Recuerdo aquellos años del cuplé cuando en la pomada progresista era norma de obligado cumplimiento repetir cada sí y cada no que ellos no veían televisión. Y, por supuesto, lo decían con ese rictus de orgullo propio de los que se creen superiores por el simple hecho de pertenecer a algo. O sea, a la progresía que toma copas en los bares después de haberse endosado un bodrio las más de las veces en un cine de arte y ensayo.
Bien, pues mi opinión es que ellos se lo perdieron. Porque la televisión, desde el mismo momento en que empezó a emitir, ha sido uno de los mejores instrumentos para tomarle el pulso a la sociedad. O al mundo, si quieren. Y, en cualquier caso, infinitamente mejor que lo de tomar copas entre correligionarios repitiendo consignas y dándose la razón sin parar.
Bueno, me dejo de más preámbulos porque me temo que están sonando a rabiosa justificación de mi irrefrenable afición a colgarme de la "caja tonta", por decirlo con terminología progre. Así que voy directo al grano, al presente, y cómo me ayuda a interpretarlo mi mentada afición.
Resulta que había un programa de debate en Telemadrid que en realidad no era otra cosa que un concurso de frikis tirando a dar con el mayor daño posible a un monigote llamado Zapatero. Si uno la decía gorda el otro la tenía que doblar o quedaba fuera de juego. Todos periodistas, por supuesto, moderados por un colega suyo que no hacía sino, por un lado, despejar el campo para facilitar que no se perdiese tiro, y por el otro, poner trabas a cualquier intento de auxilio al monigote. Aquello, a primera vista, era realmente soporifero, pero mirado con detenimiento tenía su aquel. Era un buen muestrario de hasta que punto es capaz de degradarse la condición humana a causa de apesebramiento. Es decir, medrar más por lealtad que por mérito.
El caso es que anoche me dije, hombre, hoy es martes, deben de estar los frikis en Telemadrid, voy a ver como les ha sentado la perdida del monigote. Y me llevé una sorpresa. Para empezar, los intervinientes se habían reducido a la mitad. Les conducía una periodista que se limitaba a cruzar unas piernas bastante bien puestas. Y todos menos uno eran economistas de prestigio. El uno citado, ni que decir tiene era periodista, el Sr. Camacho, una de las predecibles lumbreras que ilumina el mundo cada mañana desde su columna de ABC. Sostuvo, así, de entrada, el Sr. Camacho que Rajoy había mentido y no daba la cara. Y se quedó muy ancho porque, como señaló, el había criticado mucho al anterior gobierno y no iba a ser menos con el actual. Prevención a destiempo que diría mi padre. Entonces fue otro señor, economista renombrado por su pedagogía de la crisis, y dijo, pero que es eso de dar la cara... sonó a, pero qué es esa gilipollez de dar la cara. Aquí, continuó, todos somos mayores y sabemos que hay un déficit inmenso que hay que corregir, así que sabemos de sobra que se van a subir todos los impuestos que se pueden subir y se va a recortar todo lo que se puede recortar, hasta que las cifras cuadren. Luego otro economista no menos prestigioso dijo lo que todos sabemos... o debiéramos saber, que para ganar dinero hay que vender algo. Y España no puede vender a los precios actuales porque sus mercancías no son competitivas. Así que o aumenta su competitividad o baja los precios. Aumentar la competitividad a corto plazo es problemático porque lo que se dice calidad sólo la sabemos dar en la cosa de las raciones y cazuelitas. Por tanto hay que bajar los precios hasta que la relación precio/calidad nos haga apetecibles a los demandantes. Ergo, y aquí está la madre del cordero, hay que bajar los sueldos. Bajarlos y no poco. ¡Ay, madre, que me lo han roto!, que diría el sindicalista.
Y así es que viendo la televisión hago algo más que entretenerme. También me da en qué pensar. Y otras cuantas cosas más que no digo por no cansar con obviedades.
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ResponderEliminarEn fin, que borro el comentario anterior y lo dejo con sintaxis más pulidita. Sorry.
ResponderEliminarNo tengo televisión, y lo siento sobre todo por no ver anuncios, que desde mi infancia, cuando jugábamos con ellos, siempre es lo que más me ha fascinado de sus imágenes. A principios de los ochenta, cuando no había televisión por la mañana descubrí que un día al mes hacían un pase especial de publicidad para los profesionales. Recuerdo que cuando podía me amorraba a la pantalla y los disfrutaba. Después, con el vídeo, los grababa y los veía varias veces. No creo que haya mejor espejo de nuestra sociedad.
Con respecto a darle palos a Zapatero, pues no sé, habrá muchos motivos, pero me da la impresión de que él es ni más ni menos que el arquetipo de individuo normal de mi generación. Si es un ingenuo, iluso, inconsciente o analfabeto funcional será porque el país, en su mayor parte, lo es.
De Mariano diré algo que no me voy a cansar de repetir: ha demostrado que en estulticia no le va a la zaga. Recortar un ocho por cien en investigación es una idiotez suicida cuyos efectos se van a pagar por mucho tiempo. Ojala me equivoque...
Lo de los anuncios que dices, recuerda a una película muy divertida que se llama "Rosalía va al supermercado". Una familia cuyo mayor goce consistía en ponerse todos juntos a ver anuncios.
ResponderEliminarLo del recorte de Rajoy a la investigación, comprendo que te tenga preocupado. Así y todo tengo la impresión de que la calidad de la enseñanza está mejorando en general. Más que nada porque toda aquella casta de catedráticos salidos de los seminarios está siendo sustituida por otra que en muchos casos han cursado parte de sus estudios allende las fronteras. O sea, menos doctrina y más Descartes.
Es verdad que todo mejora, aunque solo sea por ósmosis de lo que hay por el mundo: me dicen que incluso en los países de Africa más pobres la enseñanza universitaria poco a poco progresa. Hay dos problemas con los que se enfrenta la ciencia española que son peliagudos. El primero es el excesivo número de universidades financiadas con el erario público que ya no se pueden sostener y que no se sostendrían si no fuera por el sistema de taífas de nuestro país. La universidad de la Rioja, por ejemplo, no tiene sentido, pero no va a desaparecer por lo que todos sabemos. Finalmente está la cuestión de que con estos recortes en investigación los mediocres se quedarán, pero los que merecen la pena se irán por el mundo y lo que se ha invertido en ellos se perderá. Quizá vuelvan de jubilados, como Severo Ochoa o gente así, pero para largo me lo fiais...
ResponderEliminarYo no soy tan pesimista al respecto. El gran salto adelante que dio la ciencia en España a finales de los sesenta, primeros setenta, fue gracias a que regresaron muchos de los que se habían ido a Europa y EEUU. Dentro de unos años habrá otro empujón de la misma especie, porque de una cosa puedes estar seguro: España es un lugar que se mueve a estrincones. A la que se mejora un poco, a dormirse en los laureles se ha dicho. A coger olas e irse de copas con los amigos. Por cierto, para mi madre lo de "irse de copas" toda la vida significó soltar una ventosidad. ¡Cómo cambia el lenguaje con los años!
ResponderEliminarJaco: no sé si has acertado al ejemplificar con la U de La Rioja, precisamente. Esa Universidad tiene al menos un mérito: el de poner en marcha y mantener un servicio científico útil, bueno y gratuito como Dialnet. (http://dialnet.unirioja.es/).
ResponderEliminarHombre, tú verás, un trabajo muy bueno y benemérito que puede realizar un informático avispado con un solo ordenador justifica la existencia de una universidad pública que a pocos kilómetros tiene no sé cuántas: la del País Vasco, Pública de Navarra, Burgos, Zaragoza... En cualquier caso, no tengo nada en particular contra esa universidad, sino, como sabes, se trata solo de un ejemplo. Lo mismo podría haber dicho de la de Burgos, Lérida, Alicante, León y otras cuantas que se hace cansino nombrar.
ResponderEliminarEn cualquier caso no estoy en contra de que se creen universidades nuevas. Es un derecho de todo ciudadano. Sí que se despilfarre el dinero público con su multiplicación, un dinero que, siendo escaso, se aprovecha más mejorando las ya existentes. En Salamanca, me dicen, por ejemplo, que los centros han estado cerrados las dos semanas de vacaciones para ahorrar calefacción. Imagínate el mogollón de horas de estudio en las bibliotecas, de trabajo de laboratorio o de despacho que se han perdido por la falta de presupuesto en algo tan básico. Es una locura, por ejemplo, que Castilla y León tenga cuatro universidades públicas siendo la región con menor densidad de habitantes de Europa. Saldría más barato becar a los estudiantes de las de Burgos y León para que estudiaran en las otras dos, o promocionar la UNED que mantenerlas abiertas, pero...
ResponderEliminarCreo, Jacobo, haberte oído decir que el modelo japonés consiste en mantener universidades públicas para los estudiantes de excelencia. Y que el mogollón restante acude a las privadas. Me parece una idea genial. Aunque, también, lo de que todas sean privadas y que haya un buen sistema de becas y prestamos me parece de perlas. Lo que me parece arcaico es lo de este país que parece que muchas titulaciones las expenden en la máquina del tabaco de los bares. Conozco profesores, y profesoras, de la universidad de Cantabria y me hago cruces. Supongo que también habrá gente valiosa, pero, como dices, estarían mucho mejor aprovechados en Madrid o Valladolid que no aquí montando su pequeñito reino de taifas... pasión nacional donde las haya.
ResponderEliminarSí, es como dices, el ingreso en las universidades públicas es realmente duro. En cualquier caso, no sé muy bien si sirven para mucho las titulaciones básicas, quiero decir, no los másters o doctorados, que son otra cosa. Con respecto a la devaluación de los títulos en España, pues de acuerdo, pero me da la impresión de que no es algo nuevo. De hecho ya habré dicho aquí hasta la saciedad que sólo cuando salí de España caí en la cuenta de que mi formación era algo cercano a cero, como no podía ser de otra manera: una universidad en la que no había nada de aparataje (espectrógrafos y cosas por el estilo), en la que no se enseñaba estadística, ciencia retrasada dos o tres décadas. En fin, pero como todo puede superarse es posible que la situación sea peor. Es lo que me dice la gente que está dentro.
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