lunes, 19 de septiembre de 2011

Confidencias en el camino

He visto un par de veces un programa sobre el Camino de Santiago que emite la cadena local de Palencia. En realidad el programa consiste en una entrevista que se hace a un personaje famoso mientras  recorre el camino. O sea, mientras se está reencontrando consigo mismo. Que eso es lo que se hace, se supone, cuando se hace camino. Y más si es el de Santiago. En definitiva, un paisaje y un estado de ánimo propicios a la confidencia intimista. 

La primera vez que lo vi, el personaje era Revilluca. Ni que decir tiene que caminaba sobre albarcas y se apoyaba en un palo de pasiego. Entre eso, su poblado bigote, su cara sonrosada y su corte de pelo a navaja, no dejaba resquicio a la duda sobre su inmaculado linaje. Cántabro hasta la médula. Desinteresado hasta todavía más adentro. Estaba en la política, por supuesto, por amor a sus raíces. Y, luego, su humildad y campechanía en las formas protocolarias. Hasta se echó unas montañesucas a instancias no exentas de sorna de la entrevistadora que le acompañaba. Y claro, cada dos por tres, tenía que fotografiarse con los otros peregrinos que pasaban por allí. Una vez con catalanes, otra con vascos, que de todo hay en el camino. Todos le hacían bromas. El hombre se ha ganado una bien merecida fama de chisgaravís. Hasta su desvirgamiento con una puta de Bilbao salió a relucir allí. Y si en algo se reiteró, fue para desmentir su fama de beodo que sólo es achacable a la tez rosada de su cara. El vino, ni lo prueba fuera de las comidas. Porque, además, no tiene los riñones para muchas fiestas. Aunque no tan mal como le habían dicho en principio. En fin, por allí estuvo caminando un rato. Cerca de Frómista. Se notaba de sobra que no estaba haciendo el Camino. Que tan pronto acabase la entrevista se metería en su coche oficial y saldría pitando hacia su amada Cantabria para continuar en su empeño de ponerlo todo mejor.

Ayer por la noche le tocó el turno a Soraya Sáez de Santamaría.  Andaba por la plaza que hay delante de la iglesia de Villalcazar de Sirga. Hacía fotografías de aquí y allá que pretendían no ser vulgares. Quizá artísticas, no sé, que de eso no entiendo mucho. Estaba mona la chica. Con un traje azul metálico ajustado y su característica melenita encuadrando su cara aniñada. Quizá le sobre papada. Dijo que sólo dejaría la política si le sobreviniese algún problema familiar. La política para ella es debate. Sin debate no se aprende nada. Y como compañero de camino escogería a algún viejo socialista. A Alfonso Guerra por ejemplo, que tiene que saber muchas cosas y con el que es fácil debatir. Su pasión en la vida es el trabajo. El trabajo, dijo, lo es todo. Y aquí, ya, corté porque me llamaron por teléfono. Pero después de colgar volví a pensar en Soraya. Soraya, qué nombre. Sacado sin duda del HOLA. Cuando siempre había en sus páginas un reportaje sobre aquella desgraciada emperatriz de Persia que fue repudiada por ser esteril.  Y Sáez de Santamaría. Quizá sea hija de aquel general bajito, corpulento y un poco estevado acaso, que anduvo en la política y ganó batallas a los nacionalistas vascos. Bueno, parece una chica espabilada y con bastantes estudios. Veremos lo que da de sí cuando las circunstancias que están a punto de venir la sitúen en el top ten del poder político. En fin, aunque no era tan manifiesto como en el caso de Revilluca, tampoco daba Soraya la impresión de querer seguir caminando. Concluida la entrevista, a buen seguro, dejó de hacer fotografías y se subió al coche rumbo a Madrid.

Porque está claro que para hacer camino, a qué engañarse, basta con dar la impresión de que se hace.  Lo demás, cosa de pringaos.

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3 comentarios:

  1. Y digo yo, ¿no está el mundo lleno de caminos a poco que nos pongamos a mirar? Aquí en mi barrio, por ejemplo: fui un día a un museo al que no va nadie -de tumbas de antiguos y cosas así- y me enteré de que tenemos caminos para dar y regalar: por el arte budista, por la arqueología, por más tumbas, por la naturaleza incomparable. En fin, miras aquí, miras allá y solo ves caminos. No veo mucha necesidad de hacer ese de Santiago. Bueno, si te encuentras a Soraya -no voy a negar que me cae de maravilla- todavía...

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  2. Pues sí, la verdad, todo está lleno de caminos. Mi amigo Victoriano que en gloria esté, ponía un camino que se perdía en el horizonte en todos los cuadros que pintaba. Parecían cuadros ingenuos, pero tenían su miga. Caminos infinitos por los nunca se llega a parte alguna. Porque lo malo de los caminos es que tengan un punto de llegada en el que te entregan una indulgencia plenaria. Es como darte la puntilla. Un asco.

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  3. Caminos, sí, miles y diversos. No importan los caminos sino las huellas que en ellos se imprimen.
    P/D: La suerte me trajo a este blog... la buena suerte!

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