sábado, 28 de julio de 2012

Hay lo que hay




¿Cuántas películas se han hecho sobre lo malo que era Hitler? Siete millones, acaso. ¿Cuántas sobre lo malo que era Stalin? Siete escasas. Sin duda es algo francamente sorprendente y digno de suscitar sesudas especulaciones.


En general, oía un día argumentar a una eminencia, el mundo de la cultura es más propenso a escorarse hacia lo que se conoce como lado izquierdo del espectro sentimental. Es en cierta forma natural, discurría, porque la cultura se propone cambiar el mundo hacia mejor o, lo que es lo mismo, combatir la injusticia que, por lo general, no es otra cosa que la imposición de los poderosos o ricos sobre los parias y pobres. Ya saben, aquello de "arriba parias de la tierra" y cosas por el estilo. 


Vistas así las cosas, y dado que lo que más quiere el que vende es clientela, a nadie le puede extrañar que los vendedores de cultura se decanten por dar gusto a los parias que, por definición, son infinitamente más numerosos que los magnates... que, en contra de lo que muchos aseguran, no siempre son unos mangantes y además lo de la cultura se la bufa. Lo más, lo más, se lo encargan a su señora para que esté entretenida y no les de la lata. 


En resumidas cuentas, que solemos decir el mundo de la cultura cuando en realidad deberíamos hablar de la propaganda de las ideas. Una elaborada artesanía donde las haya al servicio del poder. Una elaborada artesanía cuyo ejercicio requiere, cuanto menos, el disfrute masoquista de una cierta hemiplejia moral. O, lo que quizá sea lo mismo, ser capaz de interpretar el mundo como un todo después de haberlo observado por el ojo de una cerradura. 


Bueno, estaba pensando en estas cosas porque se da la circunstancia de haber sido cambiadas recientemente las personas que estaban al frente del aparato de propaganda del  Estado. Algunos decían que aquí, en España, habíamos alcanzado ya ese grado de madurez que coloca al susodicho aparato de propaganda al margen del color del gobierno del momento. No sé, puede que sí, puede que no, pero yo tiendo a no creérmelo en absoluto. De hecho no creo que eso pase ni siquiera en Inglaterra, ni mucho menos en Francia, cuyas televisiones oficiales sigo con asiduidad. Aunque, claro, en esos países el grado de sutileza alcanzado hace innecesario estar dando la nota de cambiar a las personas. Allí saben ya que para cambiar todo el significado de un mensaje basta con mover una coma un par de palabras más allá. Es lo que tiene la veteranía. 


Pues bien, lo veo normal que los gobernantes quieran tener el control de la propaganda. Quizá no sea más que una ilusión, pero la pretensión de moldear las conciencias es inherente a todo ejercicio del poder. Llevar a cuantos más mejor hacia la forma de ver las cosas que a mí me favorece. Una artesanía laboriosa, ya digo, que unos dominan mucho mejor que otros.  Dominan mejor, o lo tienen más fácil, pero hay lo que hay, como les decía, siete millones de películas sobre Hitler y el filón sigue dando dividendos y apenas siete sobre Stalin y no todas para denigrarle. 

3 comentarios:

  1. Lo de la perversión del lenguaje. Sale Almodóvar y dice: "Quieren terminar con la cultura" cuando, a mi juicio debería hablar de "entretenimiento". La cosa es que a nadie se le puede prohibir que se compre una guitarra, un cuaderno, unos colores acrílicos, y se pase la vida sacándoles partido, que se baje el Buscón gratis del internet, que aprenda a echarse un baile, que se infle en el yutube a ver conciertos, El lago de los cisnes, el Potemkin y cosas por el estilo. Eso sí que sería para preocuparnos. Lo cierto es que pagué hace años por ver películas de Almodóvar, y hasta me hice dos horas de tren para ir al cine. Hoy sé que las hay gratis en el internet, y ni gratis las veo. Puestos a decir la verdad, casi las únicas películas que me interesan del cine español son las de la serie Torrente: guiones graciosos, irónicos, entretenidos, un actorazo tan grande como Santiago Segura, un tío que se gana la vida sin ayuda de nadie, al que encima desprecia toda esta gente, cuando, como demostró en lo de los Goya, no le llegan ni a la altura del betún.

    De lo de los comunistas ya casi ni hablar. La Inquisición debió de haber chamuscado como a una millonesima de la gente que se cargaron Stalin, Mao, Pol Pot y compañía. Unos cardan la lana...

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  2. Yo, que cuando la dictadura me gasté un pastón en libros de los que se vendían en trastienda y que luego no había forma de leer por razones obvias, un día caí en la cuenta de que El Banquete o El elogio de la locura estaban en las estanterías al alcance de cualquiera y yo sin enterarme. Desde luego que la cultura no tiene nada que ver con lo del entretenimiento, ni, seguramente, con lo de divertir mientras aprendes. Con ciertas cosas sólo disfrutas después de haber subido la ardua cuesta del conocer. En fin, es éste un jardín en el que es fácil meterse y más fácil todavía embrollarse, así que...

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  3. Pues yo creo que no es tan complicado. Sencillamente hay que seguir la máxima de los griegos: "Lo bello es difícil".

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