Pues hijo, lo que es por humo, que no quede. Vienen trenes hasta arriba de carbón. Otros se van rebosantes de ferralla. Las filas de camiones chatarreros parecen no tener fin. Y luego, los aviones, que cada vez son más los que aterrizan y despegan. Y el estruendo de las autopistas, que no hay hora del día que amaine. Y El Corte Inglés, que no cabe un alma más. Y lo mismo Carrefour. Se lo digo yo que todo lo controlo desde las terrazas de mi ergástula en los límites de la ciudad.
Y todo eso porque estamos en recesión, que sí no... ya digo, fuego por las fauces.
Por cierto, qué demonios estará haciendo el vecino de al lado. Son las nueve y cuarto y ya lleva media hora destrozándome los nervios. Para mí que está en trance de irse a las cruzadas y no sin antes haber fabricado un cinturón de castidad para su señora. Algo así tiene que ser, porque si no es difícil tanto empeño.
En fin, menos mal que siempre estamos de paso.
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