viernes, 22 de julio de 2011

El San Martin de L´HOMME

Acabo de leer un libro al que creo que el mejor calificativo que se le podría aplicar es el de transparente. Se trata de "Un roman français" de Frédéric Beigbeder. Por así decirlo, Frédéric se despelota. Lo cuenta todo sobre él y su familia. O, al menos, eso es lo que parece.

Frédéric es un pijo ilustrado hijo de sesentayocheros de libro. O sea, que sus padres eran de los que  resbalaban en el semen que cubría los suelos de la Sorbona por aquel entonces. Y claro, todo el mundo sabe que esa gente, si no otra cosa, ha dado mucho que hablar con su afán de destrozar todas las ataduras que durante milenios tuvieron al personal sometido al imperio de la moral de doble filo, es decir, la de las virtudes públicas y los vicios privados.

Así es que como los hijos tienden a ser réplica corregida y aumentada de lo que fueron sus padres, a Frédéric no le quedó otra que tirarse a tumba abierta por la calle de enmedio. Sin complejos. Sin memoria. Y así hasta que una noche la policía le pilla esnifando rayas de cocaína colocadas sobre el capó de un coche aparcado en una calle frecuentada por la movida nocturna parisiense. Domage. Le detienen y le hacen pasar en prisión preventiva más tiempo del normal, precisamente, porque Frédéric es famoso y el juez quiere aprovechar el dato para dar una sentencia ejemplarizante.

Tiempo eterno pasado en el calabozo bajo los efectos del síndrome de abstención. La memoria vuelve.  Y con ella la reflexión. Relato de una vida con los puntos y comas que no es frecuente poner. Esa es la novela. La autobiografía de un espejo en el que, en muchas ocasiones, es doloroso contemplarse. 

No sé  si me atrevería a recomendar su lectura.

3 comentarios:

  1. Desde luego que tienes una moral encomiable para poder leer estas cosas. Cuando yo intento ponerme con algo de ficción contemporánea -ya casi ni lo intento- lo dejo a las cuatro páginas. Una novela en la que un chico bien francés cuenta su vida con la coca y tal. No sé, pero así de entrada me da que ni siquiera la guarda o la página de cortesía esa que se llamaba antes...

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  2. Pues el interés por ese libro estriba, a parte de practicar un poco el francés,en que no se trata propiamente de una novela sino de una autobiografía, uno de los géneros literarios que más me entretienen por lo que en él hay de historia. La vida de una persona medianamente bien contada, encuentro que es una de las mejores maneras que hay para conocer una época. Mejor que la novela, sin duda.

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  3. Sorry, pensé que era ficción, no lo leí bien. A mí también me flipan las biografías: la de Preston de Franco, por ejemplo o las autobiografías, como la de De Gaulle, Agatha Christie o Churchill. Si el autor es un tío inteligente su autojustificación o sus silencios son más alucinantes que la ficción.

    Pero leo con más interés las correspondencias. La de Cicerón, por poner el ejemplo más antiguo (y pedante) que se me ocurre es el paradigma. También el de Simenon y Fellini (por desgracia no hay ningún libro con las versiones originales en francés e italiano). Bocatta di cardinale.

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