Hemos evolucionado

En Dagestan los islamistas están desesperados. Los chavales allí pasan de ir a la mezquitas a soltar ventosidades. Prefieren ir al estadio a ver jugar a Eto`o, Roberto Carlos y otras cuantas maduras estrellas del soccer contratadas por las autoridades locales para formar un equipo competitivo. Sabias autoridades, por supuesto, que se han percatado de que no hay mejor manera de poner un desconocido lugar en el centro del mundo que disponiendo de un equipo de fútbol competitivo. Real Madrid, Barcelona, Manchester United, Chelsea, Arsenal y poco más. Eso decía Roberto Carlos cuando le interrogaban sobre lo que había en el mundo. 

Luego, le tocó el turno de explayarse a un imán de luengas y negras barbas. Se quejaba amargamente el hombre de la actitud indecorosa de la juventud que acude a los estadios. O sea, de toda la juventud. E instaba a las autoridades a poner término a la herejía. ¡Pobrecito! Me recordaba a Rouco Varela hablando de la Santa Misa y la Sagrada Familia. Como si se pudiese frenar el curso de la historia. 

Un clavo saca otro, se decía antaño a propósito de las resacas que sólo podían ser aliviadas con una nueva borrachera. Lo mismo para las religiones. Quitas una para poner otra. Y las viejas están demasiado viejas para poder hacer sombra a las nuevas. Para un chaval es más fácil identificarse con cualquier estrella del soccer que después de enardecer a las multitudes con sus malabarismos se va por ahí a tumbar modelos, o huríes si quieren, en hoteles de superlujo. Y muchos son los que se esfuerzan y se someten a duras disciplinas porque sueñan con llegar al paraíso. Y, los que no, hacen una imitación barata de las delicias del éxito saliendo por la noche a emborracharse para poder fantasear a sus anchas. 

No sé, pero para mí que lo tienen mal los islamistas de Daguestán. Y los de cualquier otro sitio. Los Rouco Varela de por aquí, no es que lo tengan mal, es que ya hace mucho que ni siquiera lo tienen. Es ley de vida. Sostenía Houellebecq que el fin del islamismo vendría de la mano de las jóvenes palestinas. Y no por nada sino porque al tener tan a la vista a las jóvenes isrraelitas todo el día triscapellejeando por playas y discotecas no se iban a poder aguantar. De cajón. 

Fútbol, playa, discoteca, la nueva religión. O diversión, si les parece mejor. ¿Pero qué otra cosa han sido  las religiones a lo largo de la historia sino pura y dura diversión? Una quema de herejes o una lapidación de adúltera, el mayor espectáculo del mundo. Afortunadamente hemos evolucionado y donde esté un Madrid/Barça que se quite todo lo demás.