jueves, 7 de abril de 2011

Maliaño never again




 "Soy un estratega sombrío que, habiendo perdido todas las batallas, traza ya, en el papel de sus planes, disfrutando de su esquema, los pormenores de su retirada fatal, en la víspera de cada una de sus nuevas batallas"


Cuando a uno le falta ingenio para expresar con palabras lo que se le pasa por la cabeza siempre le queda el recurso de echar mano de los poetas consagrados. Claro está que sin perder de vista que de la erudición a la pedantería se puede transcurrir con el mismo sigilo que cuando un rayo de sol pasa por un cristal, etc, etc.. Así que, una vez más que creo no será la última, recurro a mi admirado Pessoa. Espero haber acertado con la cita. Sobre todo por lo de "disfrutando de su esquema".

Y no crean que si trazo ya los pormenores de mi retirada fatal es porque me disguste Maliaño. No, ni mucho menos. Lo que pasa es que Maliaño es demasiado para mi cuerpo. Es como si quieres subir al Curavacas sin haberte sometido a un severo entrenamiento previo. Porque sí ganar altitud es costoso, lo de penetrar densidad ni les digo. Densidad humana quiero decir.

Sí, a veces sales a la calle y cuesta discernir. ¿Es que acaso estoy dentro de un cómic de Robert Crumb con guión de Bukowski? La verdad, nunca vi tanta tía bien fajada. Jóvenes, menos jóvenes e incluso viejas. Hay tanta mercancía en el escaparate que es imposible elegir. Y todo ese ejercito de jubilados vestidos para la ocasión, sin cortarse un pelo. Aquí no se hace nada sin calzarse el uniforme correspondiente al deporte que se intenta practicar. Lo mismo que los jóvenes alrededor del coche aparcado debajo de mi ventana con la música a tope y calentando la piedra entre las manos. Por no hablar de los chuchos. Pequeños, medianos, grandes y asesinos. ¿Pero es que hay alguien en Maliaño que no viva al ritmo de las deyecciones de su chucho? Y cómo les ríen lo que les parece son monerías originales. ¡Dios, qué bello sería el mundo si se quisiese así a los humanos! O quizá no, que cada vez son más y más inteligentes los que sostienen que el amor todo lo putrefacta. Como el que tiene mi vecina de arriba a sus niños, que es tan grande que todo se lo tiene que decir a gritos.

En fin, que ya les tendré informados porque, cuándo, no lo sé, pero que me voy, eso es seguro. No por nada, sino por la cosa de la intensidad. Intensidad vital que me rodea, quiero decir.

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