viernes, 31 de agosto de 2012

Las playas en invierno



Cuando era niño esperaba la llegada del verano con verdadera ilusión. Luego, sufría lo indecible porque este verano norteño gasta demasiadas bromas de mal gusto. Recuerdo años realmente truculentos, siempre mirando a un cielo que se negaba a dar tregua. Con los caminos embarrados, el río salido de madre, había pocas cosas a las que dedicarse hasta el día que descubrí los libros de "Guillermo". También, qué duda cabe, vinieron veranos esplendorosos en los que los únicos que miraban al cielo eran los campesinos y ganaderos en busca de la nube premonitoria del fin de la "seca", que así llamaban ellos a la sequía. Esos veranos alternaba el río con la playa, con las excursiones campestres y, también, con lecturas que ya nunca volverían a ser lo que fueron. Robinsón Crusoe, La Isla del Tesoro, Los tres Mosqueteros, La trilogía del Bounty, tienen una primera vez que, como en las cosas del amor, es irrepetible. 

Bien, pues si no con ilusión sí con agrado lo que ahora espero es el fin del verano. Este 31 de agosto en el que un sol picante entre nubes propensas a soltar su carga anuncia la inminencia del equinoccio otoñal. Veinte días apenas y cruzaremos esa línea que hace que las noches empiecen a ser más largas que el día. Días templados y húmedos, días fríos y secos, días de demorarse por las playas solitarias de límites difusos dejando que los recuerdos y ensoñaciones vayan y vengan al ritmo que les marca el rugir de las olas y la furia del viento. 

Sí, lo confieso, me gustan las playas en invierno, porque es que, ¿saben?, creo que pasear por ellas me disipa la melancolía que se me aupó sobre los hombros en los interminables meses del verano.  

2 comentarios:

  1. Una playa en verano... Por los cielos. La última vez fue cuando tenía quince o dieciséis años. Nunca he logrado entender cómo es que no hay decenas de bajas cada día en esos puntos infernales. O quizá sí los haya, pero entierran los cadáveres profundamente en la arena y aquí paz y después gloria.

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  2. Calla, calla, que no te oigan que te queman en la hoguera. que yo sepa sólo Poirot se atrevió con el asunto. Dijo: like walking dead, n´est pas. Pero claro, Poirot sólo hay uno y es incombustible.

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