miércoles, 16 de marzo de 2011

Una cosa y su contraria.

El problema principal que yo le veo a la racaille -forma francesa de decir chusma- es que siempre quiere una cosa y su contraria.

Para empezar quiero dejar claro que es lo que yo entiendo por racaille o chusma. Es esa franja de la población en la que el nivel económico supera con creces el nivel cultural. Desgraciadamente, si no ando equivocado, esa franja engloba una parte muy significativa, acaso mayoritaria, de la población total.

Para esa gente, decir dinero en el bolsillo y decir triunfo en la vida, todo es una. Y, por extensión, en la vida, claro está, sólo triunfan los inteligentes. Y como son inteligentes  il va de soi que no se equivocan al elegir. El coche más grande, la casa más grande, la fiesta más grande, la comida más grande, el ruido más grande, en definitiva, todo a lo grande porque, para la racaille, lo que sobre todo cuenta  es tenerla más grande que el vecino.

La cuestión no es baladí, porque si hay algo que sustente todo este tinglado que denominamos "estado del bienestar" es, precisamente, esa querencia de la chusma por lo grande. Por lo que más se ve, más se oye, más se huele, por lo más guay en definitiva. Lo grande, que exige movilizar más recursos, lo cual, que nadie lo olvide, es lo que crea más puestos de trabajo, es decir, la madre de todos los empeños que conducen a la gloria colectiva.  

Así es que cuando un político, en uno de esos raros momentos de lucidez  que a veces suelen tener, va y le dice a un miembro de esa horrible cofradía, "casse-toi, pauvre con" , algo así como ¡muerete, gilipoyas!, se arma la de dios-es-cristo. Y no es para menos, porque decirle a un chusma que sea reflexivo, es como decirle que no consuma todo lo que pueda y un poco más, o sea, como decirle a un adolescente ebrio de notoriedad que no haga el bestia con su moto... ¿qué sería entonces de la industria del trasplante?

Y, ahora, con motivo de lo de las nucleares de Japón, ya tenemos ahí otra vez a la chusma diciendo la suya y sin miedo a equivocarse. ¡Que las cierren todas! Eso, y ellos a seguir con la fiesta. Y lo de la energía que necesitan para alumbrar sus desvaríos, eso, que lo solucionen los empollones, que para eso están.

No sé, pero alguien le debiera explicar a esa gente que no se puede querer una cosa y su contraria. Que por muy listos que hayan demostrado ser al haber llegado tan alto, esa elección no es posible. Que si cerramos las nucleares habrá que suspender la fiesta hasta que los empollones den con una solución a gusto de todos. O sea, hasta nunca jamás. También, claro está, se les puede decir que sería una ayuda inestimable que ellos se pusiesen a estudiar un poco. En fin, como predicar en el desierto.

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