viernes, 3 de junio de 2011

Compañeros y compañeras.

Madrid sigue a la espera de que llegue el General Verano para resolver su problema menos acuciante. Las huestes de la indignación resisten en Sol gracias al inesperado apoyo recibido de parte de unos vientos frescos procedentes de sabe Dios qué estepas. Y así es que allí nada parece inquietar sino todo lo contrario. Los compañeros y compañeras tiran adelante con sus conquistas entre ufanos y divertidos y todo  indica que se ha tomado de asiento lo que sólo puede ser de paso. Porque, ya digo, el General Verano está al llegar para ganar la batalla de Sol sin siquiera despeinarse. Que eso no lo puede ignorar sino quien no haya cruzado en su vida esa plaza en pleno estiaje. Cuando caliente el sol en Sol, allí no aguantarán ni las chinches que, según cuentan, prestan su apoyo incondicional a los insurrectos.

Estuve en Madrid pateando sus calles. "Niña, colócate bien las braguitas", oí que le decía uno con deje de Cono Sur a una chica que pasaba por allí.  Bueno, oí otras cuantas lindezas por el estilo que no les cuento por no ponerme chusco. El eterno retorno, pensé. Otra vez los piropos. Otra vez las revoluciones. Y las chinches. Y entonces voy me acuerdo de que si hay una ley que nunca falla esa es la tercera de Newton. Toda acción provoca una reacción de fuerza semejante y sentido contrario. El feminismo, el piropo. La socialdemocracia, los indignados. La revolución, las chinches.

Bueno, en cualquier caso, a mi me mereció la pena darme unas cuantas vueltas por Sol. Había por allí cientos de jóvenes profesionales, cámara en ristre, tomando instantáneas. Y es que, a qué negarlo, el montaje lo merece. Mires donde mires hay algo que, no por manido, deja de hacer gracia. Mayores jugando a ser niños. Vagos a ser trabajadores. Hijos difíciles de familia a ser mendigos. Mendigos a ser revolucionarios. Fracasados escolares a ser cultos. Antisistemas a ser sistemáticos. Saharauis a ser filántropos... "el pueblo saharaui en apoyo del pueblo español", rezaba un cartelón sobre una jaima en la que dormían a pierna suelta unos cuantos moros. ¡Ay, el pueblo! Califica de "pueblo" a un grupo de personas, dijo Noséquién, y ya puedes tener por seguro que acabarán cometiendo todo tipo de barbaridades. En fin.

Madrid, Madrid, Madrid, en Méjico se piensa mucho en ti, sonaba en un carillón la música de Agustín Lara a la hora del ángelus. En Méjico, pensé, no sé, pero lo que es en Barcelona, te puedo asegurar que sí. Ya digo, Madrid, ciudad desacomplejada donde las haya. Bueno, al menos esa es la impresión que a mí me da cuando paseo por sus calles y trato con sus gentes. Porque esa es la cuestión, en Madrid es fácil pegar la hebra con cualquiera a propósito de lo que sea. Que te lo digo yo.

5 comentarios:

  1. En junio, ¿no deberían estar estudiando para los exámenes? ¿O ahora son en mayo como en América?

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  2. Es mas difícil escribir en este blog que ganar el premio Cervantes

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  3. Mucho me temo, Jacobo, que los que están en Sol tienen la llamita encima de la cabeza. Así que, a quoi bon examinarse de nada.

    No entiendo lo que quieres decir, anónimo.

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  4. Pues me temo que yo tendré que conformarme con comprobar la mugre, concentrada como el bóvril, que adorna la acampada de Oviedo, y fiarme de lo que tú nos cuentas de Madrid. Me dice L. que ayer a media mañana solo había bajo el instalache de La Escandalera dos colguten de guardia. La cosa languidece. Habría que hacer una porra: ¿levantarán el campamento antes de que J.L. Balbín y F.A. Cascos aterricen en el Principado?

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  5. Seguramente a los colguten de La Escandaslera les habrá dispersado el General Nordeste. No sé.

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