los talones", que oye como se va acercando un coche que nunca acaba de llegar. Con la reverberación del suelo, las distancias son indefinidas y, luego, el sonido, a merced de los caprichos del viento. Ya digo, Oklahoma. 


Por fin hemos llegado a Valencia de Don Juan. Más castillos.  Como no podía ser menos, están en fiestas. La "semana medieval" o algo así. Nos han dado habitación en el único hotel del pueblo por misericordia, porque todo está lleno. Es un lugar muy agradable. De unos asturianos afincados por aquí que tienen también una sidrería. Bueno, iremos allí a echar unos culines a la caída del sol. 

5 comentarios:

  1. El hotel ese de Valencia de don Juan es un sitio muy agradable (o por lo menos lo era hace veinte años). Allí pasé uno de los agostos más agradables de mi vida. Por la mañana me daba un baño en la piscina y me ponía a trabajar hasta la hora de la comida. Siesta y otro rato de trabajo. A la caída de la tarde me iban a buscar y me llevaban a León para ir a misa. Un flipe. En fin, que se comía muy bien, y los clientes eran gente muy civilizada que no daban una voz más alta que otra. Me hubiera quedado allí a vivir.

    Por cierto, veo que hay dos hoteles en Valencia: Astura (que es donde debéis estar, en el centro del pueblo), nuevo y Valjunco. En el Valjunco es donde yo me quedé, pero no lo habréis visto porque está apartado en una urbanización. Para otra vez.

    ResponderEliminar
  2. El hotel se llama Villegas y te lo comento en otra entrada.

    ResponderEliminar
  3. Tres hoteles... Veo que Valencia en estos veinte años se ha convertido en una metrópoli. Han arreglado gran parte del exterior del castillo y el parque lo han dejado muy bien; estaba muy desangelado la última vez que fui. Por cierto, en ese parque tuve una conversación muy larga con un abuelo casi centenario que ni veía ni casi oía y con el que tenía que comunicarme a voces. Acabó convencido de que yo era Roldán, el jefe de la policía huido por aquellas fechas. No sé cuál sería el motivo, pero el caso es que acabó muy asustado y en cuanto pudo salió corriendo imagino que a dar parte de mí a la comisaría más cercana. Por lo que pude colegir de los retazos de su conversación se pasaba la vida entre el centro de salud y el cuartelillo de la Guardia civil poniendo denuncias contra sus convecinos. Se me había olvidado, pero recuerdo que me contó con mucho detalle su noche de bodas y me refirió que achacaba todos sus males posteriores al exceso de goce carnal que decía disfrutó con su señora. Qué memoria la suya: debían de haber pasado como setenta años y lo narraba como si hubiera sido el día anterior.

    ResponderEliminar
  4. En verdad, amigo Jacobo, que cosas notables veredes en recorriendo estas tierras feraces.

    ResponderEliminar
  5. En La Bañeza hay menos ínfulas porque, desgraciadamente, no se lo pueden permitir.

    ResponderEliminar