¡Silencio, que duermen!
La verdad, puestos a elegir, prefiero que se muera un Papa a que haya Juegos Olímpicos. Me estoy refiriendo a efectos televisivos que son en definitiva los que marcan la realidad más real, es decir la realidad simbólica que parece ser la única que puede soportar el personal por aquello de que con ella es fácil hacer de un sayo una capa.
El caso es que estos días, como antaño cuando se moría un Papa, o llegaba la Semana Santa, y no digamos ya cuando se murió Franco, la televisión es un verdadero asco con la cosa de los Juegos Olímpicos. Venga y dale al patriotismo de cartonpiedra por un quítame allá esa medalla. La verdad, no creo que alguien con dos neuronas en su sitio pueda contemplar eso tres minutos seguidos sin ponerse a vomitar. Por cierto que ayer estaban pasando un reportaje en la CNN sobre como preparan los chinos desde la más tierna infancia a los futuros triunfadores. Eso sí que tenía miga, porque nos daba una idea de lo que nos puede pasar si esa gente se hace con el dominio del mundo.
Pero a lo que iba, ¿es que lo que realmente está pasando estos días son esos dichosos juegos olímpicos? Sí, claro, ciertamente están teniendo lugar en una ciudad llamada Londres. De hecho cada cuatro años montan el tinglado en una ciudad diferente. Una especie de titiriteros ambulantes cuya única gracia consiste en tirar el pedo más alto que el culo... o sea, el simbolismo que más le gusta al respetable porque, probablemente, es el único que comprende. Cosas sin la menor enjundia. Obviedades a la carta. ¿Hay quien dé más para hurtarse a la realidad?
¡Leches! Y cuando despertó el dinosaurio se encontró con que le habían bajado el sueldo un cincuenta por ciento. ¡Toma ya realidad!
Oye, qué poca memoria tienes, porque si mal no recuerdo, la televisión cuando lo del funeral de Franco era de lo mejor del mundo: el Requiem de Mozart, las pasiones de Bach a todo pasto, Vitoria y cosas por el estilo. Después de vez en cuando cortaban y ponían a los señores que pasaban por delante del catafalco, variadísimos: me parece que estoy viendo a aquellos del bigotito fino que daban taconazos y levantaban el brazo tanto que parecía que se iban a descuanjeringar con la edad que tenían. Creo recordar que hubo uno que se puso de rodillas con los brazos en cruz como cuando nos castigaban en el colegio y que lo tuvieron que llevar a rastras. Ninguna performance en la historia de España ha llegado a ese nivel. No se cansaba uno de ver a esos miles de comparsas. Luego salías a la calle y una vecina mía calcadita a Chus Lampreave nos decía a los niños que jugábamos a la pelota que teníamos que ser muy buenos para que no hubiera otra guerra civil y nos contaba cómo los rojos se cargaban a los curas y con gran erudición nos relataba la vida del Caudillo, la de su señora y creo que también la de doña Carmencita. Esos tres o cuatro días fueron una orgía, por lo menos para los chavales que no teníamos colegio, y que todo era darle a la pelota, escuchar consejas alucinantes y ver tantas actitudes incomprensibles de los adultos.
ResponderEliminarA mí lo de Franco me cogió yendo con unos amigos de excursión a Galicia. Con un brazo escayolado por cierto. Anduvimos todo el día de aquí para allá venga a hacer chistes y comer marisco. Recuerdo que en un bar de un pueblo nos llamaron la atención por lo alegres que nos mostrábamos. Y en la tele escuche, así, al tresbolillo, una frase de tanta enjundia que nunca se me ha olvidado. Creo que el autor fue Jesús Alvarez. Dijo que la televisión se había convertido en esos días en altar y reclinatorio para todos los españoles. Ni más ni menos.
ResponderEliminarPues yo tragué mogollón de tele esos días. De verdad que, para beneficio de las nuevas generaciones, alguna vez se debería repetir, en el cuarenta aniversario digamos, la emisión tal cual (si existen las cintas, que lo dudo, porque seguro que muchos de los políticos de la transición desearían que se borraran). Ni con motivo de atentados, ni de muertes de nadie, ni de catástrofe ningua, por lo que yo sé, algo ha sido tan digno de ver. Como una película de Verlanga que transcurriera durante varios días. No sé si emitían también por la noche, supongo que sí. En ese caso sí que esas horas, que yo no vi, debían de ser las mejores. Imagínate a los habituales de la Costa Fleming de Madrid presentándose de madrugada, acompañados seguramente de las chicas, a rendir pleitesía al Caudillo. Dinamita pura.
ResponderEliminarOye, y parece que estos también se lo pasaron estupendamente http://en.wikipedia.org/wiki/Generalissimo_Francisco_Franco_is_still_dead
ResponderEliminarPues sí, porque lo suyo es que hubiese resucitado al tercer día. Aunque quizá lo hizo y todavía no nos hemos enterado.
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