El otro día, atacado de esa característica "mandra" veraniega, me dediqué a ver un rato la televisión. Por lo que sea vine a dar sobre "Telemadrid". Estaban emitiendo "madrileños por el mundo", concretamente en Silicon Valley. Se lo puedo asegurar, no tenía desperdicio. Treintañeros todos ellos, se las habían apañado para trabajar en empresas punteras de la informática, biotecnología y cosas así. Ni que decir tiene que todos ellos disponían de un currículum brillante y un impecable dominio del inglés. Y una disponibilidad y entrega al trabajo sin ambages. Luego, claro, la contrapartida, un sueldo de los de aquí te espero, un entorno envidiable a todos los efectos, unas expectativas sin nubarrones, una situación, en definitiva, de lo más apropiada para mantener en su grado más óptimo la autoestima. Era, frente a este derrotismo rampante que campea por doquier, la constatación manifiesta de que el que la persigue la consigue. O del esfuerzo recompensado.
El programa en cuestión estaba presentado por una reportera jovencita y pizpireta que de tanto esforzarse por conseguir un ambiente nonchalance a veces daba la impresión de ser una genuina representante de lo que se a dado en denominar "pijerío madrileño". No pocas veces cortaba a los entrevistados en lo que a mi me parecía el momento álgido de sus declaraciones, pero, claro, la profesional es ella y seguro que sabe lo que hace y por qué lo hace. En cualquier caso a todos ellos, al final de la entrevista, les largaba las mismas preguntas: ¿qué es lo más echáis de menos de Madrid? ¿Volveréis algún día a trabajar allí? Bien, pues tópicos y evasivas. La familia, los amigos, las tapas... pues no se sabe, quizá algún día... excepto uno que sin cortarse un pelo va y dice: yo soy de donde mejor me dan de comer. O algo por el estilo, pero con ese mismo sentido.
Donde mejor me dan de comer, eh ahí, a mi juicio, la expresión que mejor representa el espíritu de este siglo que vivimos. Y desde luego que nada que ver con Ferrán Adriá y su particular "experimentación de la excelencia". Donde mejor me dan de comer, creo yo, viene a querer decir donde mejor saben reconocerme. O sea, ese anhelo inextinguible de la conciencia humana porque los demás valoren tus méritos y esfuerzos. Porque así somos y no lo podemos remediar, si nos sentimos infravalorados comemos mal aunque vayamos todos los días a hacerlo a lo de Ferrán. Y el que diga lo contrario sera por nostalgia de aquellas épocas pretéritas cuando se gobernaba a golpe de demagogia populista. Cuando lo de la tristemente famosa socialdemocracia. Cuando el nefasto imperio de los mediocres metidos a lameculos.
Silicon Valley, sí, desde luego que existen sitios parecidos al paraíso.
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