lunes, 1 de agosto de 2011

Fritanga

Blasono de ser un tipo que cualquier cosa que come le sabe a gloria, pero no es verdad. Aunque, también he de decir, que nada me parece más aburrido que la verdad. O, mejor, la pretensión de verdad, porque la verdad, si es que existe, lo hace muy pocas veces.

Bueno, a lo que iba, la comida. Estoy acostumbrado a comer lo que sea porque a los diez años me echaron de casa y se acabaron los mimos de Mada, nuestra cocinera. Colegios, pupilajes, pensiones, restaurantes económicos... y hasta en el comedor de un cuartel de la Guardia Civil por razones que ahora sería prolijo explicar. Toda la vida errando de aquí para allá tratando de acomodarme a la oferta hostelera. Porque una cosa sí que tengo clara, ser mi propio cocinero no me mola lo más mínimo. Lo constaté en algún breve intento que resultó infructuoso. Ir a la plaza, hacer colas, acarrear alimentos, limpiar el pescado, freír lo que sea, fregar y, luego, bajar ingentes cantidades de basura al contenedor,  me parece el colmo de la premodernidad. No, si en algo funciona para mí eso que llaman división social del trabajo es para el asunto de la comida. Cocineros profesionales, camareros profesionales, friegaplatos profesionales... esa es la madre del cordero, la quintaesencia de la sofisticación.

Bien, como  les iba diciendo suelo comer lo que sea, lo cual es un relativismo tan injusto como lo suelen ser todos los relativismos. Para ser verídico tendría que decir que acostumbro a elegir de entre la variada oferta de los menús. Y, además, tengo que añadir, que, las más de las veces, no lo hago al tuntún, guiado por el deseo desordenado, sino, más bien, suelo echar mano de los conocimientos dietéticos que por profesión estoy obligado a tener. Procuro un equilibrio de los principios inmediatos así como una variedad de los productos. Sin caer, claro está, en el histerismo naturalista ni todas esas chorradas tan de moda entre los pijos de izquierda.

Comida equilibrada, variada, lo menos cocinada posible, a sus horas, cuando la pide el cuerpo. Y, eso sí, sin tratar de utilizarla como sustituto de otras carencias que no mencionaré por suponer que todos mis lectores sabrán a qué me estoy refiriendo. Cada cosa tiene que entrar por su sitio y el que no quiera entenderlo que se atenga a las consecuencias.

Así, siguiendo estas premisas, mayormente, siempre como con gusto y me suele sentar bien. Aunque, también, no me duelen prendas reconocer que, dadas mis extemporáneas pulsiones suicidas, de vez en cuando me dejo llevar y cometo atrocidades gastronómicas. Pero esa es otra historia.

En fin, les he metido todo este rollo a propósito de un artículo que acababa de leer. De un tal Sostres.

Sostiene Sostres:
 
"La esperanza de un mundo mejor se ahoga en la olla. La inteligencia sucumbe en la fritanga."

"El sofrito es un hundimiento y el fuego todo lo banaliza."

"El vulgo prefiere la cocina caliente, nada en el sofrito, su perfume es ajo."

"La cocina creativa, y fría, exige al comensal una actitud valiente y receptiva."

O sea, que cada cual piense lo que quiera. 



 

5 comentarios:

  1. Lo cierto es que preparar todos los días la comida es un poco latoso, pero existen atajos para comer sano y agradable. Se trata de buscarlos, claro.

    Yo también creo en lo de la división del trabajo, pero salvo en uno o dos sitios de confianza en los que conozco a los dueños y sé de los ingredientes que usan y la escrupulosidad de su manipulación, no me apetece para nada el comer fuera, más aún en estos días: hay demasiada carne de vacas de Fukushima y sus alrededores a precio de saldo para zampar en cualquier sitio.

    Por otro lado, a poco que te pongas -por lo menos yo- no hay cosa que mejor te sepa que la que has cocinado tú mismo. Tampoco hay que ser un figura de la cocina: el secreto, como sabe todo el mundo, está en una pizca de conocimiento, sentido común y usar productos de calidad, o sea, gastarte el mismo dinero en viandas que el te usarías en restaurantes. Salvo que carbonices la ternera o las sardinas, si son de primera calidad, poco hechas o pasadas te sabrán a gloria.

    De lo de la comida fría como rancho diario no puedo estar de acuerdo con Sostres (supongo que él tampoco lo estará), más aún en invierno. No he leído su artículo -la verdad es que últimamente me aburren- pero me imagino de qué va: la gloria del Bulli, de la cocina de diseño y tal. Yo me quedo con un guisado de arroz, garbanzos y algunos vegetales salteados con sus especias en su punto. Te lo hace automáticamente el "suihanki", el perolo automático de cocinar el arroz. Todo es meter los ingredientes, la cantidad exacta de agua y darle al botón. En media hora, tras gozar del aroma que llena la cocina, lo tienes listo, calentito y sabroso. Bocatta di cardinale.

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  2. Bueno, las ensaladas dicen que las bordo. Y el arroz con verdura y pechuga de pollo, también. Más allá, para todos los días, prefiero el restaurante o los precocinados. Pero, sí, reconozco que como en casa en ningún sitio. Bueno, sí, en casa de los amigos.

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  3. Doy fe de tu gran arte culinaria: el arroz con verdura no lo he provado, pero la ensaladas sí, y ni yo mismo, que me precio de gran cocinero, podría superarlas...

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  4. Gracias, Jacobo, por la flor. La verdad es que siempre he considerado el así denominado arte culinario algo de relativamente poca enjundia. vamos, que puede estar al alcance de cualquiera con dos dedos de frente. Lo cual, por otra parte, tampoco es muy frecuente, y de ahí esos guisos atiborrados de sustancia que te endosan en los mesones que luego te hacen pasar la tarde soñando con pantanos.

    Por lo demás, lo Sostres lo señalo porque me hace gracia esa forma de provocar a la canalla que tiene. Luego, no hay más que verle la pinta para darse cuenta de que lo suyo es la carn d´olla, también llamado escudella o cocido catalán. La bomba con la que todas las familias de honda raigambre catalana consiguen soportar las comidas familiares navideñas.

    por

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  5. http://canales.elcomercio.es/gastronomia/entrevistas/031113.htm

    te mando un gran relato de mi admirado y muy buén amigo Luís Arias,a propósito de comida.
    ya os pondré algo de lo que escribimos a la limón

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