viernes, 22 de abril de 2011

VIVA LA EVOLUCIÓN

Me reta Teresa a que cambie mi argumento y escriba una entrada sosteniendo que la geografía condiciona la  forma de ser de las personas que la habitan. Bien, lo que me pide es que haga un poco de Luciano de Samosata  exponiendo las razones por las cuales se llega a la conclusión de que la mosca cojonera es un animal maravilloso.

Pues sí, efectivamente, la geografía es importante. Plutarco dejó constancia de ello. En uno de sus escritos nos explica como  los habitantes de las montañas tienden a ser defensores de la democracia. Los de la llanura, de la tiranía. Los de la costa, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Y es lógico que así sea porque los de la montaña viven aislados y les gusta organizarse por su cuenta para campar por sus respetos, llevando sus rebaños a donde les conviene y, si alguien les amenaza,  defienderse por sus propios medios. Los de la llanura, por contra, necesitan leyes severas y una mano ejecutora que les defienda de los salteadores de cosechas. Los de la costa agarran el barco y se van por ahí a comerciar con quién sea que se les pone a tiro, lo cual les obliga a no andarse con remilgos ideológicos. En fin, este es un ejemplo como otros mil que se podrían poner, porque no es lo mismo arar, tirar la semilla, abonar y cosechar, cuatro días en total, en Osorno, un suponer, que vivir a toque diario de sirena en Baracaldo. O ser pescador en Cudillero, que ser municipal en Parla.

Es el famoso contexto que importa y produce la diferenciación cultural que determina las formas de comunicarse y las enriquece, como afirma Teresa. Qué duda cabe. Y además, que los contextos son, si no infinitos, si tan numerosos como personas existen en el mundo. O casí. Porque hay una cosa que conocemos desde que Freud se puso a teorizar sobre ella: el narcisismo de las pequeñas diferencias. Por mucho que los seres humanos sean iguales entre sí en la inmensa mayoría de las cosas, a la hora de definirse agrandarán hasta la ridiculez las pequeñas diferencias carentes las más de las veces de significación.

Las lenguas, por ejemplo. ¿Qué son las lenguas? Para mí está claro: la lengua es el vehículo en el que se trasportan las ideas. Es decir, lo importante es la idea, no el vehículo. Pero sé que no es éste el sentir general, ni mucho menos. Hay muchísima gente que piensa que las ideas cambian, o se matizan, según sea la lengua con la que se trasmiten. Como si la lengua fuese una especie de alma superpuesta. Y por eso es que las defienden a muerte sin importarles las barreras artificiales que con ello se levantan entre los seres humanos. Y en habiendo barreras, hay diferencias que por la general, a qué engañarse, se suelen resolver a tortas. Pero, en cualquier caso, la idea sigue siendo la idea la pongas o no lazos de colores.

Ahora que lo que sí que, a mi juicio, condiciona, y mucho, es el tamaño de la aglomeración humana en la que se vive. De la Corte al Cortijo hay toda una gama que tiene su punto de inflexión en el momento que la persona  empieza a sentirse individuo anónimo. Eres individuo anónimo o eres miembro de una comunidad. Ir por libre o estar controlado. Nada condiciona tanto. La metrópolis o la provincia. Y por eso será que, por lo general, uno de Madrid tenga más afinidades con uno de Londres que no con uno de Manganeses de la Polvorosa donde tiran la cabra desde el campanario. La lengua poco tiene que ver en esto.

Y por no dar más la lata con tan gastado asunto, me detendré un instante en lo de la diferenciación cultural. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de diferenciación cultural? ¿A que unos corren delante de los toros y otros arrastran Cristos por las calles? Diferentes costumbres en definitiva. Costumbres, todo hay que decirlo, que afectan a una parte mínima del cotidiano devenir. No, la verdad, para mí eso contribuye bien poco a la diferenciación cultural. Lo que creo que produce diferenciación, hasta crear abismos a veces, es el afán de cultivarse que tienen unas personas en relación a otras. Los hay que gustan de tener libros entre las manos y otros que no les sostendrían así les matasen. Y así, ya digo, es como se crean abismos entre las personas y malestar en los pueblos y entre las naciones.

En fin, que es muy entretenido ver  como Mr, Higgins identifica la procedencia de las personas según su particular "deje" al hablar. Pero, a la hora de la verdad, todos sus esfuerzos se encaminan a conseguir que Eliza Doolittle hable sin "deje", es decir con el "deje" de los que tienen estudios. Que de sobra es sabido que, mayormente, son los estudios los que enriquecen la forma de comunicarse.

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