domingo, 22 de julio de 2012

Animales




Vaya por Dios, los socios de WWF han decidido por abrumadora mayoría retirar la presidencia de honor a Su Majestad el Rey Don Juan Carlos por haber ido éste en su día a cazar elefantes a Botsuana. Los chicos de WWF son unos payos que pretenden dedicarse a conservar "el planeta vivo". ¡Ya te digo! Con un corazón de oro. Por así decirlo, amamantados a los pechos de Walt Disney.


Ayer íbamos paseando por la orilla del mar y digamos que el noventa o quizá el noventa y cinco por ciento de la gente que por allí andaba se hacía acompañar de perros. Digo perros porque ya es raro el que sólo tiene uno. Hicimos casi todo el camino sin hacer comentarios al respecto, pero en un momento determinado, por ser tanta la insistencia de sus presencias o por el tamaño de sus cagadas que obligan a mirar todo el rato hacia el suelo, saltó el tema y no fui yo, precisamente, el desencadenante. "A mí, que conste, me gustan los perros, a ti es que no te gustan". ¡No, por Dios, así no vamos a ningún lado! ¿Qué coño es eso de que te gustan o no te gustan los perros? Nunca me podría plantear en esos términos la discusión. El perro, conviene recordar, es un animal. Un animal fácilmente amaestrable, por cierto. Dado lo cual puede ser de cierta utilidad para determinadas circunstancias. ¿Cómo no me va a gustar? Me gusta y mucho cuando es útil en esas determinadas circunstancias. Pero nunca me creeré que el perro es un ser con inteligencia y sentimientos, o alma si quieren, y que por tanto puedo establecer con él una relación de igual a igual, o sea, que puede aliviar mis dolorosas soledades u otras carencias del espíritu. Eso sería idiota. Los animales actúan sólo y exclusivamente por instinto aunque, a veces, dada la complejidad de esos comportamientos, parezca que es algo más. 


Pongamos que hablamos de coches. Los ves por la ciudad y los odias. Luego, un día lo utilizas para acercarte a la montaña que vas a subir o al super en el que te vas a proveer y te parece un instrumento ideal. Es el uso que le das el que dignifica o envilece el objeto. Y el perro, lo siento, es un objeto. Si te sigue la pista de un malhechor con su sorprendente olfato, o guía los pasos de un ciego, se convierte en un objeto precioso. Si caga en mitad de la acera, o ladra, o muerde, o trasmite trasmite enfermedades, es un objeto pestilente. 


Bueno, no se me oculta que dadas las circunstancias actuales mucha gente las está pasando canutas y no es extraño que busque todo tipo de remedios. El perro parece ser uno, y muy eficaz si nos atenemos a las apariencias, para los males de la autoestima. El perro, con su instinto de sumisión lobuna, hace vivir a su dueño la ilusión de haber conseguido al fin tener al lado a alguien que le quiere con locura sin esperar nada a cambio. Craso error. Lo mismo que el coche no anda si no le echas gasolina y le sometes a las preceptivas revisiones, el perro te dejará de querer y te morderá si no le prestas todos los cuidados a los que se hace acreedor por su fidelidad acrítica.  


Total que anteanoche paseaba por el barrio de Cazoña, que, por cierto, está lleno de cagadas, y pude escuchar como una señora que llevaba perro echaba pestes de alguien que le había afeado la conducta. Hoy cuando bajaba a la compra, al sortear una considerable cagada, he escuchado la indignación de un dueño de perro  que sin duda acababa de recibir una advertencia admonitoria por parte de un ciudadano responsable. 


En fin, en cualquier caso una cosa les puedo asegurar: a mí Walt Disney no me ha convertido a su religión. Ni creo que lo vaya a conseguir, porque para mí está más claro que el agua que los animales no tienen alma. Y que en su inmensa mayoría en donde mejor están es o tirando del carro o en la cazuela.   



2 comentarios:

  1. Tengo un amigo de la parte del Canadá que dice que en su pueblo no hay cosa más apestosa que las ardillas, que son peores que las ratas, que si no te cargas a un montón cada tanto de las que viven en los parques, su población sería tanta que se convertirían en una plaga insoportable. Me imagino que con los elefantes de los parques naturales del Africa pasará lo mismo. Supongo que en ese ambiente idílico que se ha creado para los turistas tendrán una vida que les permitirá llegar a la mayoría a la vejez, y que si no te cargas de vez en cuando a alguno, a los de edad provecta, su superpoblación sería un problema para la subsistencia del parque. También me imagino que esa labor tan benéfica de limpia de elementos sobrantes se deja a gente como al rey, que dejan sus buenos dineros en esta actividad, y que con eso contribuyen al mantenimiento de la natrualeza africana tan natural. En fin, que el rey, por partida doble, contribuía a lo mismo que en teoría contribuyen los chicos de WWF: en lugar de gastarse -o hacer gastar- el dinerito en los clubes de chicas de Palma, se tomaba la molestia de marcharse al Africa no a otra cosa sino a una actividad tan penosa como disparar elefantes, algo que o tú o yo no haríamos ni hartos hasta arriba de moriles.

    Y ante tan benemérita acción los chicos de WWF le quitan a Su Majestad la presidencia honorífica. A estos señoritos de Madrid quien los entienda que los compre.

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  2. Entre el clavel y la rosa Su Majestad es coja. Y sin embargo se tiene que ir a Rusia a vender AVEs. La que le montaron al pobre los animalistas. ¡Jo! Por cierto, hablando de animalistas, el otro día un tipo de Barcelona mató a su novia por haberse negado ésta a hacer una tercera felación al perro. ¡Lo que no pasará en esas casas en las que quieren tanto a sus perritos! O perrazos, que supongo darán más juego en la intimidad.

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