domingo, 4 de septiembre de 2011

Sobreabundancia de polen

La verdad, espero de todo corazón que se hayan acabado las fiestas de una vez por todas. Vine el viernes porque creía que ya sería agua pasada. Habían comenzado el viernes anterior y, con la crisis, me decía, no pueden durar más de una semana. Pero me equivoqué de medio a medio. Lo mismo el viernes, que ayer sábado, los romeros no han dejado de berrear en todo el día, de forma y manera que me he visto obligado a encerrarme a cal y canto en casa. ¡Qué prepotencia y potencia para dar la lata, madre mía!

El caso es que anoche, pensando que la cosa estaría de retirada después de la traca triunfal de petardos y fuegos, me eché a la calle a tomar el aire. ¡Corría fresco, pardiez! Y había gente a mogollón por las calles principales. Así es que me escamoteé hacía el río por calles secundarias. Aquello estaba agradable, como un día ordinario. Seguí la alameda y cuando ya llegaba a la altura del puente de hierro pude comprobar que en la cera de enfrente, en la explanada que llaman Salón, no cabía un alma más. Más por necesidad que por curiosidad pasé rozando aquella turbamulta. Las sandalias se pegaban al pavimento y todo el mundo chorreaba grasa por las comisuras. Salí zumbando, so pena de vomitar, por un lateral para ganar la Plaza de España y, desde allí, por Modesto Lafuente, volver a casa. ¡Dios mío, me decía, a qué grado de enchusmamiento puede llegar el personal si desde las instituciones se le alimentan las pulsiones dionisiacas!

Llegaba ya a casa cuando noté que un adolescente se me adelantaba en la puerta y no hacía el menor ademán, no digo ya de cederme el paso, sino, ni siquiera de mantenerme la puerta abierta. Tuve que correr para que no se me escapara. Y también conseguí, a duras penas, colarme con él en el ascensor. El chaval, sin duda, iba nerviosísismo. ¿Qué, tienes prisa, eh?, le dije. Sí, es que voy a tomar algo para ir a los recortes, me contestó. ¿Recortes?, le interrogué. Sí, con los toros, dijo apresurado, porque ya habíamos llegado al rellano donde le esperaban su madre y una hermana menor. Me metí en casa escuchando lo que me pareció ser una bronca de la madre, pero no sé, por que la madre también parecía nerviosa, quizá por lo de los recortes. Recortes que, por cierto, no tengo ni idea de en qué consisten, pero a fe que debe de ser algo interesante.

¡Dichosa adolescencia! Que dura, dura y dura más que las pilas duracell. Bien, pues resulta que había estado por la tarde dedicado a rematar el Diario de Gide. Era el año 1948. O sea que andaba el autor por los setenta y nueve. Escribe el 24 de enero:

Ninguna vergüenza tras los momentos de voluptuosidad fácil. Especie de paraíso vulgar y de comunión por abajo. Lo importante es no darles importancia, ni creerse envilecido por ellos: no afectan en absoluto al espíritu, ni tampoco al alma, que no les presta demasiada atención. Pero, en la aventura, una diversión y un placer extraordinarios acompañan la alegría del descubrimiento y la novedad.

El once de junio reflexiona sobre un libro que acaba de leer sobre Platón. Lo ha escrito un cura y, en general, lo valora en términos elogiosos. Platón, dice el cura, busca ante todo el bienestar armonioso de la ciudad.  Y entonces, Gide, va y dice, sí, todo eso está muy bien, pero hay un escamoteo:

...: esa sobreabundancia de polen que estorba al adolescente, ¿cómo podrá encauzarse? ¿Espera que la abstinencia la absorberá entera?... Es en este punto preciso donde tiene lugar la trampa: se escamotea la exigencia de la carne, de la exoneración necesaria de las glándulas,... 

Y añade:

Yo sostengo que el buen orden de la ciudad se encuentra menos comprometido por el contacto voluntario entre jóvenes machos, y comporta menos consecuencias que cuando la líbido dirige inmediatamente los deseos de esos adolescentes hacia el otro sexo. 


Bueno, no se preocupen que no voy a seguir transcribiendo. Sólo recordarles, por si no han caído en ello, que cuando Gide escribía ésto todavía no se había inventado la pilule. No sé si el dato tendrá valor de cambio, pero ahí lo dejo por si las moscas. Por lo demás, reconocerán conmigo que cualquier procedimiento encaminado a sacar ese polen por sus conductos naturales es mil veces mejor que dejar que se suba a la cabeza con las consecuencias de todos conocidas y, sobre todo, padecidas. 


Coda.- Ya he descubierto en qué consisten los recortes. La foto lo dice todo. Algo que, sin duda, no precisa de resolver integrales para poder ser practicado.


6 comentarios:

  1. No sé por qué siempre he pensado que nuestro mundo sería diferente si Hitler hubiera sido mujeriego. O Franco. En cualquier caso ahí están Mao o Mussolini que no dejaban culito ocioso. Vete tú a saber...

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  2. En cualquier caso algo debe de tener que ver el hambre con las ganas de comer. No sé si conocerás aquel libro que hizo las delicias de los que, como no pudimos ejercer de adolescente cuando tocaba, por razones de sobra conocidas, nos pusimos a desquitarnos cuando rondábamos la treintena, a "La función del orgasmo" me refiero. Según lo que allí se aseguraba, todos los males del mundo se solucionaban follando. Bueno, quizá exagerase, pero para mí que si los adolescentes exonerasen un poco más sus glándulas por medio del intercourse seguro que daban menos la lata. Porque es que, además, según Houellebecq, lo del intercourse es muy importante para que nos gustemos cuando nos miramos en el estanque.

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  3. Entiendo muy bién lo que quieres decir ,Pedro.Pero si Hitler hubiera sido mujeriego,Santi...o Fanco...Fíjate en Stroessner,el gallo Paraguayo,por cierto,de orígen Bávaro-.-Nos hubiera ido mucho peor.
    Cuando leo tus notas sobre Gidé-tengo que leerlo!!!-me doy siempre cuenta de lo normalito que siempre he sido...Me hinché a follar de camarero en mis tiempos de estudiante,eso lo sabe Santi,y tenía épocas en las que sencillamente, odiaba el sexo..es decir,me hartaba fácilmente en la abundancia...Me encantan tus paseos,Pedro,los sigo con tus ojos y los disfruto.Me imagino las calles como si te estuviera acompanando.

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  4. Desde luego, Ignacio, que eso de los poderosos follándose lo que sea porque nada se les niega, me parece detestable. Pero cuando el folleteo es producto de una habilidad es diferente. Houellebecq lo analiza muy bien en sus novelas. Para el el placer no viene propiamente del orgasmo si no del afianzamiento narcisista. En fin, mejor leer a esos autores franceses que reflexionan muy inteligentemente sobre el asunto.

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  5. Sí conocí -y leí con devoción- el libro de Reich: como todo lo que tiene que ver con el sicoanálisis muy bonito para los artistas, una mierda por lo que hace a la ciencia.

    Con respecto a Franco y Hitler supongo que sabéis que del primero se rumoreó siempre que en la famosa herida de la guerra de Africa que sufrió en el vientre la metralla le había producido un daño irreparable en sus partes verendas: de ahí su voz atiplada, su parca descendencia, su falta de vicio lúbrico y su actitud de azoramiento ante doña Carmen que nota Preston en su biografía.

    De Hitler también había rumores de problemas de la misma índole producidas por enfermedad o en la guerra del 14. En cualquier caso ese afán de "poder de poder" que decía Primo de Ribera quién sabe pues eso, se habría visto algo atemperado si hubieran dado rienda a sus pasiones amatorias. Mussolini, por lo que dicen, lo hacía y con todo lo bárbaro que fuera su régimen, no tenía que ver con la crueldad fría y planificada de uno y la oscura y carente de la más mínima compasión -"Dios también es inmisericorde"- del otro.

    Por cierto, Nacho, qué raros somos los humanos: unos tanto y otros tan poco...

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