lunes, 29 de agosto de 2011

Fiesta

Cuando en la ciudad que uno vive hay fiestas patronales, la obligación de cualquier persona sensata es largarse con su música a otra parte. No por nada sino porque si en condiciones normales hay botellón dos o tres días a la semana, en fiestas lo hay siete de cada siete. Siete días y siete noches de berrea con amplificador... nuestra preclara juventud, la mejor formada desde que la humanidad guarda memoria.

Así es que, siguiendo mis propios consejos, me he venido a Laredo y me he instalado en el Hotel El Ancla. Y, oye, tío, qué flash back. Como un  regreso a los veintitantos. Bueno, en aquellos años, Laredo era colonia francesa y ahora lo es vasca, o sea, que es más fácil hacer chistes al respecto. Por ejemplo, iban ayer dos chicas de topología troncholari hablando en vascuence y, entonces, voy y le digo a María de forma que ellas lo oyesen: ¿qué idioma hablarán esas chicas? Deben ser suecas. Y yo notaba como se les hacía el culo piritoedros a las troncholaris.

El Hotel El Ancla esta decorado por los hermanos Calderón. Para un santanderino de mi edad, con decir eso, ya está dicho todo. Los cuadros de los hermanos Calderón y la balumba de objetos sacados del desguace de barcos que por aquel entonces había en la ría de Astillero. Cuero, madera en los techos, tela escocesa en las paredes, algo de piedra y resto encalado. Podría ser un club inglés. El buen gusto, en cualquier caso,  de la burguesía santanderina de los setenta. No había otro. Lo imponía Botín.

Llueve sobre Laredo. A María le entristece. A mí no me importa. Seguramente luego levantará porque lo dice internet. Iremos a la playa. Quizá.    


3 comentarios:

  1. pedro,lo de las troncolaris,fenomenal,me has reír.Buenísimo,lo voy a practicar alguna vez.Menos mal que no se te abalanzaron y te comieron a besos,aunque ahora recuerdo que suelen ser muy estrechas las vascas,o por lomenos eso insisten siempre en "Vaya Semanita".De Santander qué quiers que te diga..lo conoco algo por que tengo allí un tío que hizo las Indias francesas y se vino forrado a Santander,se compró tres o cuatro casas y se arranca aún con casi 80 anos a cantar flamenco por los bares cuando se pasa con los chatos de vino.he es tado muchas veces..y me encanta.Eso sí,muy pijos ,finos y con un odio terrible a todo lo vasco.Debe venir la cosa d ecuando los Cántabros se laiban a garrotazos con los vascos..Por cierto,ha sido la única vez que he comido potro.si mi hija se enterara me negaba la palabra los próximos 20 anos...y estaba de cojones ...de bueno.

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  2. Sí, Ignacio, la tipología troncholari se ha impuesto por doquier. Es una tipología que me la hizo notar una novia vasca de Vitoria, persona neurótica y preclara como he conocido pocas. Según ella, que lo tenía muy estudiado, el troncholari era, por supuesto, tragón sin tasa ni medida, pero sobre todo era chollo para el patrón. Trabajador acrítico e infatigable, su única exigencia en la vida es poder tomar potes con los amigos todos los días excepto los domingos que los pasa asando chuletas en el monte. Gloria y sostén de la patria. Empezaron siendo en su mayoría vascos, pero hoy están por todas las partes. Por sus talles les conoceréis.

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  3. menos mal que te tengo a tí y a Santi,que me alegran estos melancólicos días alemanes
    Un abrazo

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