Recuerdo que en casa de mis padres, sobre un arcón que había en el hall, entre otros bibelots destacaba la imagen de un buda de metal dorado al que alguien se encargaba de aplicar sidol de vez en cuando para que nunca decayese el brillo. Yo veía aquello y era como si no lo viese. Una cosa como cualquier otra de las que a veces se iban al suelo a causa de nuestros juegos. De hecho la imagen del buda tenía unos cuantos abollones. Fue más adelante, por la adolescencia ya cumplida, cuando por causas que no recuerdo empecé a preguntarme por el significado de aquella figura en aquel lugar precisamente. Un buda fiscalizando las comidas familiares de verano. Un buda en la casa de una familia cristiana en la que no sobraban los crucifijos. Un buda, en fin, del que nadie parecía preguntarse la procedencia. Orondo, sonriente, cómodamente instalado sobre sus mullidas posaderas. De hecho, comprendí pronto, no significa nada. Un bibelot más de aquellos que traía el abuelo de sus continuos viajes por Europa a la búsqueda de novedades para sus negocios.
El caso es que ayer, cuando paseaba Salvé arriba, Salvé abajo, me vino a la memoria aquel buda reluciente por causas que paso a comentar. Porque es que la playa se había llenado de gente a causa del buen tiempo y, uno aquí, otro allá, presidiendo los grupitos familiares, estaban los abuelos troncholaris, inmóviles en sus sillas, con sus relucientes y tersas barrigas al sol, que no otra cosa parecían que el mismísimo Buda redivivo. Impertérritos en su abulia, de vez en cuando se veía a alguno levantarse y coger la palita del nieto para ayudarle a levantar una muralla contra las olas en avance. Eso era todo. Luego, otra vez sobre arcón a esperar nueva aplicación de sidol para resistir hasta la hora de las chuletas.
¡Cuánta sabiduría, tío! Y me acordé del gran Matos, aquel sabio salmantino al que un día por azar le cayó en las manos el Siddhartha de Hesse. Lo leyó, y ya no necesitó más. Desde aquel momento se puso a construir una de las vidas más plenas de entre las que dan noticia las crónicas.
¡Cugüen! Y uno que no aprende con lo fácil que parece.
miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
Porque se me ha caído que si no...
Que por buenas ideas que no quede. Todavía estoy viendo a Revilluca subido a un estrado levantado al efecto desde el que pronunció un transcendental discurso en el que entre otras cosas vino a decir: "Pueblo de Laredo, Nación Cántabra, os lo prometí y desde aquí os lo entrego". Y hacía un gesto con los brazos extendidos como de dádiva, al estilo del que usó el diablo cuando tentó a Jesucristo desde el Tibidabo de Barcelona.
Aquellos eran tiempos, cuando la fiesta no cesaba porque los bancos alemanes ponían la bebida a cambio de una sonrisa. Y aquí es que no parábamos de partirnos de risa: ¡Otra de hormigón, Oto! Y Oto le daba a la palanca y el hormigón fluía cantarín para ir a anegar otra hectárea de interés socioculturoecoloartístico y demás hierbas. No problem
Bien, buenas ideas siempre las hubo. Unos señores llaman a los hermanos Calderón para que les decoren un hotel en Laredo. Y los hemanos Calderón idean un pequeño paraíso en medio de aquel caos de hormigón aluminósico. Y los dueños del paraíso se obstinan en conservarle tal cual fue ideado. Y los clientes podemos así disfrutar de unos días amables cuando venimos huidos de las fiestas de nuestro pueblo.
Pero las buenas, buenas, buenas, las tienen los Revillucas de turno. Cogen, agarran y dicen: que me pongan aquí un trono de hormigón para que pueda venir a inspeccionar la construcción de mi particular Escorial. Y empieza la música de las excavadoras. Y a su son crecen los sueños. Y los delirios. Esto se llenará de millonarios. Y de tías buenas. Y cosas así... hasta que negros nubarrones se otean por el horizonte. Jo, tío, los alemanes parece que ya no sonríen. Les ha cambiado el gesto. Bueno, dicen entonces los revillucas, siempre nos quedarán los maestros, y los médicos, y los policías, y los jubilados, unos cagones todos a los que se la puedes meter como quieras que puedes estar seguro de que no van a mover un dedo.
Y el Escorial, entonces, queda convertido en una instalación minimalista que admira a extraños y da pol saco a propios.
En fin, como dijo aquella niña que jugaba al diábolo en la película Viridiaña: porque se me ha caído que si no... Conocen alguna frase que exprese mejor la idiosincrasia de este país de las mil y una noche de botellón.
Aquellos eran tiempos, cuando la fiesta no cesaba porque los bancos alemanes ponían la bebida a cambio de una sonrisa. Y aquí es que no parábamos de partirnos de risa: ¡Otra de hormigón, Oto! Y Oto le daba a la palanca y el hormigón fluía cantarín para ir a anegar otra hectárea de interés socioculturoecoloartístico y demás hierbas. No problem
Bien, buenas ideas siempre las hubo. Unos señores llaman a los hermanos Calderón para que les decoren un hotel en Laredo. Y los hemanos Calderón idean un pequeño paraíso en medio de aquel caos de hormigón aluminósico. Y los dueños del paraíso se obstinan en conservarle tal cual fue ideado. Y los clientes podemos así disfrutar de unos días amables cuando venimos huidos de las fiestas de nuestro pueblo.
Pero las buenas, buenas, buenas, las tienen los Revillucas de turno. Cogen, agarran y dicen: que me pongan aquí un trono de hormigón para que pueda venir a inspeccionar la construcción de mi particular Escorial. Y empieza la música de las excavadoras. Y a su son crecen los sueños. Y los delirios. Esto se llenará de millonarios. Y de tías buenas. Y cosas así... hasta que negros nubarrones se otean por el horizonte. Jo, tío, los alemanes parece que ya no sonríen. Les ha cambiado el gesto. Bueno, dicen entonces los revillucas, siempre nos quedarán los maestros, y los médicos, y los policías, y los jubilados, unos cagones todos a los que se la puedes meter como quieras que puedes estar seguro de que no van a mover un dedo.
Y el Escorial, entonces, queda convertido en una instalación minimalista que admira a extraños y da pol saco a propios.
En fin, como dijo aquella niña que jugaba al diábolo en la película Viridiaña: porque se me ha caído que si no... Conocen alguna frase que exprese mejor la idiosincrasia de este país de las mil y una noche de botellón.
lunes, 29 de agosto de 2011
Fiesta
Cuando en la ciudad que uno vive hay fiestas patronales, la obligación de cualquier persona sensata es largarse con su música a otra parte. No por nada sino porque si en condiciones normales hay botellón dos o tres días a la semana, en fiestas lo hay siete de cada siete. Siete días y siete noches de berrea con amplificador... nuestra preclara juventud, la mejor formada desde que la humanidad guarda memoria.
Así es que, siguiendo mis propios consejos, me he venido a Laredo y me he instalado en el Hotel El Ancla. Y, oye, tío, qué flash back. Como un regreso a los veintitantos. Bueno, en aquellos años, Laredo era colonia francesa y ahora lo es vasca, o sea, que es más fácil hacer chistes al respecto. Por ejemplo, iban ayer dos chicas de topología troncholari hablando en vascuence y, entonces, voy y le digo a María de forma que ellas lo oyesen: ¿qué idioma hablarán esas chicas? Deben ser suecas. Y yo notaba como se les hacía el culo piritoedros a las troncholaris.
El Hotel El Ancla esta decorado por los hermanos Calderón. Para un santanderino de mi edad, con decir eso, ya está dicho todo. Los cuadros de los hermanos Calderón y la balumba de objetos sacados del desguace de barcos que por aquel entonces había en la ría de Astillero. Cuero, madera en los techos, tela escocesa en las paredes, algo de piedra y resto encalado. Podría ser un club inglés. El buen gusto, en cualquier caso, de la burguesía santanderina de los setenta. No había otro. Lo imponía Botín.
Llueve sobre Laredo. A María le entristece. A mí no me importa. Seguramente luego levantará porque lo dice internet. Iremos a la playa. Quizá.
Así es que, siguiendo mis propios consejos, me he venido a Laredo y me he instalado en el Hotel El Ancla. Y, oye, tío, qué flash back. Como un regreso a los veintitantos. Bueno, en aquellos años, Laredo era colonia francesa y ahora lo es vasca, o sea, que es más fácil hacer chistes al respecto. Por ejemplo, iban ayer dos chicas de topología troncholari hablando en vascuence y, entonces, voy y le digo a María de forma que ellas lo oyesen: ¿qué idioma hablarán esas chicas? Deben ser suecas. Y yo notaba como se les hacía el culo piritoedros a las troncholaris.
El Hotel El Ancla esta decorado por los hermanos Calderón. Para un santanderino de mi edad, con decir eso, ya está dicho todo. Los cuadros de los hermanos Calderón y la balumba de objetos sacados del desguace de barcos que por aquel entonces había en la ría de Astillero. Cuero, madera en los techos, tela escocesa en las paredes, algo de piedra y resto encalado. Podría ser un club inglés. El buen gusto, en cualquier caso, de la burguesía santanderina de los setenta. No había otro. Lo imponía Botín.
Llueve sobre Laredo. A María le entristece. A mí no me importa. Seguramente luego levantará porque lo dice internet. Iremos a la playa. Quizá.
domingo, 28 de agosto de 2011
La rueda
Es evidente que una cosa es parecer y otra ser. Por ejemplo, la gente cree que es el sol el que gira alrededor de la tierra porque eso es lo que parece. ¿Se pueden imaginar lo que parecería si eso fuese así? ¿Por dónde veríamos entonces salir y ponerse el sol? ¡Agárrame esa mosca por el rabo!
Así es que podemos saber que cuando se es pavo lo natural es hacer la rueda, pero no podemos saber, ni siquiera imaginar, como sería un pavo capaz de conquistar a las pavas sin necesidad de hacer la rueda para ello.
Y aquí es donde me surge la duda: ¿es la rueda pura apariencia o responde a una realidad? Bien, aquí tienen un ejemplo palpable de cómo el lenguaje tiene sus limitaciones. Porque más rueda en absoluto quiere decir mayores capacidades genésicas, de la misma forma que big no es necesariamente better por mucho que insista la industria del alargamiento.
Pero da igual, porque con limitaciones del lenguaje o sin ellas, siendo apariencia o realidad, el caso es que nunca los pavos van a dejar de hacer la rueda más grande y llamativa que puedan ni las pavas van a dejar de sentirse atraídas por la rueda más deslumbrante. Porque esas son las limitaciones que nos impone la naturaleza.
-Metafísico andáis hoy, hermano Devorator.
-Es que llevo tiempo sin comerme un rosco.
Así es que podemos saber que cuando se es pavo lo natural es hacer la rueda, pero no podemos saber, ni siquiera imaginar, como sería un pavo capaz de conquistar a las pavas sin necesidad de hacer la rueda para ello.
Y aquí es donde me surge la duda: ¿es la rueda pura apariencia o responde a una realidad? Bien, aquí tienen un ejemplo palpable de cómo el lenguaje tiene sus limitaciones. Porque más rueda en absoluto quiere decir mayores capacidades genésicas, de la misma forma que big no es necesariamente better por mucho que insista la industria del alargamiento.
Pero da igual, porque con limitaciones del lenguaje o sin ellas, siendo apariencia o realidad, el caso es que nunca los pavos van a dejar de hacer la rueda más grande y llamativa que puedan ni las pavas van a dejar de sentirse atraídas por la rueda más deslumbrante. Porque esas son las limitaciones que nos impone la naturaleza.
-Metafísico andáis hoy, hermano Devorator.
-Es que llevo tiempo sin comerme un rosco.
sábado, 27 de agosto de 2011
As time goes by
Hace unos días decidí ayudarme a pasar las calurosas horas de la tarde revisitando "Casablanca". No lo lamenté. Y mira que la he visto veces. Veinte, seguro. Acaso cincuenta. Puede que más.
"Rick, tú me desprecias", dice el personaje que encarna Peter Lorre. Y Rick: "si pensase alguna vez en ti, seguramente."
Rick es duro. Rick es sentimental. Positivista y romántico, ingredientes de un cóctel que tiene el éxito asegurado. Positivista para adquirir poder, romántico para dilapidarlo. Respeto por un lado, simpatía por el otro. Y, luego, claro está, lo definitivo es el estilo. Mezcla de alejamiento apolíneo y proximidad dionisiaca según conviene a la circunstancia. Beber o no beber, esa es la cuestión.
Rick es el centro de un mundo que sólo es posible cuando lo racional y lo exótico se dan la mano. Lo racional de occidente con lo exótico de oriente. Eso es Casablanca, el lugar donde sólo se mata cuando la intriga no funciona. Un oasis de civilización en medio de un mundo caótico.
As time goes by, ya nada es lo que era. En Casablanca, y en Trípoli, y en Damasco, todo es ahora uniforme y por eso supongo es que ya no se intriga. Se mata y punto. Y al gracioso, se le parten las manos. ¡Leches con la primavera árabe!
"Rick, tú me desprecias", dice el personaje que encarna Peter Lorre. Y Rick: "si pensase alguna vez en ti, seguramente."
Rick es duro. Rick es sentimental. Positivista y romántico, ingredientes de un cóctel que tiene el éxito asegurado. Positivista para adquirir poder, romántico para dilapidarlo. Respeto por un lado, simpatía por el otro. Y, luego, claro está, lo definitivo es el estilo. Mezcla de alejamiento apolíneo y proximidad dionisiaca según conviene a la circunstancia. Beber o no beber, esa es la cuestión.
Rick es el centro de un mundo que sólo es posible cuando lo racional y lo exótico se dan la mano. Lo racional de occidente con lo exótico de oriente. Eso es Casablanca, el lugar donde sólo se mata cuando la intriga no funciona. Un oasis de civilización en medio de un mundo caótico.
As time goes by, ya nada es lo que era. En Casablanca, y en Trípoli, y en Damasco, todo es ahora uniforme y por eso supongo es que ya no se intriga. Se mata y punto. Y al gracioso, se le parten las manos. ¡Leches con la primavera árabe!
miércoles, 24 de agosto de 2011
Qu´est-ce qui s´est passé
Parece ser que lo que se lleva es que todo quede en agua de borrajas. Burbujas salidas de la nada que al explotar se duplican: nada de nada. Aunque en este caso...
DSK, el expoderoso presidente del FMI ha sido absuelto de todos sus cargos. Huelgan consideraciones acerca del funcionamiento de la justicia. Ha sido absuelto y punto. Ahora empieza un nuevo capitulo. Interesante.
Digo interesante porque al ser asunto de franceses y tener la trama connotaciones lúbricas deja en el aire el desenlace del culebrón. ¿Libre y victoriso o libre y humillado? Es mucho lo que está en juego y, sobre todo, mucho morbo, lo que el otro día echabas en falta Ignacio.
El caso es que, si nos atenemos a lo que el cine y la literatura nos muestra, los franceses piensan, y como tal parece que actuan, que el sexo es un manantial inagotable de placer. Y no es que esté pensando en Bruno, el tarado personaje que creó Houellebecq para sus "Partículas Elementales". No, ahora tengo en mente a Gide, del que, como les decía ayer, estoy leyendo los diarios. Un personaje de formación exquisita, en la cuspide del poder intelectual, en estrecha relación con las élites de la patria y, sin embargo, un depravado convicto y confeso que sale de la iglesia en compañía de su mujer a la que adora para ir por ahí a tirarse niños. Y a nadie parece importarle, su prestigio se mantiene más o menos incólume. Por no hablar del prestigio del tal Rimbaud, que dicen las malas lenguas que se hizo rebanar las costillas flotantes para poder doblarse de tal forma que le fuese posible practicar la autofelación. Y mil ejemplos más que se me vienen a la cabeza, pero que omito por cortesía. Sólo voy a osar un apunte sacado del Diario de Gide:
"No he sabido nunca renunciar a nada; y protegiendo a la vez en mí lo mejor y lo peor, he vivido descuartizado. Pero ¿cómo explicar que esa convivencia en mí de los extremos no producia tanto inquietud y sufrimiento, como una intensificación patética del sentimiento de la existencia, de la vida? Las tendencias más opuestas no han conseguido nunca hacer de mí un ser atormentado, sino perpejo, pues el tormento acompaña a un estado del que se desea salir, y yo no deseaba en absoluto escapar a aquello que despertaba todas las virtualidades de mi ser; ese estado de diálogo que, para tantos otros es más o menos intolerable, se volvía para mí necesario..."
Por eso digo, ¿le va a perjudicar o le va a beneficiar a DSK su más que demostrada pasión por las prácticas abusivas en el boudoir? Me sería dificil apostar aunque confieso que me inclino por pensar que le veremos Presidente de la France. Porque es que, además, es una oportunidad de oro para los verdaderos patriotas franceses. De decirles a los americanos, vosotros le humillasteis, nosotros le ensalzamos, ¡jodeos! ¡Vive la Republique! ¡Vive la France!
DSK, el expoderoso presidente del FMI ha sido absuelto de todos sus cargos. Huelgan consideraciones acerca del funcionamiento de la justicia. Ha sido absuelto y punto. Ahora empieza un nuevo capitulo. Interesante.
Digo interesante porque al ser asunto de franceses y tener la trama connotaciones lúbricas deja en el aire el desenlace del culebrón. ¿Libre y victoriso o libre y humillado? Es mucho lo que está en juego y, sobre todo, mucho morbo, lo que el otro día echabas en falta Ignacio.
El caso es que, si nos atenemos a lo que el cine y la literatura nos muestra, los franceses piensan, y como tal parece que actuan, que el sexo es un manantial inagotable de placer. Y no es que esté pensando en Bruno, el tarado personaje que creó Houellebecq para sus "Partículas Elementales". No, ahora tengo en mente a Gide, del que, como les decía ayer, estoy leyendo los diarios. Un personaje de formación exquisita, en la cuspide del poder intelectual, en estrecha relación con las élites de la patria y, sin embargo, un depravado convicto y confeso que sale de la iglesia en compañía de su mujer a la que adora para ir por ahí a tirarse niños. Y a nadie parece importarle, su prestigio se mantiene más o menos incólume. Por no hablar del prestigio del tal Rimbaud, que dicen las malas lenguas que se hizo rebanar las costillas flotantes para poder doblarse de tal forma que le fuese posible practicar la autofelación. Y mil ejemplos más que se me vienen a la cabeza, pero que omito por cortesía. Sólo voy a osar un apunte sacado del Diario de Gide:
"No he sabido nunca renunciar a nada; y protegiendo a la vez en mí lo mejor y lo peor, he vivido descuartizado. Pero ¿cómo explicar que esa convivencia en mí de los extremos no producia tanto inquietud y sufrimiento, como una intensificación patética del sentimiento de la existencia, de la vida? Las tendencias más opuestas no han conseguido nunca hacer de mí un ser atormentado, sino perpejo, pues el tormento acompaña a un estado del que se desea salir, y yo no deseaba en absoluto escapar a aquello que despertaba todas las virtualidades de mi ser; ese estado de diálogo que, para tantos otros es más o menos intolerable, se volvía para mí necesario..."
Por eso digo, ¿le va a perjudicar o le va a beneficiar a DSK su más que demostrada pasión por las prácticas abusivas en el boudoir? Me sería dificil apostar aunque confieso que me inclino por pensar que le veremos Presidente de la France. Porque es que, además, es una oportunidad de oro para los verdaderos patriotas franceses. De decirles a los americanos, vosotros le humillasteis, nosotros le ensalzamos, ¡jodeos! ¡Vive la Republique! ¡Vive la France!
martes, 23 de agosto de 2011
Paseo por el amor y la muerte
La verdad es que ya estoy bastante harto de este tema, pero es que las circunstancias me llevaron ayer a Madrid y no podría sosegar los recelos que me produjo la visita si no me desahogo en algún lugar.
No muy de mañana, con la mochila en bandolera, me fui a tomar el talgo . Una mañana límpida, fresca, me las prometía felices. Me siento, saco el "Diario" de Gide y me dispongo a enfrascarme, pero, ¡ay!, justo en los asientos de al lado, una mamá con tres niños. La mamá al móvil, los niños dando pol saco. La típica señora joven de Santander a la que su marido surfista ha mandado con toda la tropa a casa de sus padres. En fin, mal que bien y dado el interés de lo que se cocía en el Diario puede evadirme en cierta medida, pero el señor que tenía al lado, de Valladolid por cierto, no pudo más y estalló. Si no le contengo, la esposa del surfista con su móvil y todo y los surfitines lo hubiesen pasado mal.
Nada más bajar del tren me dí cuenta de que en Madrid corría un aire muy agradable. Raro para las fechas. Pero duró poco la impresión, lo que se tarda en subir de los andenes al vestíbulo de la estación. Había allí tal marabunta de arrobados fieles que no se podía dar un paso. El metro ni les digo. Así y todo conseguí un asiento. A mi lado había dos señoras de mediana edad e inconfundible look caribeño que no tardaron en empezar a manifestar su malestar. A ver si se van de una vez y cosas así. Les di cuerda. De pronto, sin que les pueda contar como se había llegado hasta allí, una de las dos señoras estaba contando la historia de una cura que violaba todos los días a su hija. En apariencia, en medio de aquella selva sonora, nadie que no fuésemos nosotros tres podría haber escuchado lo del cura violador, pero los designios del Señor... un jovencito que acarreaba toda la balumba de símbolos del encuentro místico se nos acerco antes de apearse en Alonso Martinez y con cara de angelical indignación nos espetó en la cara: no tienen ustedes ni idea de lo que hablan. Otro más normal hubiese dicho ni puta idea, pero el dijo ni idea a secas. La verdad, dada la saturación mariana del vagón, aquella salida nos hizo mucha gracia. Las señoras siguieron comentando cada vez más procaces y yo me bajé en Tribunal.
Por Fuencarral hacia la Gran Vía el ambiente cada vez se cargaba más. Grupos de iluminados con cruces y banderolas cantando loas al Señor. Parecía una película ambientada en la Edad Media, de esas en las que grupos de personas iban por los caminos anunciando el juicio final. Sentí un gran alivio cuando franqueé la puerta del FNAC. Iba allí en busca de alguna de las novelas de Gide. El día anterior había estado dando un repaso al autor con Isi. Los Alímentos Terrenales, me había dicho, es el libro que había cambiado la vida de un compañero suyo de colegio mayor que luego resultó ser uno de los fundadores de ETA. Bueno, con esa y otras anécdotas tenía suficiente información para elegir. Pero no había nada de Gide en francés en el FNAC. Casi me alegré porque cuando más avanzo en el Diario más me voy convenciendo de que todo Gide está en él. No puede haber más. Tanta es la profundidad de la confidencia:
18 de junio
Amo a Madeleine con toda mi alma; el amor que siento por Marc no le ha robado nada.
(Grantchester), 15 de julio
Esperé a Marc la primera noche; en vano. Al día siguiente, 14 de julio, me extenué durante todo el día. Dos veces con M. (Madeleine); tres veces solo; una vez con X; luego solo dos veces más. Absurda necesidad de exceso; después, de aniquilación... de punto final. Hoy...
Dejé FNAC y bajé por preciados hasta Sol. Allí era lo de otras partes, pero multiplicado por cien. Los grupitos de catecúmenos parecían competir entre sí en la cosa del ruido. Tantanes y todo eso. Unos de Singapur que parecían los de aquel spot de Schweppes de los años setenta. Los apacentaba una cura con su inglés macarrónico. Por Arenal subía hacia Sol una colla de americanos del norte. Seguían todos a uno con pinta de Gigantón Malambruno que portaba una cruz dorada de proporciones vaticanas. Banderas al viento, guitarras, tantanes... y, como no puede faltar entre católicos, un imbécil con una bandera que reivindicaba la independencia de California. En fin, diría que vomitivo todo si no fuese porque uno es voiyeur vocacional y cualquier cosa que se sale de lo normal no puede dejar de interesarme.
Así que, aunque todavía era pronto, decidí irme a comer. Al restaurante Public, en la calle del Desengaño. Había por allí más putas de lo acostumbrado que se mostraron más insistentes de lo habitual. ¡Pobrecillas!, me dije, cómo les habrá ido estos días... con tanto cura por las calles. Comí, salí a la calle y otra vez las putas insistieron. Me dirigí a Bilbao, a meterme en El Comercial a tomar café y hacer tiempo antes de acudir a la cita que tenía concertada.
Caía ya la tarde cuando, cumplidos ya mis compromisos, salí a la calle para ir a tomar el metro en Moncloa, camino de la estación. Me dolía algo la cabeza. Me senté en mi asiento dispuesto a llegar a Chamartín más o menos restaurado. ¡Domage! En Argüelles entró en el vagón un nutrido grupo de adolescentes católicos, y católicas, italianos e italianas, en plan sortu de la badane. No pude más. Puse mi lengua detrás de los dientes apretados y emití un ¡Chissss! con toda la fuerza de mis pulmones. Surtió el efecto deseado. Entonces, aprovechando el tirón, dije con la mayor circunspección de que fui capaz: ¿Pero es que el Papa no os enseña educación? Me miraron, ciertamente, sorprendidos. Incluso, diría que con cara de poner la otra mejilla por si quería seguir explayándome. Bueno, en cualquier caso bajaron el tono de sus efusiones lo que no fue óbice ni cortapisa para que, nada más llegar a Chamartín, me tomase un gelocatil en previsión de mayores males de difícil sobrellevar.
El tren de regreso venía casi vacío. Y silencioso hasta que una gitana empezó a contarle sus cuitas a alguien por el móvil. Esa pobre gente con tanta raigambre familiar vive en un verdadero infierno. Y no paran de salpicarnos.
No muy de mañana, con la mochila en bandolera, me fui a tomar el talgo . Una mañana límpida, fresca, me las prometía felices. Me siento, saco el "Diario" de Gide y me dispongo a enfrascarme, pero, ¡ay!, justo en los asientos de al lado, una mamá con tres niños. La mamá al móvil, los niños dando pol saco. La típica señora joven de Santander a la que su marido surfista ha mandado con toda la tropa a casa de sus padres. En fin, mal que bien y dado el interés de lo que se cocía en el Diario puede evadirme en cierta medida, pero el señor que tenía al lado, de Valladolid por cierto, no pudo más y estalló. Si no le contengo, la esposa del surfista con su móvil y todo y los surfitines lo hubiesen pasado mal.
Nada más bajar del tren me dí cuenta de que en Madrid corría un aire muy agradable. Raro para las fechas. Pero duró poco la impresión, lo que se tarda en subir de los andenes al vestíbulo de la estación. Había allí tal marabunta de arrobados fieles que no se podía dar un paso. El metro ni les digo. Así y todo conseguí un asiento. A mi lado había dos señoras de mediana edad e inconfundible look caribeño que no tardaron en empezar a manifestar su malestar. A ver si se van de una vez y cosas así. Les di cuerda. De pronto, sin que les pueda contar como se había llegado hasta allí, una de las dos señoras estaba contando la historia de una cura que violaba todos los días a su hija. En apariencia, en medio de aquella selva sonora, nadie que no fuésemos nosotros tres podría haber escuchado lo del cura violador, pero los designios del Señor... un jovencito que acarreaba toda la balumba de símbolos del encuentro místico se nos acerco antes de apearse en Alonso Martinez y con cara de angelical indignación nos espetó en la cara: no tienen ustedes ni idea de lo que hablan. Otro más normal hubiese dicho ni puta idea, pero el dijo ni idea a secas. La verdad, dada la saturación mariana del vagón, aquella salida nos hizo mucha gracia. Las señoras siguieron comentando cada vez más procaces y yo me bajé en Tribunal.
Por Fuencarral hacia la Gran Vía el ambiente cada vez se cargaba más. Grupos de iluminados con cruces y banderolas cantando loas al Señor. Parecía una película ambientada en la Edad Media, de esas en las que grupos de personas iban por los caminos anunciando el juicio final. Sentí un gran alivio cuando franqueé la puerta del FNAC. Iba allí en busca de alguna de las novelas de Gide. El día anterior había estado dando un repaso al autor con Isi. Los Alímentos Terrenales, me había dicho, es el libro que había cambiado la vida de un compañero suyo de colegio mayor que luego resultó ser uno de los fundadores de ETA. Bueno, con esa y otras anécdotas tenía suficiente información para elegir. Pero no había nada de Gide en francés en el FNAC. Casi me alegré porque cuando más avanzo en el Diario más me voy convenciendo de que todo Gide está en él. No puede haber más. Tanta es la profundidad de la confidencia:
18 de junio
Amo a Madeleine con toda mi alma; el amor que siento por Marc no le ha robado nada.
(Grantchester), 15 de julio
Esperé a Marc la primera noche; en vano. Al día siguiente, 14 de julio, me extenué durante todo el día. Dos veces con M. (Madeleine); tres veces solo; una vez con X; luego solo dos veces más. Absurda necesidad de exceso; después, de aniquilación... de punto final. Hoy...
Dejé FNAC y bajé por preciados hasta Sol. Allí era lo de otras partes, pero multiplicado por cien. Los grupitos de catecúmenos parecían competir entre sí en la cosa del ruido. Tantanes y todo eso. Unos de Singapur que parecían los de aquel spot de Schweppes de los años setenta. Los apacentaba una cura con su inglés macarrónico. Por Arenal subía hacia Sol una colla de americanos del norte. Seguían todos a uno con pinta de Gigantón Malambruno que portaba una cruz dorada de proporciones vaticanas. Banderas al viento, guitarras, tantanes... y, como no puede faltar entre católicos, un imbécil con una bandera que reivindicaba la independencia de California. En fin, diría que vomitivo todo si no fuese porque uno es voiyeur vocacional y cualquier cosa que se sale de lo normal no puede dejar de interesarme.
Así que, aunque todavía era pronto, decidí irme a comer. Al restaurante Public, en la calle del Desengaño. Había por allí más putas de lo acostumbrado que se mostraron más insistentes de lo habitual. ¡Pobrecillas!, me dije, cómo les habrá ido estos días... con tanto cura por las calles. Comí, salí a la calle y otra vez las putas insistieron. Me dirigí a Bilbao, a meterme en El Comercial a tomar café y hacer tiempo antes de acudir a la cita que tenía concertada.
Caía ya la tarde cuando, cumplidos ya mis compromisos, salí a la calle para ir a tomar el metro en Moncloa, camino de la estación. Me dolía algo la cabeza. Me senté en mi asiento dispuesto a llegar a Chamartín más o menos restaurado. ¡Domage! En Argüelles entró en el vagón un nutrido grupo de adolescentes católicos, y católicas, italianos e italianas, en plan sortu de la badane. No pude más. Puse mi lengua detrás de los dientes apretados y emití un ¡Chissss! con toda la fuerza de mis pulmones. Surtió el efecto deseado. Entonces, aprovechando el tirón, dije con la mayor circunspección de que fui capaz: ¿Pero es que el Papa no os enseña educación? Me miraron, ciertamente, sorprendidos. Incluso, diría que con cara de poner la otra mejilla por si quería seguir explayándome. Bueno, en cualquier caso bajaron el tono de sus efusiones lo que no fue óbice ni cortapisa para que, nada más llegar a Chamartín, me tomase un gelocatil en previsión de mayores males de difícil sobrellevar.
El tren de regreso venía casi vacío. Y silencioso hasta que una gitana empezó a contarle sus cuitas a alguien por el móvil. Esa pobre gente con tanta raigambre familiar vive en un verdadero infierno. Y no paran de salpicarnos.
domingo, 21 de agosto de 2011
Encuentros en la sacristía
Así es como titula el ABC una noticia: "Rajoy y el Papa coinciden en trabajar <<para una sociedad mejor>>"
Bueno, en fin, sólo se me ocurre decir que para este viaje no se necesitan alforjas.
Veamos. Vamos a suponer que no coinciden. Entonces va el Papa y le dice a Rajoy: ni de coña tío, con una sociedad mejor la gente tiene pasta en el bolsillo y ya sabes lo que pasa cuando la gente tiene pasta en el bolsillo, que pierde el miedo y se va por ahí de cachondeo y a mí se me marchita el chiringuito de venta de principios y valores inamovibles.
¡Bah! No te preocupes Rachinguer, le contesta Rajoy. Si dejan de comprar valores y principios inamovibles a los cuatro días están endeudados hasta las cejas, les entra el miedo, y vuelven a tu chiringuito. Tu lo tienes fácil, sólo necesitas sentarte y esperar, que como dijo un paisa tuyo, el sufrimiento del mundo siempre busca el consuelo de las religiones. Lo malo es lo mío que, si la cosa mejora y corre el dinero, la gente va y vota a los socialistas porque saben lo que les gusta repartir, aunque se queden con la mejor parte. Y otros ocho años a verlas venir. Y a ver cómo mantengo yo a mi tropa.
Pues cómo la vas a mantener, Mariano, dice el Rachinguer. Haz la vista gorda como yo, y de vez en cuando le pones la piel de un cordero a un lobo y lo sacrificas en el altar de la ética protestante. Mientras tienes a los periodistas entretenidos con el espectáculo el resto de la tropa puede pillar para ir tirando hasta que lleguen las vacas gordas.
Bueno, un cuarto de hora de conversaciones en la sacristía parece que no pueden dar para mucho, pero, sin embargo, a Rajoy y Rachinguer les dio para "coincidir en muchas cosas". Hombre, Mariano, en muchas no, tu deber es en todas.
Bueno, en fin, sólo se me ocurre decir que para este viaje no se necesitan alforjas.
Veamos. Vamos a suponer que no coinciden. Entonces va el Papa y le dice a Rajoy: ni de coña tío, con una sociedad mejor la gente tiene pasta en el bolsillo y ya sabes lo que pasa cuando la gente tiene pasta en el bolsillo, que pierde el miedo y se va por ahí de cachondeo y a mí se me marchita el chiringuito de venta de principios y valores inamovibles.
¡Bah! No te preocupes Rachinguer, le contesta Rajoy. Si dejan de comprar valores y principios inamovibles a los cuatro días están endeudados hasta las cejas, les entra el miedo, y vuelven a tu chiringuito. Tu lo tienes fácil, sólo necesitas sentarte y esperar, que como dijo un paisa tuyo, el sufrimiento del mundo siempre busca el consuelo de las religiones. Lo malo es lo mío que, si la cosa mejora y corre el dinero, la gente va y vota a los socialistas porque saben lo que les gusta repartir, aunque se queden con la mejor parte. Y otros ocho años a verlas venir. Y a ver cómo mantengo yo a mi tropa.
Pues cómo la vas a mantener, Mariano, dice el Rachinguer. Haz la vista gorda como yo, y de vez en cuando le pones la piel de un cordero a un lobo y lo sacrificas en el altar de la ética protestante. Mientras tienes a los periodistas entretenidos con el espectáculo el resto de la tropa puede pillar para ir tirando hasta que lleguen las vacas gordas.
Bueno, un cuarto de hora de conversaciones en la sacristía parece que no pueden dar para mucho, pero, sin embargo, a Rajoy y Rachinguer les dio para "coincidir en muchas cosas". Hombre, Mariano, en muchas no, tu deber es en todas.
sábado, 20 de agosto de 2011
Agua de borrajas.
Cualquiera que vea lo que pasa estos días en Madrid y se deje llevar por los sentimientos o, incluso, las emociones, podrá concluir que, o bien, el mundo está a punto de reconstituirse gracias a un renacimiento de los valores morales que preconiza el cristianismo, o bien, que el mundo está en trance de tirar por la borda los avances dolorosamente conseguidos en lo que hace a la libertad individual. Pues bien, no se amoínen, porque ni lo uno ni lo otro. Sencillamente, todo ello, no es otra cosa que un evento. Un evento a lo grande, lo admito, pero evento al fin y al cabo.
Si ustedes son finos observadores de la realidad que les circunda estoy seguro de que ya se habrán apercibido de que el tipo de empresa que más ha proliferado en los últimos años es el que se dedica a la "organización de eventos". Empezaron organizando las fiestas de cumpleaños de los niños y han acabado, como éste de Madrid, montando la de Dios es Cristo, nunca mejor dicho. Sí, sí, son omnipresentes. Vas pedaleando por mitad del Sayago, allí donde ni las hormigas sobreviven, y ves en lontananza una conurbación de jaimas con su generador de cien mil vatios para darles aire acondicionado... en fin, no otra cosa que la instalación para un evento del que sus participantes guardarán memoria mientras no les llegue el alzheimer. O así debiera ser al menos, porque la condición de evento, por encima de todo, se la da la vocación de constituirse en "acontecimiento histórico", por decirlo con la retórica para oligofrénicos al uso.
Acontecimiento histórico de los que, por definición, tienen que cambiar el mundo. ¡Puaf! Tenemos inflación. A un acontecimiento histórico le sucede otro de dimensiones que crecen exponencialmente. Al final, si tienen la suerte de vivirlo, verán como lo del fin del mundo, con su juicio y todo, lo organiza "Eventos Puri" o empresa similar.
Así que, que nadie se llame a engaño, porque lo que nace para ser único, o sobresaliente, cual el evento, a fuerza de clonarse se desnaturaliza para acabar, como no podría ser de otra manera, en agua de borrajas. A Dios gracias. Y el mundo sigue su marcha al mismo paso de siempre. ¿Que a qué paso? Se lo diré.
Si Agamenón se tira diez años fuera de casa por lo que sea, cuando vuelve, Cliptenestra, su mujer, ya se ha liado con Egisto. Así que, pobre Agamenón. Y pobre Cliptenestra, porque a su hijo Orestes no le va a gustar nada lo que ha hecho con su padre y le va a hacer la vida imposible.
Si Layo se cree que quitando de en medio a Edipo va a perpetuar su preeminencia, va dado. Edipo volverá, le matará, y gozará de Yocasta. Y luego, cuando Edipo tome conciencia de su realidad, se sacará los ojos para no ver lo que ha hecho.
Lo mismo que Medea seguirá destruyendo a los hijos que tuvo con Jasón cuando éste se va con otra. No por nada, sino porque desde lo más profundo de su conciencia le llega una voz que dice que esa es la única venganza que puede funcionar en este caso.
Por no hablar de Penteo, que quería acabar con tanta fiesta. Su misma madre, Ágave, hija, por cierto, de un rico bodeguero, fue la encargada de convertirle en filetes para comérsele después con patatas en compañía de sus amigas.
Y, y, y... bueno, les podría poner unos cuantos ejemplos más, pero mejor será que cojan, agarren, se vayan a la biblioteca y busquen Esquilo, Sófocles y Eurípides. Y luego, si quieren, para redondear con humor, un poco de Aristófanes. Ahí está todo. O casi todo.
Si ustedes son finos observadores de la realidad que les circunda estoy seguro de que ya se habrán apercibido de que el tipo de empresa que más ha proliferado en los últimos años es el que se dedica a la "organización de eventos". Empezaron organizando las fiestas de cumpleaños de los niños y han acabado, como éste de Madrid, montando la de Dios es Cristo, nunca mejor dicho. Sí, sí, son omnipresentes. Vas pedaleando por mitad del Sayago, allí donde ni las hormigas sobreviven, y ves en lontananza una conurbación de jaimas con su generador de cien mil vatios para darles aire acondicionado... en fin, no otra cosa que la instalación para un evento del que sus participantes guardarán memoria mientras no les llegue el alzheimer. O así debiera ser al menos, porque la condición de evento, por encima de todo, se la da la vocación de constituirse en "acontecimiento histórico", por decirlo con la retórica para oligofrénicos al uso.
Acontecimiento histórico de los que, por definición, tienen que cambiar el mundo. ¡Puaf! Tenemos inflación. A un acontecimiento histórico le sucede otro de dimensiones que crecen exponencialmente. Al final, si tienen la suerte de vivirlo, verán como lo del fin del mundo, con su juicio y todo, lo organiza "Eventos Puri" o empresa similar.
Así que, que nadie se llame a engaño, porque lo que nace para ser único, o sobresaliente, cual el evento, a fuerza de clonarse se desnaturaliza para acabar, como no podría ser de otra manera, en agua de borrajas. A Dios gracias. Y el mundo sigue su marcha al mismo paso de siempre. ¿Que a qué paso? Se lo diré.
Si Agamenón se tira diez años fuera de casa por lo que sea, cuando vuelve, Cliptenestra, su mujer, ya se ha liado con Egisto. Así que, pobre Agamenón. Y pobre Cliptenestra, porque a su hijo Orestes no le va a gustar nada lo que ha hecho con su padre y le va a hacer la vida imposible.
Si Layo se cree que quitando de en medio a Edipo va a perpetuar su preeminencia, va dado. Edipo volverá, le matará, y gozará de Yocasta. Y luego, cuando Edipo tome conciencia de su realidad, se sacará los ojos para no ver lo que ha hecho.
Lo mismo que Medea seguirá destruyendo a los hijos que tuvo con Jasón cuando éste se va con otra. No por nada, sino porque desde lo más profundo de su conciencia le llega una voz que dice que esa es la única venganza que puede funcionar en este caso.
Por no hablar de Penteo, que quería acabar con tanta fiesta. Su misma madre, Ágave, hija, por cierto, de un rico bodeguero, fue la encargada de convertirle en filetes para comérsele después con patatas en compañía de sus amigas.
Y, y, y... bueno, les podría poner unos cuantos ejemplos más, pero mejor será que cojan, agarren, se vayan a la biblioteca y busquen Esquilo, Sófocles y Eurípides. Y luego, si quieren, para redondear con humor, un poco de Aristófanes. Ahí está todo. O casi todo.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Arrimar el hombro
Es, precisamente, cuando las vacas van flacas y el horno no cuece bollos, cuando lo que procede es ponerse a arrimar el hombro. Arrimas el hombro, echas una mano, porque puedes, claro está. Y porque puedes cuando casi nadie puede es que demuestras que no eres un pelanas. Estos son mis poderes, que dijo Cisneros. Un respeto por favor. Y sin favor.
Andaban estos días de atrás las calles y parques de las ciudades por las que pasé atestadas de una fauna extraña. Grupos de jóvenes sentados en corro sobre el césped, sin meter ruido ni consumir calimocho. Como si fuesen marcianos. Solían llevar sobre el pecho una tarjeta acreditativa de esas que se usan en los congresos y convecciones de vendedores de yugourt Yoplay, por poner un ejemplo. Mirando los periódicos me he enterado de que eran peregrinos de todo el mundo que estaban de viaje hacia Madrid para ver al Papa que, parece ser, les va a decir algo que quieren escuchar.
Luego, no sé si por los periódicos o la televisión, me he enterado de que políticos de distinto signo han dicho que la visita del Papa a Madrid es una bendición y no, como podría suponerse, por el lado espiritual, sino porque va a contribuir a salvar una temporada turística ya de por sí muy pachucha como corresponde a, ya digo, cuando las vacas van flacas. Y así es como hoy, en breve comunicado, lo reconoce la poderosísima Asociaciación de la Hostelería.
Y la Iglesia, chitón, como si no fuese con ella. De la publicidad ya se encargan los manifestantes, laicos, según El País, anti-Papa, según ABC. Como si le estuviesen devolviendo antiguos favores a la Iglesia, de cuando gracias a las condenas de ésta, determinados libros y películas de muy baja calidad conseguían ventas millonarias.
Pues sí, la Iglesia está arrimando el hombro en el momento en el que más falta hace. Estos son sus poderes. Luego, cuando venga el tiempo de cosecha, recogerán sus dividendos. Que no serán flacos.
Por lo demás, el mundo sigue su curso y nada permanece eternamente. Ni aún adaptándose a las nuevas circunstancias. Aunque sea la Iglesia. Que nadie se haga ilusiones.
Andaban estos días de atrás las calles y parques de las ciudades por las que pasé atestadas de una fauna extraña. Grupos de jóvenes sentados en corro sobre el césped, sin meter ruido ni consumir calimocho. Como si fuesen marcianos. Solían llevar sobre el pecho una tarjeta acreditativa de esas que se usan en los congresos y convecciones de vendedores de yugourt Yoplay, por poner un ejemplo. Mirando los periódicos me he enterado de que eran peregrinos de todo el mundo que estaban de viaje hacia Madrid para ver al Papa que, parece ser, les va a decir algo que quieren escuchar.
Luego, no sé si por los periódicos o la televisión, me he enterado de que políticos de distinto signo han dicho que la visita del Papa a Madrid es una bendición y no, como podría suponerse, por el lado espiritual, sino porque va a contribuir a salvar una temporada turística ya de por sí muy pachucha como corresponde a, ya digo, cuando las vacas van flacas. Y así es como hoy, en breve comunicado, lo reconoce la poderosísima Asociaciación de la Hostelería.
Y la Iglesia, chitón, como si no fuese con ella. De la publicidad ya se encargan los manifestantes, laicos, según El País, anti-Papa, según ABC. Como si le estuviesen devolviendo antiguos favores a la Iglesia, de cuando gracias a las condenas de ésta, determinados libros y películas de muy baja calidad conseguían ventas millonarias.
Pues sí, la Iglesia está arrimando el hombro en el momento en el que más falta hace. Estos son sus poderes. Luego, cuando venga el tiempo de cosecha, recogerán sus dividendos. Que no serán flacos.
Por lo demás, el mundo sigue su curso y nada permanece eternamente. Ni aún adaptándose a las nuevas circunstancias. Aunque sea la Iglesia. Que nadie se haga ilusiones.
domingo, 14 de agosto de 2011
Benditas adecuaciones.
Villalpando, ayer, era un lugar putrefacto. Con una música insoportable por todos los lados y los mozos en sus peñas venga a meterse de todo para ver si así... de las diez en adelante, chuletas para todos. A las once todavía estaban abiertas las carnicerías por si los muchachos de alguna peña se habían quedado cortos de material. Así que nos fuimos para nuestro hostal de carretera que era un oasis en medio de la vorágine. Cenamos, dimos un paseo por las afueras iluminadas por una luna rutilante. Y a la cama que hoy tocaba madrugar.
A las seis y cuarto cuando hemos bajado a desayunar había cuatro romeros en el bar del Hostal. No sé cómo se le podían haber colado al camarero porque andaba de muy malas pulgas con todo lo que tuviese que ver con la fiesta. A nosotros, sin embargo, nos ha atendido con extrema amabilidad. Y es que yo creo que cada vez hay más gente mosqueada con lo de la política de diversión continuada. Cuando hemos salido a la carretera, todavía de noche, estaban las calles abarrotadas de jóvenes que parecían recién salidos de la ducha. Y es que esa es la impresión que consiguen dar con la moda al uso de pelos engominados. Todos con la cresta brillante. Supongo que tendrá algo que ver con el deseo de gallear, pero eso es cuestión resbaladiza apropiada para las lucubraciones de los gurús de las ciencias blandas.
Así que pedaleando, pedaleando, viendo salir el sol, disfrutando de la brisa mañanera, hemos llegado a Medina hacia las nueve, no sin antes haber hecho un corto alto en el camino para descabezar un sueñecillo. En Medina, lo primero, arreglar un pinchazo, el segundo del viaje. Después, buscar dónde tomar un pincho digno de tal nombre. Nos han aconsejado el bar Riodorado y, la verdad, no se han equivocado. Tenían allí unos huevos duros rellenos de cangrejo y rebozados que muy bien pudieran estar entre los mejores de los mejores, lo que ya es decir. Se los hemos alabado al dueño, lo cual, viendo la cara que ha puesto, no creo que haya caído en saco roto. Y con la misma, hemos seguido camino.
Hemos tenido una suerte tremenda, porque el sol apenas ha asomado y corría todo el tiempo una brisa que nos favorecía. Así, sacando fuerzas de las ganas de dar ya por concluido el periplo, hemos ido de adecuación en adecuación, a las recreativas me refiero, en donde hemos incluso dormido sobre las mesas colocadas allí al efecto. Villerías, Torremormojón, Pedrazas de Campos. En Pedrazas están muy movilizados con lo de la incineradora de residuos que podrían poner por el lado de Ampurias. Y, por tal es que se ven todo tipo de pintadas y carteles en plan de guerra psicológica. Entonces un tío muy gordo que llevaba un carretillo lleno de tejas para arreglar su casa, en el mirador de la cual había un cartel que decía: Incineradora de Ampurias: oasis de muerte... un tío muy gordo, digo, va y nos dice, ¿venís de muy lejos? De quinientos kilómetros o así, le contesto. Y no es mejor ir en coche, dice. Ya, pero eso lo hace cualquiera, contesto. Y ahí se interrumpió el diálogo. El tío se fue para lo suyo.
Hemos comido en el último bar de carretera antes de Palencia. Diría que peor, imposible. Pero ya todo daba igual porque lo único que deseaba era llegar. Ay, Dios, como dijo el clásico, parece que todo el trabajo se lo lleva el último esfuerzo. Bueno, han sido 85 kilómetros. Nunca me vi en tal aprieto.
A las seis y cuarto cuando hemos bajado a desayunar había cuatro romeros en el bar del Hostal. No sé cómo se le podían haber colado al camarero porque andaba de muy malas pulgas con todo lo que tuviese que ver con la fiesta. A nosotros, sin embargo, nos ha atendido con extrema amabilidad. Y es que yo creo que cada vez hay más gente mosqueada con lo de la política de diversión continuada. Cuando hemos salido a la carretera, todavía de noche, estaban las calles abarrotadas de jóvenes que parecían recién salidos de la ducha. Y es que esa es la impresión que consiguen dar con la moda al uso de pelos engominados. Todos con la cresta brillante. Supongo que tendrá algo que ver con el deseo de gallear, pero eso es cuestión resbaladiza apropiada para las lucubraciones de los gurús de las ciencias blandas.
Así que pedaleando, pedaleando, viendo salir el sol, disfrutando de la brisa mañanera, hemos llegado a Medina hacia las nueve, no sin antes haber hecho un corto alto en el camino para descabezar un sueñecillo. En Medina, lo primero, arreglar un pinchazo, el segundo del viaje. Después, buscar dónde tomar un pincho digno de tal nombre. Nos han aconsejado el bar Riodorado y, la verdad, no se han equivocado. Tenían allí unos huevos duros rellenos de cangrejo y rebozados que muy bien pudieran estar entre los mejores de los mejores, lo que ya es decir. Se los hemos alabado al dueño, lo cual, viendo la cara que ha puesto, no creo que haya caído en saco roto. Y con la misma, hemos seguido camino.
Hemos tenido una suerte tremenda, porque el sol apenas ha asomado y corría todo el tiempo una brisa que nos favorecía. Así, sacando fuerzas de las ganas de dar ya por concluido el periplo, hemos ido de adecuación en adecuación, a las recreativas me refiero, en donde hemos incluso dormido sobre las mesas colocadas allí al efecto. Villerías, Torremormojón, Pedrazas de Campos. En Pedrazas están muy movilizados con lo de la incineradora de residuos que podrían poner por el lado de Ampurias. Y, por tal es que se ven todo tipo de pintadas y carteles en plan de guerra psicológica. Entonces un tío muy gordo que llevaba un carretillo lleno de tejas para arreglar su casa, en el mirador de la cual había un cartel que decía: Incineradora de Ampurias: oasis de muerte... un tío muy gordo, digo, va y nos dice, ¿venís de muy lejos? De quinientos kilómetros o así, le contesto. Y no es mejor ir en coche, dice. Ya, pero eso lo hace cualquiera, contesto. Y ahí se interrumpió el diálogo. El tío se fue para lo suyo.
Hemos comido en el último bar de carretera antes de Palencia. Diría que peor, imposible. Pero ya todo daba igual porque lo único que deseaba era llegar. Ay, Dios, como dijo el clásico, parece que todo el trabajo se lo lleva el último esfuerzo. Bueno, han sido 85 kilómetros. Nunca me vi en tal aprieto.
sábado, 13 de agosto de 2011
Los bueyes de Villalpando
Bueno, en Zamora están con la cosa esa de las noches culturales del verano. Ya saben, los munícipes repartiendo la pasta que no tienen entre sus amigos artistas. Políticos y artistas, la mezcla que forma una pócima mortal de necesidad. Así que, después de una reparadora siesta y unas horas de asueto literario, caído ya el sol, nos echamos a la calle. Cenamos algo en la terraza del Dolfos y luego compramos unos helados en La Valenciana. Y a dar una vuelta. Vimos que el plaza Viriato había un concierto de jazz. Esperamos un rato a ver en qué consistía. Bueno, iluminaron la plaza, así, en rojo, como queriendo ser original y luego una voz engolada dijo: las ciudades de la luz.Llenamos nuestras plazas con luz. O cosa por el estilo que sonó a insoportable. Por lo menos a mí, porque a todas aquellas señoras engalanadas, perfumadas y enjoyadas que había por allí no creo. Luego empezó el jazz a un volumen ensordecedor. Ya se sabe, cuando no hay calidad se sube el volumen y santas pascuas. Cuando llegó el solo de guitarra fue un verdadero desastre. El tipo aquel no hacía más que salirse de tono y de compás y eso que era una pieza de Coltrane superconocida. La gente le aplaudió a rabiar cuando terminó y yo no pude resistir más y le dije a María que por qué no nos íbamos con la música a otra parte. Por lo demás, había en Zamora una concentración de jóvenes católicos que habían puesto unos altavoces atronadores en la Plaza de la Catedral donde sonaban pasodobles. Claro, los jóvenes católicos en vez de bailar a lo agarrado lo hacían como al corro de la patata, con mucha alegría y tal.
Total, que está mañana no había forma de arrancar. No por nosotros que estábamos preparados desde primera hora, no, ha sido la dueña del hotel Saguayés que se ha enrollado con los temas de actualidad. O sea, lo que choricean los políticos y todo eso. Y luego, las noches culturales y demás que la traen a mal traer. Hasta las cuatro de la mañana música de vuelta ciclista a toda pastilla debajo de su ventana. Y, luego, el ayuntamiento que ha sido el que ha comprado el Restaurante España. ¿Para qué? Pues muy sencillo, para darle a su propietario, amigo del alcalde, el doble de lo que le hubiese dado un inversor privado. Pero a ella, en cualquier caso, el cierre del España le ha venido bien, porque se ha beneficiado del trasvase de clientes, incluido los del clero. O sea que ya saben, si se pasan por Zamora vayan a comer al restaurante Saguayés.
Ya, habiendo dejado perfectamente desahogada a la dueña del Saguayes, nos hemos puesto en marcha cuando todavía el aire conservaba el frescor del primer día. Paisaje de Tierra de Campos en estado puro. Las extensiones a perte de vue de maizales se han convertido pronto en las ligeramente onduladas llanuras cerealeras. Y siempre, que no falten, las ringleras de gigantones que desde las centrales de Los Arribes llevan la electricidad al resto de España. Al pasar por Aspariegos había una gran multitud a la puerta del tanatorio. Nuestra presencia les ha distraído un rato de sus aprehensiones e incluso ha habido un viejo que ha debido hacer un chiste muy celebrado a nuestra costa.
En Castronuevo hemos parado a tomar café y ya, de paso, nos hemos puesto a escuchar a una cuenta cuentos que entretenía a los niños en la plaza. A mí me ha parecido que lo hacía bien, pero María me ha dicho: cada uno entiende de lo suyo. Hacía referencia a lo del jazz de anoche que yo dije que era una mierda y a ella no le parecía mal. Luego me ha explicado y sí, me ha convencido, el discurso de la tipa era de un doctrinarismo moralista insoportable e imposible de comprender por los niños. En fin, que hay que tener cuidado con lo que uno opina de lo que no entiende. Y más cuando se mete por medio todo ese marxoecolocristianismo que todo lo infecta sin que haya modo de encontrar vacuna para atajarlo.
Pronto hemos llegado a Villalpando. Como todo el mundo sabe a Villalpando le puso en el mapa Camilo José Cela cuando escribió su celebérrimo "Diccionario Secreto". Fue allí donde apuntó: "los cojones del cura de Villalpando los llevan cuatro bueyes y van sudando." De entonces para acá todo el mundo sabe dónde está Villalpando y a qué debe atenerse si se acerca al lugar. Y, precisamente hoy, de cojones va la cosa, porque están de fiestas y han enarenado la plaza Mayor y puesto rejas por todas las calles para que no se desmanden los toros que corren detrás de los mozos que andan sobrados de cojones.
Así que en previsión de males evitables hemos dejado el downtown de Villalpando y hemos venido a un hostal de carretera que hay a las afueras del pueblo donde ahora descansamos de calores y pasamos el rato con livianos quehaceres. Luego, cuando caiga la noche, iremos a dar una vuelta y comprobaremos si es que es verdad que los bueyes van sudando.
Total, que está mañana no había forma de arrancar. No por nosotros que estábamos preparados desde primera hora, no, ha sido la dueña del hotel Saguayés que se ha enrollado con los temas de actualidad. O sea, lo que choricean los políticos y todo eso. Y luego, las noches culturales y demás que la traen a mal traer. Hasta las cuatro de la mañana música de vuelta ciclista a toda pastilla debajo de su ventana. Y, luego, el ayuntamiento que ha sido el que ha comprado el Restaurante España. ¿Para qué? Pues muy sencillo, para darle a su propietario, amigo del alcalde, el doble de lo que le hubiese dado un inversor privado. Pero a ella, en cualquier caso, el cierre del España le ha venido bien, porque se ha beneficiado del trasvase de clientes, incluido los del clero. O sea que ya saben, si se pasan por Zamora vayan a comer al restaurante Saguayés.
Ya, habiendo dejado perfectamente desahogada a la dueña del Saguayes, nos hemos puesto en marcha cuando todavía el aire conservaba el frescor del primer día. Paisaje de Tierra de Campos en estado puro. Las extensiones a perte de vue de maizales se han convertido pronto en las ligeramente onduladas llanuras cerealeras. Y siempre, que no falten, las ringleras de gigantones que desde las centrales de Los Arribes llevan la electricidad al resto de España. Al pasar por Aspariegos había una gran multitud a la puerta del tanatorio. Nuestra presencia les ha distraído un rato de sus aprehensiones e incluso ha habido un viejo que ha debido hacer un chiste muy celebrado a nuestra costa.
En Castronuevo hemos parado a tomar café y ya, de paso, nos hemos puesto a escuchar a una cuenta cuentos que entretenía a los niños en la plaza. A mí me ha parecido que lo hacía bien, pero María me ha dicho: cada uno entiende de lo suyo. Hacía referencia a lo del jazz de anoche que yo dije que era una mierda y a ella no le parecía mal. Luego me ha explicado y sí, me ha convencido, el discurso de la tipa era de un doctrinarismo moralista insoportable e imposible de comprender por los niños. En fin, que hay que tener cuidado con lo que uno opina de lo que no entiende. Y más cuando se mete por medio todo ese marxoecolocristianismo que todo lo infecta sin que haya modo de encontrar vacuna para atajarlo.
Pronto hemos llegado a Villalpando. Como todo el mundo sabe a Villalpando le puso en el mapa Camilo José Cela cuando escribió su celebérrimo "Diccionario Secreto". Fue allí donde apuntó: "los cojones del cura de Villalpando los llevan cuatro bueyes y van sudando." De entonces para acá todo el mundo sabe dónde está Villalpando y a qué debe atenerse si se acerca al lugar. Y, precisamente hoy, de cojones va la cosa, porque están de fiestas y han enarenado la plaza Mayor y puesto rejas por todas las calles para que no se desmanden los toros que corren detrás de los mozos que andan sobrados de cojones.
Así que en previsión de males evitables hemos dejado el downtown de Villalpando y hemos venido a un hostal de carretera que hay a las afueras del pueblo donde ahora descansamos de calores y pasamos el rato con livianos quehaceres. Luego, cuando caiga la noche, iremos a dar una vuelta y comprobaremos si es que es verdad que los bueyes van sudando.
viernes, 12 de agosto de 2011
Las alegres comadres de Fermoselle.
Resulta que en Fermoselle fue precisamente ayer cuando llegó el verano propiamente dicho. Hasta ayer había sido un asco, nos dijo la encargada para todo del hotel. O sea, que todavía no había hecho el suficiente calor como para que las comadres y los compadres pusiesen por obra la que es su más querida tradición. Usease, que en llegando la noche, y una vez cenados, sacar las sillas a la puerta de sus casas y allí organizar animadas tertulias hasta altísimas horas de la madrugada. Así que, nada, nosotros habíamos cenado huevos fritos y por tal nos fuimos por ahí a dar vueltas para bajarlos un poco antes de meterse a la cama. Serían las doce o así cuando volvimos al hotel con el natural cansancio de un día muy trabajado. Nos metimos a la cama y... había una animada tertulia justo debajo de la ventana. Cerramos, pusimos el condicionado y nada. El aparato o era viejo o era una caca. Aguantamos como pudimos. A las tres o así se calmó la cosa. Por un rato, por que se fueron las comadres y vinieron los borrachos. El lugar, al lado de la plaza, junto a la iglesia, y los bares por demás, sin duda tenía su atractivo. Eran las cuatro o así, cuando volvió la calma.
El caso es que uno nunca aprende. Habíamos pedido una habitación en el ala este justo por que las del oeste daban a la Plaza. Y en la plaza una legión de obreros martilleaba todo el día para que la plaza de toros desmontable estuviese lista para las próximas fiestas. Total que seguro que si no decimos nada nos dan una habitación más silenciosa porque en la plaza, con todos aquellos trastos, seguro que no ha habido tertulias. Bien el caso es que mejor o peor dormidos hemos seguido nuestra intención inicial de salir a la carretera con las primeras luces. No por nada sino porque las previsiones de calor eran de las de freír huevos en el asfalto. Así que a las siete ya estábamos en marcha. Hemos dejado las calles desiertas y salido a la general.
¡Ay va, pero si aquí hay una plaza de toros! ¿Esta plaza es fija?, le he preguntado a un señor que había por allí. Sí, sí. ¿Y, entonces, por qué están poniendo una portátil en la plaza? Porque esa es para el encierro. Bajan desde allí los toros y llegan hasta la plaza. Pues que sea para bien de todos, le he dicho en son de despedida. Y, entonces, él, ha dicho: sí, para bien, con esta crisis, una crisis de cojones, todo el pueblo en el paro.
La verdad es que sí que se veía un poco pachucho todo aquello, pero ¿crisis de cojones? Yo diría que en España podrá haber crisis de muchas cosas, económica, social, moral, pero de cojones... no me lo creo. En España nunca ha habido ni habrá crisis de cojones porque son cojones lo que le sobra a todo el mundo. ¡Faltaría más! Ahí está el pueblo llano venga a dejarse cornear por las plazas del ruedo ibérico para que los telediarios puedan gozar de alguna animación.
Total que hemos salido con la fresca más fresca, hemos intercambiado opiniones con un lugareño sobre los cojones patrios, hemos visto una pyme dedicada al Bioart y hemos tirado para adelante con la esperanza de encontrar lugar donde echar algo al coleto. Diez kilómetros más allá, en un bar de carretera de profunda raigambre vetona, lo cual, parece ser, les sirve para cobrar el doble que si fuese español a secas. En fin, mucha Vetonía, pero las haciendas del camino ya no se llaman hacienda, ni dehesa, ni explotación vitivinicola, ni nada de eso, se llaman "natural reserve". Por estar más al día, supongo.
Pronto, del red splash on the east horizont ha salido un disco naranja que no paraba de ascender a la vez que giraba a melocotón sin presagiar cosa buena. Menos mal que soplaba una ligera brisa de nordeste que nos aliviaba los rigores. En Bermillo de Sayago hemos hecho un alto para repostar gasolina. En un bar muy moderno que estaba justo enfrente de un centro de salud no menos moderno. Luego, ya, en Pereruelas, a doce kilómetros de nuestra meta, estabamos para el arrastre. Unos señores muy amables nos han indicado lugar en el que repostar. Yo lo he hecho con un blanco de Toro de los que resucitan a un muerto. De marca Colegiata, con la que ya habíamos tenido algún lance en el pasado. Pare ya, le he tenido que decir a la posadera que me ha llenado casi lo que podría ser un vaso de agua. Aquí los ponemos así, me ha contestado. Bueno, si es así...
Al dejar Pereruelas no he podido por menos que preguntarme, ¿pero tantos hornos de barro utiliza el personal? Porque en Pereruelas hay como cincuenta naves que se dedican a fabricarlos y exponerlos junto a la carretera. Desde luego, me he dicho, habrá crisis, pero no de hornos de barro. Ni de "adecuaciones recreativas", de las que hay a mansalva por todo el territorio nacional. Por cierto, las mesas de las adecuaciones del Sayago son de piedra saguayesa, como no podía ser de otra manera. Ni de cojones, en fin. Crisis, quiero decir.
Ya se veía Zamora. Aunque no sea Brideshead, a ella hemos retornado.
El caso es que uno nunca aprende. Habíamos pedido una habitación en el ala este justo por que las del oeste daban a la Plaza. Y en la plaza una legión de obreros martilleaba todo el día para que la plaza de toros desmontable estuviese lista para las próximas fiestas. Total que seguro que si no decimos nada nos dan una habitación más silenciosa porque en la plaza, con todos aquellos trastos, seguro que no ha habido tertulias. Bien el caso es que mejor o peor dormidos hemos seguido nuestra intención inicial de salir a la carretera con las primeras luces. No por nada sino porque las previsiones de calor eran de las de freír huevos en el asfalto. Así que a las siete ya estábamos en marcha. Hemos dejado las calles desiertas y salido a la general.
¡Ay va, pero si aquí hay una plaza de toros! ¿Esta plaza es fija?, le he preguntado a un señor que había por allí. Sí, sí. ¿Y, entonces, por qué están poniendo una portátil en la plaza? Porque esa es para el encierro. Bajan desde allí los toros y llegan hasta la plaza. Pues que sea para bien de todos, le he dicho en son de despedida. Y, entonces, él, ha dicho: sí, para bien, con esta crisis, una crisis de cojones, todo el pueblo en el paro.
La verdad es que sí que se veía un poco pachucho todo aquello, pero ¿crisis de cojones? Yo diría que en España podrá haber crisis de muchas cosas, económica, social, moral, pero de cojones... no me lo creo. En España nunca ha habido ni habrá crisis de cojones porque son cojones lo que le sobra a todo el mundo. ¡Faltaría más! Ahí está el pueblo llano venga a dejarse cornear por las plazas del ruedo ibérico para que los telediarios puedan gozar de alguna animación.
Total que hemos salido con la fresca más fresca, hemos intercambiado opiniones con un lugareño sobre los cojones patrios, hemos visto una pyme dedicada al Bioart y hemos tirado para adelante con la esperanza de encontrar lugar donde echar algo al coleto. Diez kilómetros más allá, en un bar de carretera de profunda raigambre vetona, lo cual, parece ser, les sirve para cobrar el doble que si fuese español a secas. En fin, mucha Vetonía, pero las haciendas del camino ya no se llaman hacienda, ni dehesa, ni explotación vitivinicola, ni nada de eso, se llaman "natural reserve". Por estar más al día, supongo.
Pronto, del red splash on the east horizont ha salido un disco naranja que no paraba de ascender a la vez que giraba a melocotón sin presagiar cosa buena. Menos mal que soplaba una ligera brisa de nordeste que nos aliviaba los rigores. En Bermillo de Sayago hemos hecho un alto para repostar gasolina. En un bar muy moderno que estaba justo enfrente de un centro de salud no menos moderno. Luego, ya, en Pereruelas, a doce kilómetros de nuestra meta, estabamos para el arrastre. Unos señores muy amables nos han indicado lugar en el que repostar. Yo lo he hecho con un blanco de Toro de los que resucitan a un muerto. De marca Colegiata, con la que ya habíamos tenido algún lance en el pasado. Pare ya, le he tenido que decir a la posadera que me ha llenado casi lo que podría ser un vaso de agua. Aquí los ponemos así, me ha contestado. Bueno, si es así...
Al dejar Pereruelas no he podido por menos que preguntarme, ¿pero tantos hornos de barro utiliza el personal? Porque en Pereruelas hay como cincuenta naves que se dedican a fabricarlos y exponerlos junto a la carretera. Desde luego, me he dicho, habrá crisis, pero no de hornos de barro. Ni de "adecuaciones recreativas", de las que hay a mansalva por todo el territorio nacional. Por cierto, las mesas de las adecuaciones del Sayago son de piedra saguayesa, como no podía ser de otra manera. Ni de cojones, en fin. Crisis, quiero decir.
Ya se veía Zamora. Aunque no sea Brideshead, a ella hemos retornado.
jueves, 11 de agosto de 2011
Barragen
Esta bien Miranda de Douro. Se nota que también allí pasaron unos años dorados. Y que ahora son negros. Y que la clase dirigente portuguesa tiene más clase que la clase dirigente española. Y que los arquitectos municipales cuidan su trabajo. Y que la gente, en general, no tiene miedo a que los demás vean lo que hacen en su jardín. En fin, cenamos bacalhau a bras. Y caldo verde. Si voy a Portugal y no como bacalhau a bras es como si no hubiese ido.
Hemos salido temprano. Con el aire todavía fresco. Todo parecía como si fuese el primer día de la creación. Pronto nos hemos metido por una carretera secundaria por la cosa del tráfico. No ha sido muy buena idea. Las secundarias en Portugal suelen ser penosas y más en una región que debe de ser de las más pobres del país. Y por pobre debe ser que está llena de esas maquinitas que se pasan el día dando marcha atrás para poder emitir su quejumbroso pitido. Y, luego, que como en un sitio pobre la gente suele ser pobre y los pobres, por lo general, no tienen nada que hacer, pues, entonces, van a toda leche de un sitio para otro para, supongo, tener la sensación de que están haciendo algo. Y te pasan rozando a una velocidad espeluznante. Y no paras de jugártela. Pero pronto hemos llegado a Vila Chá, un lugar en donde, al parecer, a muy poca gente se le ha perdido algo. Y luego, un poco más adelante, la bifurcación para ir a tomar de nuevo la general.
Al poco, ya estábamos en Sendín. Un refrigerio en una terraza emparrada que había a la entrada del pueblo y luego a buscar un super para comprar agua. La tendera que nos la ha vendido ha alabado mucho nuestras piernas de ciclistas. Nos hemos aplicado las cremas a la sombra de los tilos del atrio de la iglesia y hemos seguido camino. El sol ya calentaba lo suyo, pero como esas eran las previsiones nada hemos objetado. Al poco, la bifurcación para Bemposta. Y por ende, Espanha. Para allá hemos tirado. A través del altiplano por esas carreteritas que en agosto están orladas con una cenefa de encaje dorado hecho con falsa avena. Hasta el pueblo de Bemposta y, luego, ¡puah!, el desideratum. Seis kilómetros de caída en picado hasta el barragen. Frenando todo el rato. Y eso que si hay algo que me guste es la caída libre, así, en plan un poco suicida. Pero era imposible. Era tanta la pendiente y tan cerradas las curvas que daba vértigo. Y más vértigo todavía si mirabas de reojo la serpiente que plateaba al otro lado del barranco. Porque ese era nuestro inmediato y oneroso destino.
Hemos parado en el barragen a echar un vistazo. Estaban en estado de obras. era tanta la furia de los elementos artificiales que sobrecogía. Y hacía pensar, pero para dentro por aquello de no dar la vara. Pensar en los Dédalos del presente y pedir a los dioses que no tengan hijos tan tontos como Icaro. Porque si a una obra de estas se le despegan las alas se arma la de Dios es Cristo. En fin, de nada sirve demorarse distrayéndose del porvenir. Al final siempre hay que afrontarlo.
Menos mal que compramos tres litros de agua en Sendin. De no haber sido así ni lo contamos. Seis kilómetros de subida sin tregua. Ríete tú de aquel calvario tan famoso. Bajo un sol de justicia. Sol de agosto y en su cenit. Háganse una idea de cómo habremos llegado a Fermoselle que al pedir habitación en una fonda nos han dado la que tienen reservada para clientes discapacitados. Pero mereció la pena, se lo juro.
Sométanse a semejante prueba y verán en que consiste una satisfacción como la que se siente cuando a la vuelta de una curva se topan con las primeras casas de un poblado. Y, luego, cuando se sientan a comer. Y cuando, después, se tumban en una cama impoluta... y el aire acondicionado, domage, no, porque a la compañía no se lo permite su religión. ¡Dios, porque nada podrá ser perfecto al cien por cien¡
Hemos salido temprano. Con el aire todavía fresco. Todo parecía como si fuese el primer día de la creación. Pronto nos hemos metido por una carretera secundaria por la cosa del tráfico. No ha sido muy buena idea. Las secundarias en Portugal suelen ser penosas y más en una región que debe de ser de las más pobres del país. Y por pobre debe ser que está llena de esas maquinitas que se pasan el día dando marcha atrás para poder emitir su quejumbroso pitido. Y, luego, que como en un sitio pobre la gente suele ser pobre y los pobres, por lo general, no tienen nada que hacer, pues, entonces, van a toda leche de un sitio para otro para, supongo, tener la sensación de que están haciendo algo. Y te pasan rozando a una velocidad espeluznante. Y no paras de jugártela. Pero pronto hemos llegado a Vila Chá, un lugar en donde, al parecer, a muy poca gente se le ha perdido algo. Y luego, un poco más adelante, la bifurcación para ir a tomar de nuevo la general.
Al poco, ya estábamos en Sendín. Un refrigerio en una terraza emparrada que había a la entrada del pueblo y luego a buscar un super para comprar agua. La tendera que nos la ha vendido ha alabado mucho nuestras piernas de ciclistas. Nos hemos aplicado las cremas a la sombra de los tilos del atrio de la iglesia y hemos seguido camino. El sol ya calentaba lo suyo, pero como esas eran las previsiones nada hemos objetado. Al poco, la bifurcación para Bemposta. Y por ende, Espanha. Para allá hemos tirado. A través del altiplano por esas carreteritas que en agosto están orladas con una cenefa de encaje dorado hecho con falsa avena. Hasta el pueblo de Bemposta y, luego, ¡puah!, el desideratum. Seis kilómetros de caída en picado hasta el barragen. Frenando todo el rato. Y eso que si hay algo que me guste es la caída libre, así, en plan un poco suicida. Pero era imposible. Era tanta la pendiente y tan cerradas las curvas que daba vértigo. Y más vértigo todavía si mirabas de reojo la serpiente que plateaba al otro lado del barranco. Porque ese era nuestro inmediato y oneroso destino.
Hemos parado en el barragen a echar un vistazo. Estaban en estado de obras. era tanta la furia de los elementos artificiales que sobrecogía. Y hacía pensar, pero para dentro por aquello de no dar la vara. Pensar en los Dédalos del presente y pedir a los dioses que no tengan hijos tan tontos como Icaro. Porque si a una obra de estas se le despegan las alas se arma la de Dios es Cristo. En fin, de nada sirve demorarse distrayéndose del porvenir. Al final siempre hay que afrontarlo.
Menos mal que compramos tres litros de agua en Sendin. De no haber sido así ni lo contamos. Seis kilómetros de subida sin tregua. Ríete tú de aquel calvario tan famoso. Bajo un sol de justicia. Sol de agosto y en su cenit. Háganse una idea de cómo habremos llegado a Fermoselle que al pedir habitación en una fonda nos han dado la que tienen reservada para clientes discapacitados. Pero mereció la pena, se lo juro.
Sométanse a semejante prueba y verán en que consiste una satisfacción como la que se siente cuando a la vuelta de una curva se topan con las primeras casas de un poblado. Y, luego, cuando se sientan a comer. Y cuando, después, se tumban en una cama impoluta... y el aire acondicionado, domage, no, porque a la compañía no se lo permite su religión. ¡Dios, porque nada podrá ser perfecto al cien por cien¡
miércoles, 10 de agosto de 2011
Orientación femenina, no, por favor.
El aire de la mañana era rudo y frío. A pesar de que, de entrada, para ir hacia Portugal, nos hemos tenido que tragar una subida de más de tres kilómetros, no había forma de entrar en calor. No hemos sido muy previsores con la ropa. Claro, en agosto y la meseta, quién iba a suponer.
La carretera hacia Alcañices nos ha demostrado muy pronto que era un verdadero tormento: subidas interminables, bajadas imperceptibles, tráfico endiablado. Así que por qué no cambiar de idea. Pero antes había que completar los interminables 24 kilómetros hasta Ricobayo. No había otra opción posible.
Al fin hemos visto el embalse y unos metros más allá la desviación al pueblo. En Ricobayo había dos bares, uno enfrente del otro. Uno, de pueblo de toda la vida, el otro de progres de los setenta. Después de tantear los dos hemos optado por el de los progres. Lo atendía una señora con pinta urbana a más no poder. Había cuadros por las paredes. A su marido y su hija les va lo de la pintura. Se estaba bien allí. Un café y un minibocadillo de chorizo nos ha sabido a gloria. Luego la madame nos ha informado de la ruta a seguir con un optimismo fuera de lugar. A Miranda de Douro todo recto y llano. ¿Subidas?, hemos preguntado con aprehensión. No, qué va. Nos ha convencido y hemos salido para allá con buen ánimo. Al cabo de un rato ha tocado lo de las cremas. Estábamos en ello cuando ha pasado una pareja de cicloturistas. Les hemos saludado y se han dado la vuelta para venir a cambiar impresiones. Eran de Poitiers y han hecho el Camino de Santiago y ahora están de retirada. Iban a Valladolid a coger el tren. El equipo que llevaban era impresionante. Lo mejor de lo mejor de todo. Hasta la ropa era conjuntada entre ellos. Por aquello de ser franceses y tan amables se me ha pasado por la cabeza proponerles hacer partouze. ¿Q´ est que vous voulez que nous faisón le partouze? No, mejor no meterse en líos, he concluido, y me he callado. Y cada cual ha seguido su camino, nosotros a favor del viento, ellos en contra. Un poco más adelante, en Villalcampo, he visto una escena de burros que me ha llamado la atención. He tirado una foto al vuelo y un hombre que ha aparecido por allí me ha hecho ese gesto consistente en frotar el índice y pulgar de la mano derecha, como pidiendo dinero para que nos entendamos. Cuando ha visto que éramos españoles parece que se ha avergonzado y se ha puesto a hablar de otra cosa.
Un consejo. De las mujeres te puedes fiar en cantidad de cosas, pero de su sentido de la orientación ni se te ocurra. En mitad del camino hacia Miranda esta el salto de Villalcampo. Por lo tanto hay una bajada que dura un buen rato, pero la subida es como diez veces mayor. Parece que nunca se va a acabar. Pero todo llega, claro, y el terreno se hace más o menos llano y con el viento, como digo, a favor, una delicia. A la altura de Torregamones hemos visto un figón de carretera. Inmediatamente hemos vuelto a cambiar de opinión -pensabamos llegar a Miranda- y nos hemos quedado a comer allí. A la vista de los resultados ha sido una buena idea. Allí, en la terraza, entre flores nos ha dado una ensalada y un filete como los de antes que estaban estupendos. Y el vino de Los Arribes, una pasada. Pena de una del País Vasco que había por allí hablando por el móvil para que todos nos enterásemos. Mucho amachu, mucho aita, mucho hostias, mucho cojones, mucha prosodia chulesca. Qué chusma esa gente que, luego, allí, en su maravilloso País, son incapaces de levantar la voz a los de la boina.
Una siestecilla a la sombra de una encina y carretera adelante hasta que empieza la bajada al barragen de Miranda que hace de frontera. Bueno, allí, por aquello de que son Los Arribes hay algunos turistas. Y su centro de interpretaçao y todo eso, en la antigua alfandega.
Y otra vez a subir. Dos kilómetros o así. Andando, por supuesto. Y ya estamos en Miranda de Douro. Un hotel fenomenal. 50 € con desayuno. Wiffi por supuesto. Y albornoces de toalla. Y la amabilidad se le supone. En fin, como dijo Noséquién, siempre nos quedará Portugal.
La carretera hacia Alcañices nos ha demostrado muy pronto que era un verdadero tormento: subidas interminables, bajadas imperceptibles, tráfico endiablado. Así que por qué no cambiar de idea. Pero antes había que completar los interminables 24 kilómetros hasta Ricobayo. No había otra opción posible.
Al fin hemos visto el embalse y unos metros más allá la desviación al pueblo. En Ricobayo había dos bares, uno enfrente del otro. Uno, de pueblo de toda la vida, el otro de progres de los setenta. Después de tantear los dos hemos optado por el de los progres. Lo atendía una señora con pinta urbana a más no poder. Había cuadros por las paredes. A su marido y su hija les va lo de la pintura. Se estaba bien allí. Un café y un minibocadillo de chorizo nos ha sabido a gloria. Luego la madame nos ha informado de la ruta a seguir con un optimismo fuera de lugar. A Miranda de Douro todo recto y llano. ¿Subidas?, hemos preguntado con aprehensión. No, qué va. Nos ha convencido y hemos salido para allá con buen ánimo. Al cabo de un rato ha tocado lo de las cremas. Estábamos en ello cuando ha pasado una pareja de cicloturistas. Les hemos saludado y se han dado la vuelta para venir a cambiar impresiones. Eran de Poitiers y han hecho el Camino de Santiago y ahora están de retirada. Iban a Valladolid a coger el tren. El equipo que llevaban era impresionante. Lo mejor de lo mejor de todo. Hasta la ropa era conjuntada entre ellos. Por aquello de ser franceses y tan amables se me ha pasado por la cabeza proponerles hacer partouze. ¿Q´ est que vous voulez que nous faisón le partouze? No, mejor no meterse en líos, he concluido, y me he callado. Y cada cual ha seguido su camino, nosotros a favor del viento, ellos en contra. Un poco más adelante, en Villalcampo, he visto una escena de burros que me ha llamado la atención. He tirado una foto al vuelo y un hombre que ha aparecido por allí me ha hecho ese gesto consistente en frotar el índice y pulgar de la mano derecha, como pidiendo dinero para que nos entendamos. Cuando ha visto que éramos españoles parece que se ha avergonzado y se ha puesto a hablar de otra cosa.
Un consejo. De las mujeres te puedes fiar en cantidad de cosas, pero de su sentido de la orientación ni se te ocurra. En mitad del camino hacia Miranda esta el salto de Villalcampo. Por lo tanto hay una bajada que dura un buen rato, pero la subida es como diez veces mayor. Parece que nunca se va a acabar. Pero todo llega, claro, y el terreno se hace más o menos llano y con el viento, como digo, a favor, una delicia. A la altura de Torregamones hemos visto un figón de carretera. Inmediatamente hemos vuelto a cambiar de opinión -pensabamos llegar a Miranda- y nos hemos quedado a comer allí. A la vista de los resultados ha sido una buena idea. Allí, en la terraza, entre flores nos ha dado una ensalada y un filete como los de antes que estaban estupendos. Y el vino de Los Arribes, una pasada. Pena de una del País Vasco que había por allí hablando por el móvil para que todos nos enterásemos. Mucho amachu, mucho aita, mucho hostias, mucho cojones, mucha prosodia chulesca. Qué chusma esa gente que, luego, allí, en su maravilloso País, son incapaces de levantar la voz a los de la boina.
Una siestecilla a la sombra de una encina y carretera adelante hasta que empieza la bajada al barragen de Miranda que hace de frontera. Bueno, allí, por aquello de que son Los Arribes hay algunos turistas. Y su centro de interpretaçao y todo eso, en la antigua alfandega.
Y otra vez a subir. Dos kilómetros o así. Andando, por supuesto. Y ya estamos en Miranda de Douro. Un hotel fenomenal. 50 € con desayuno. Wiffi por supuesto. Y albornoces de toalla. Y la amabilidad se le supone. En fin, como dijo Noséquién, siempre nos quedará Portugal.
martes, 9 de agosto de 2011
Lance de encrucijada.
Con un aire más que frío y un cielo de color inmaculada concepción, dejamos el Juan II de Toro después de suculento desayuno. Por cierto, la camarera que nos ha servido las viandas, una señora por los cincuenta, lucía a esa hora tal profusión de joyas que me ha dado qué pensar. Cosas de la cultura local, he pensado.
Hemos descendido por una carretera empedrada que no se acababa nunca. Pero al final todo acaba por llegar, en este caso la vega. Hemos cruzado el río y seguido por la carretera que lo bordea por su lado sur. La mañana no podía ser más perfecta para pedalear sin sobresaltos. Carretera sin apenas tráfico, sin apenas subidas. A los lados, ni un centímetro desaprovechado. Maíz, girasol, remolacha, viña, alfalfa. El Jardín del Edén. En Peleagonzalo hemos parado a embadurnarnos de aceites porque el sol ya empezaba con lo que le es propio. Un poco más adelante, sobre la ladera de unos alcores, vemos algo de qué hablar: un experimento de esos que se hacían cuando se pensaba que the party will be running forever. Un hotel-bodega por todo lo alto. Welness a tope. Yacusis y todo eso, pero con vino. Y, así y todo, ni un alma por allí. Bueno, como era por la mañana a lo mejor estaban durmiendo la mona.
Al pasar por Villalazán he visto un graffiti que me ha parecido afortunado. Hacía referencia al irredentismo leonés. Algunos irredentismos, he pensado, se agotan en la expresión artística que inspiran. Menos mal.
Dos o tres kilómetros más y hemos tenido un lance que no ha sido de ínsula sino de los de encrucijada. No sabíamos por donde tirar. Si cruzar el río y seguir por la orilla norte o continuar por la sur. Teníamos una cuesta por delante. Así que para salir de dudas hemos dado el alto a un ciclista que pasaba por allí a toda pastilla. No le faltaba un perejil al tipo. Nos ha casí conminado a seguir por el lado sur. Y cambiar el desarrollo, ha añadido cuando ya se alejaba, con el que lleváis os vais a machacar las piernas y no vais a avanzar nada. Y ya, desde lejos: y engrasar la cadena, aunque sea con grasa de coche. ¡Jo!, nos ha dejado maravillados. ¿Cómo se ha podido fijar en tantas cosas a la velocidad que iba? Sin duda era un lince.
Otro rato de pedaleo y nos hemos topado con una fabrica de suministros eléctricos con muy buena pinta. De paneles solares y así. Mira, me he dicho, esto es futuro. Y he tirado para delante. Y he dado con un campo de fútbol de dimensiones considerables pero que sobre todo me ha llamado la atención por tener una puerta almenada. ¿Y ésto? No he tardado en encontrar respuesta. Justo al llegar a la bifurcación para Villaralbo, allí, a la izquierda de la carretera que lleva al pueblo hay lo que pudiera ser la mayor fantasía de las mil y una noche de los tiempos modernos. www.villaferga.es. Esa es la dirección en la que encontrarán razón de semejante delirio.
He querido acercarme para husmear, pero los perros asesinos que había entre el doble vallado me han hecho desistir. Un ciclista triste porque acababa de enviudar que andaba por allí nos ha explicado algo. Es del dueño de la fábrica de suministros eléctricos que antes les decía. El mismo que ha construido el campo de futbol con la puerta almenada. Sin duda es un enamorado de la cosa medieval. Por lo visto el castillo es para uso exclusivo de los clientes VIP de CUADROS GENERALES ELECTRICOS. Al principio he tendido al desprecio, pero luego de escuchar un comentario del viudo triste he cambiado de opinión. Es cosa elegante, ha dicho. Sí, todo aquello, una vez que los herederos del fundador se hallen medio arruinados lo convierten en parque temático y les da para vivir. Porque ese es el tipo de cosas que le gusta al pueblo llano.
Luego, más adelante, el cartel rutilante de frutas VIRGINIA. Y a continuación GEROVITALIA, un edificio dedicado a las cosas de los viejos que quita el hipo.
Y hemos entrado en Zamora por el puente de piedra. Debe de ser el único en su género que todavía conserva el tráfico rodado. Una verdadera estupidez. Y por allí hemos andado mirando esto y aquello. Todo ese modernismo que debió florecer al calor de los dineros que procuró a España la primera guerra mundial. Por cierto, gran desilusión, el restaurante España lleva años clausurado. Aquella gloria del art decó en estado puro. Así que hemos comido en una terraza que había al lado del local de la Cofradía del Cristo de las Injurias. Y de allí al parque del castillo a sestear. Un rollo, demasiados turistas. Hemos buscado hotel y hemos recalado en uno que se llama Dña. Urraca. A mí me hubiese gustado más uno llamado Vellido Dolfos o, en su defecto, herederos de Dolfos Vellido, pero hay lo que hay y hay que adaptarse.
Y esperar que baje el sol para salir a fisgar.
lunes, 8 de agosto de 2011
Una habitación con vistas
Con aire fresco, borreguitos en el cielo y viento en popa a toda vela hemos dejado la India Chica. Sin poder hacer las abluciones mañaneras porque no había agua, pero, todo hay que decirlo, el olor a barbacoa ya casi se había retirado de nuestro pelo y ropas. Nos despidió la dueña, todo amabilidades. Del bollicállico ni rastro. Seguramente a esas horas de la mañana dormía la resaca del atracón de bollicaos y Pato Donald que se pegó ayer. En fin.
Hemos atravesado Medina por su calle Mayor. Luego hemos buscado la salida para Toro y, una vez encontrada, nos hemos dejado llevar por el viento. En Villabrágima hemos parado a buscar información y tomar un café y, ya que había tortilla recién hecha, pincho de tortilla. Posiblemente ha sido el mejor pincho de tortilla que hemos tomado en mucho tiempo. Desde que recordábamos al menos. Y en eso hemos coincidido María y yo, lo que tampoco es fácil. La información recibida nos ha servido de poco. No quedaba más remedio que seguir por la general. Las secundarias eran de mucha dificultad y alargaban mucho el trayecto.
La próxima parada ha sido en Villagarcía de Campos. Allí nos hemos demorado un buen rato aplicándonos las antisolares y, luego, nos hemos acercado a ver un edificio gigantesco que habíamos visto desde la carretera. Ha resultado ser un Monasterio. Benedictino en sus principios, en el escribió el Padre Isla "Fray Gerónimo de Campazas". Luego tuvo vicisitudes diversas relacionas con los jesuitas y sus subsecuentes expulsiones. Total, que allí hemos estado más de una hora hablando con dos frailes jesuitas, el portero primero y el que vigilaba el riego después. Gente que sabe historia y también de las necesidades del presente. La cultura. La necesidad de difundir el saber entre las gentes del campo. El caso es que había un parque allí a disposición del pueblo que si no era de las proporciones del Retiro, casi. Y bien cuidado. Y el complejo arquitectónico para quedarse sin habla. ¡Pero qué cosas hay en Castilla!
Luego, ya, todo seguido hasta Toro. Justo para comer en una terraza de la plaza Mayor. En Casa Alba. Un menú de 8,50 € que no estaba mal. Sobre todo el postre: yogurt casero con crema de arándanos. Por allí andaba el camarero que también era dueño con visibles ganas de pegar la hebra. Cuando le hemos dado pie el tipo se ha lanzado. Por lo visto la crisis les está dejando en los huesos. Y luego los munícipes, del PP, que son unos ineptos. El fin de semana pasado no dejaron que una concentración de mil moteros se instalase en la Plaza Mayor. Lo que no ha dicho porque seguramente ni lo sabe es que tal profusión de bares y restaurantes no es capaz de mantenerse en activo ni con la instauración del Estado de la Perpetua Bacanal. En fin, le podía haber dicho que estoy de acuerdo al cien por cien con los munícipes del PP en lo que hace a la concentración de moteros, pero buena gana de amargar al muchacho su tarde libre que era hoy.
Y nos hemos ido a buscar Hotel. No nos ha costado. El Juan II, sobre la muralla, al lado de la colegiata. Una habitación con vistas a la vega regada por el Duero. Bueno, yo, eso de las vistas, más que nada por la señora. Como lo señalaba el poeta Emerson en aquella película en la que se rendía merecido homenaje a Toreau. "Una habitación con vistas". Bueno, dentro de un rato, cuando baje la caló, a lo mejor bajamos a la piscina a pegarnos un baño.
¡Ay, qué vida esta!
Hemos atravesado Medina por su calle Mayor. Luego hemos buscado la salida para Toro y, una vez encontrada, nos hemos dejado llevar por el viento. En Villabrágima hemos parado a buscar información y tomar un café y, ya que había tortilla recién hecha, pincho de tortilla. Posiblemente ha sido el mejor pincho de tortilla que hemos tomado en mucho tiempo. Desde que recordábamos al menos. Y en eso hemos coincidido María y yo, lo que tampoco es fácil. La información recibida nos ha servido de poco. No quedaba más remedio que seguir por la general. Las secundarias eran de mucha dificultad y alargaban mucho el trayecto.
La próxima parada ha sido en Villagarcía de Campos. Allí nos hemos demorado un buen rato aplicándonos las antisolares y, luego, nos hemos acercado a ver un edificio gigantesco que habíamos visto desde la carretera. Ha resultado ser un Monasterio. Benedictino en sus principios, en el escribió el Padre Isla "Fray Gerónimo de Campazas". Luego tuvo vicisitudes diversas relacionas con los jesuitas y sus subsecuentes expulsiones. Total, que allí hemos estado más de una hora hablando con dos frailes jesuitas, el portero primero y el que vigilaba el riego después. Gente que sabe historia y también de las necesidades del presente. La cultura. La necesidad de difundir el saber entre las gentes del campo. El caso es que había un parque allí a disposición del pueblo que si no era de las proporciones del Retiro, casi. Y bien cuidado. Y el complejo arquitectónico para quedarse sin habla. ¡Pero qué cosas hay en Castilla!
Luego, ya, todo seguido hasta Toro. Justo para comer en una terraza de la plaza Mayor. En Casa Alba. Un menú de 8,50 € que no estaba mal. Sobre todo el postre: yogurt casero con crema de arándanos. Por allí andaba el camarero que también era dueño con visibles ganas de pegar la hebra. Cuando le hemos dado pie el tipo se ha lanzado. Por lo visto la crisis les está dejando en los huesos. Y luego los munícipes, del PP, que son unos ineptos. El fin de semana pasado no dejaron que una concentración de mil moteros se instalase en la Plaza Mayor. Lo que no ha dicho porque seguramente ni lo sabe es que tal profusión de bares y restaurantes no es capaz de mantenerse en activo ni con la instauración del Estado de la Perpetua Bacanal. En fin, le podía haber dicho que estoy de acuerdo al cien por cien con los munícipes del PP en lo que hace a la concentración de moteros, pero buena gana de amargar al muchacho su tarde libre que era hoy.
Y nos hemos ido a buscar Hotel. No nos ha costado. El Juan II, sobre la muralla, al lado de la colegiata. Una habitación con vistas a la vega regada por el Duero. Bueno, yo, eso de las vistas, más que nada por la señora. Como lo señalaba el poeta Emerson en aquella película en la que se rendía merecido homenaje a Toreau. "Una habitación con vistas". Bueno, dentro de un rato, cuando baje la caló, a lo mejor bajamos a la piscina a pegarnos un baño.
¡Ay, qué vida esta!
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