Leo en los periódicos que un tipo de no sé donde ha invitado a unos colegas a compartir una tarta sazonada con mariguana. A algunos de ellos les ha sentado fatal, lo que se conoce como "jamacuco", y, entonces, han acudido a las urgencias públicas y, nunca mejor dicho, se ha descubierto el pastel. Total, que al innovador cocinero le han dado el finiquito en su empresa. Una exageración a todas luces, porque los afectados eran todos mayores de edad y en posesión de sus facultades físicas y mentales. Es decir, ellos fueron los que optaron. En fin, un ejemplo más de que la moral oficial se la coge con papel de fumar en su afán de ejemplarizar ante una sociedad mayormente compuesta de niños malcriados.
Siguiendo con la mariguana, parece ser que a partir del próximo uno de enero ya no se dispensará a los extranjeros en los coffee shop de Holanda. Curiosa cuestión que convendría considerar de cerca porque, muy a primera vista, la libre venta de tal producto encaminaba hacia allí a miriadas de turistas. Bien es verdad que los más de esos turistas eran chavalines en viaje de fin de curso, por lo general españoles con predominio de los de la parte conocida como catalana. ¿A qué conclusiones habrán llegado los calvinistas holandeses para tomar tal decisión? Bien, se me antoja que no les ha sido difícil. Se han debido de cansar de recoger porquerías de las calles y parques y, también, de soportar garrulería. Evidentemente, no les sale a cuenta y yo les comprendo. Aunque lo siento, porque hace no muchos unos años fui a Amsterdan con la intención de analizar el curioso fenómeno de los coffee shop y tengo que confesar que quedé maravillado por lo que me pareció ser uno de los más altos grados de civilización a los que ha llegado la humanidad. Claro que esta opinión quizá esté condicionada por el hecho de que casi todo el rato anduve colocado.
Y en esas estaba cuando voy, ayer, y me entero de que en el País Vasco andan en trance de legalizar el uso de la mariguana. Todos los partidos del espectro, como se suele decir, están de acuerdo al respecto. De hecho no se trataría sino de reconocer y aceptar lo que es de uso corriente desde los tiempos de Mariacastaña. Hacer ley de lo que es costumbre. Derecho consuetudinario que le dicen.
Bueno, es más que probable que la mariguana haya sido una suerte de bálsamo de Fierabrás para muchos jóvenes del País Vasco. Sin su consumo quizá se hubiesen visto abocados a rebelarse contra la estupidez aberzale. Pero ya se sabe que los psicotropos no son otra cosa que integradores en el medio. Dulcifican y embellecen todo lo que te rodea. Y ya no digo nada cuando se consumen en un ambiente de pertenencia al grupo. Entonces se llega al éxtasis. La verdadera comunión de los santos. Sin duda somos los mejores.
Bueno, tengo que reconocer que de vez en cuando miro un rato la tele vasca. Nunca se sabe muy bien lo que se está viendo. Si no aplicas la clave de humor puedes llegar a desesperarte por el grado de ombligismo que lo impregna todo. Incluso mayor que el de la tele catalana. Ayer debatían la huelga del metro y no tardaron ni dos minutos en transferir la problemática al mantra soberanista. Demasiada gente no acepta que el lekandari sea españolista. O sea, traidor. Esa es la lógica que lo impregna todo. Hasta los pintxos se ven sometidos a test de pertenencia. En fin, niños jugando a mayores. Los torpes que no pueden pasar de la provincia haciendo como que no les importa. La España de las autonomías. Y entonces puedes ver opinando a una como la de la foto que por lo visto estaba allí en su calidad de "técnica de igualdad". Y ni que decirlo que estaba muy a favor de la huelga y de que se vayan los españoles. De traca. Seguro que estaba fumada.
´La verdad es que siempre he pensado qeu es un poco bobo el irse a un sitio tan bonito como es Holanda (o la tierra de al lado) para colocarse, cuando uno debería hacerlo para evadirse del entorno, o sea, cuando no te queda más remedio que vivir en esas ciudades dormitorio de al lado del Nervión o la ría de Pasajes. En esas ciudades idílicas holandesas lo que uno quiere es disfrutar a tope del ambiente de civilidad, tolerancia y tranquilidad, en fin, de todo eso que ya sabemos.
ResponderEliminarCambiando de tercio, por aquí la cuestión de la mariguana está muy mirada, como supongo que sabes. A una profesora de una universidad cercana la pillaron con un alijillo y le metieron no sé cuántos años de cárcel, lo mismo que a unos chavales que tuvieron la humorada de plantarla en el campus de la universidad de Waseda, el Cambridge de por aquí. El caso es que el gobierno echa toda la energía en mantener a raya el tráfico y el consumo, y por lo que yo sé les da resultado de momento. Imagino que contarán con el apoyo tácito del lobi licorero que verá peligrar su negocio, aunque hablo por conjeturas y puede ser que lo estricto de esta política tenga matices que a mí se me escapan. En China, por lo que yo sé, la cosa es más estricta aún, y es que, como sabrás seguro, camello que pillan, camello al que le meten un tiro en la cabeza en un campo de fútbol con las gradas repletas. Sin embargo ni por esas consiguen erradicar el consumo de estupefacientes. Quizá la diferencia esté en que China es un país con puertas abiertas a medio mundo y Japón son unas islas. Vete tú a saber...
Una vez vi un programa en la televisión catalana que estaba dedicado a analizar el porqué de que todos los viajes de estudios de los institutos de enseñanza media eran a Amsterdam. Las conclusiones fueron obvias. Y es que por la misma Barcelona se veía fumar mariguana por todos los sitios. Una tolerancia absoluta. En general en toda España. No creo que haya pueblo por pequeño que sea que no tenga su expendurería se sustancias estupefacientes.
ResponderEliminarDesde luego que hay países que aplican mano dura para frenar su consumo. Pero no creo que les sirva de nada. Si no se compra al camello, se compra en la farmacia. O donde sea. No hace mucho vi un reportaje sobre el tráfico de alcohol en las fronteras que separan el Kurdistan turco del iraní. Había allí un verdadero emporio porque por lo visto la avidez de los iraníes por el whisky y todo tipo de bebidas alcohólicas es proverbial. Yo me imagino que en los barrios más marginales de Tokio también se consumirán "drogas" con el beneplácito más o menos implicito de la autoridad competente.
No sé, pero tal como se está superpoblando el planeta me imagino que dentro de poco habrá programas estatales de distribución de todo tipo de sustancias apaciguadoras. De hecho ya lo hay, aunque de forma encubierta. El mayor gasto de la sanidad pública es el destinado a compra de psicotropos, según dicen.