lunes, 20 de agosto de 2012

Profesor Lazhar



Tenía que ser un argelino, que además bebe vino tinto, el que viniese a poner orden en la maltrecha escuela canadiense. La paradoja, lo que nadie espera. Aunque luego, visto de cerca, resulta de lo más natural porque a nadie se le escapa que por el mismo mecanismo que enfrentar dificultades genera sensatez, columpiarse en la opulencia engendra estulticia. 

Estaba allí el todo Santander culto, en la filmoteca, para ver "El Profesor Lazhar", una película canadiense que, por demás y como suele decirse, venía precedida de muy buenas críticas. El Profesor Lazhar es un tipo normal que ha padecido los horrores propios de quien ha tenido que vivir entre subnormales. Al final, escapa por los pelos, pero no así su mujer e hijos que son convertidos en cenizas por el furor inquisitorial de los citados subnormales. Una vez en Canadá, circunstancias poco edificantes de la vida le llevan a trabajar en un colegio público. Una profesora se ha ahorcado en su aula, sus alumnos quedan traumatizados, algunos culpabilizados; será el Profesor Lazhar el encargado de poner un poco de sensatez en el cafarnau desatado por la maquinaria socialdemócrata que todo lo impregna de melindres amortiguantes. 

Por lo demás, lo único que hace el Profesor Lazhar es lo que he oído decir a tantos profesores que hay que hacer para restaurar el orden y la eficacia en la enseñanza. Sacralizar el espacio del aula, devolver el respeto perdido a la autoridad, fomentar entre compañeros la emulación del mérito y levantar los apósitos de las llagas para que se curen al aire. 

Todo muy bonito, un pelín, si quieren, pasado de sentimentalidad. Pero, a la postre, el Profesor Lazhar se tiene que largar. El sistema imperante no soporta eficacia a cambio de independencia de criterio. Sólo faltaría tolerar que alguien viniese ahora a enmendarnos la plana. A decirnos que con nuestras elaboradísimas propuestas teóricas sólo hemos conseguido avanzar hacia atrás. ¿Y qué haríamos entonces con nuestro compacto ejercito de psicólogos, sociólogos y demás huecólogos? No, mejor que se vaya el Profesor Lazhar que nosotros ya nos las apañaremos con los de aquí. La misma canción, en definitiva, de todas las decadencias. 

Bueno, el asunto nos dio para no pocas deliberaciones, o si quieren controversias, que la cuestión de la enseñanza con sus intrincadas ramificaciones por los campos de las ideologías...   

2 comentarios:

  1. Los que enseñan lengua a los chavales dejaron las matemáticas cuando tenían quince años, y así la mayoría carecen del rigor en el uso del conocimiento que casi solo esta disciplina ejercita. Nadie se ha preocupado de comprobar si los que enseñan ciencia -y casi tampoco los de letras- son capaces de redactar una exposición razonada y coherente por escrito y trasmitir esa habilidad a los alumnos. Eso sí: unos y otros, tirios y troyanos, habrán tenido que pasar por cientos de horas de cursos de pedagogía, didáctica y mareares perdiceros diversos en los que se enseña de la forma más barroca y retorcida posible un conocimiento que, útil y todo, se podría haber expuesto y asimilado y un par de semanitas siendo generosos.

    En fin; Bizancio, un convento de cartujos...

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  2. Lo de redactar una exposición razonada y coherente por escrito me parece de lo más pertinente. Quizá haya cabezas privilegiadas que sin ese ejercicio previo puedan trasmitir sus ideas tan divinamente, pero mi impresión, o mi experiencia si quieres, es que el que no ejercita la escritura suele tender a la emisión de tópicos y escuetos juicios de valor, supuraciones todos ellos de esa especie de himiplejía moral consecuente a las adscripciones ideológicas.

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