jueves, 13 de enero de 2011

Por donde Solía



De entre las cosas buenas que te pueden pasar en esta vida, una, y no pequeña, es que te pongan un MERCADONA cerca de casa. Y si le añades un IKEA y un PC City, ya, ni te digo. Bueno, y si ya, un DECATHLON, la repanocha.

El caso es que acaban de inaugurar un MERCADONA aquí al lado. Así es que esta mañana, aprovechando que el tiempo era primaveral, he agarrado la bicicleta y me ido para allá. Primero por la carretera que limita con la trasera de la antigua STANDAR , atraviesa la ría de Boo, deja a un lado FERRO ATLANTICA, hasta la altura del Hotel Los Ángeles. Allí he girado a la derecha para meterme por una secundaria que en menos de doscientos metros te deposita en un carril bici. El carril bici atraviesa Guarnizo haciendo malabarismos entre las naves de un polígono industrial considerable. Después, bordea una factoría que huele a sulfúrico, un campo que huele a mierda de vaca y, unos metros más allá, caes sobre la ría de Solía. Tiras a la izquierda por el carril que antaño fue ferrocarril de Ontaneda y, apenas un kilómetro más allá, te das de lleno con MERCADONA.

Había bastante gente. He amarrado la bici a la barandilla que protege los carritos y he entrado, como quien dice, al templo. ¡Jo! Impresionante. Así debió ser aquella mítica Mesa del Sol que, según cuenta Heródoto, había a la entrada de las ciudades en la legendaria Etiopía. Aunque bien es verdad que en el caso de MERCADONA hay que pagar por lo que te llevas. Pero no gran cosa. Les cuento.

Como he ido en bici ya supondrán que la compra no podía ser voluminosa. Además, llevaba el objetivo bien marcado. Precocinados para meter en el congelador. Cuatro lasañas congeladas, dos boloñesas y dos vegetales, de una ración cada una. Otra lasaña de Martínez Loriente, con aceite de oliva y sin conservantes ni colorantes artificiales, sin congelar, para comer hoy. Hago un inciso: estaba deliciosa. Cuatro pechugas de pollo para congelar por si un día me da la fiebre y decido cocinar arroz con pollo, y verduras, por supuesto. También un rollo de film transparente para congelar las pechugas de forma individualizada. Total: 11,93 €. Y eso por no hablar de la oferta que me ha hecho la amable cajera de una pasta de dientes casi regalada. Yo, le he contestado, es que ando colgado con la pasta de SCHLECKER. ¿SCHLECKER?, ha dicho ella como haciéndose de nuevas. Sí, sí, SCHLECKER, he prosegido yo, ¿pero usted en qué mundo vive señorita?

Oye, habrá crisis, no digo yo que no, pero reconocerán conmigo que las penas con MERCADONA son menos penas.

2 comentarios:

  1. Sorprende y al mismo tiempo te hace pensar el entusiasmo que pones a esa pequeña cosa, como es tener un centro comercial cerca. Hoy en día podemos decir que somos muchos los privilegiados, los que tenemos tiendas pequeñas o grandes superficies no lejos de nuestro domicilio. Pero también es cierto que si viviéramos en otra zona del planeta sería un lujo y algo grandioso poder acceder a todo tipo de alimentación. Así que, seguramente tendremos que considerarlo como una gran suerte y no verlo como algo sencillo y natural.

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  2. Sí, desde luego, es algo que si de repente nos faltase, o volviese a lo de hace treinta años, nos tiraríamos de los pelos.

    Lo que no es sencillo, supongo, es hacer un uso razonable del invento. Siempre que estoy a la cola de la caja me fijo en lo que suele comprar la gente y me hago cruces. Ya sabes, el personal está lleno de preferencias. Me gusta, no me gusta y esas cosas.

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