sábado, 3 de noviembre de 2012

La vida fantasmática



Anoche me quedé clavado tres horas ante la pantalla. Se trataba de tres capítulos seguidos de la nueva entrega de la serie "Breaking Bad". En realidad nada nuevo, si acaso una vuelta de tuerca más en el refinamiento de ese negocio del aturdimiento que creo recordar les mencionaba el otro día. El aturdimiento, esa casi necesidad biológica con la que se palían los sufrimientos consustanciales al ir haciéndose persona. O individuo.

Lo que yo veo innovador en "Breaking Bad" es que el centro de toda la trama criminal no reside en el "capo" o "padrino" que controla la red de distribución de la sustancia aturdizante, no, eso, por así decirlo, es ya una vulgaridad al alcance de cualquier matón de barrio. En este caso todo gira alrededor del creador de la sustancia en cuestión, un químico  prestigioso que se pasa de bando para compensar lo mal que le tratan los hados. En definitiva, un personaje que fabrica clandestinamente una metanfetamina de una pureza casi sublime. Lo demás, el sucio, peligroso y muy rentable comercio de las sustancias prohibidas. 

El caso es que si lo piensas un poco tanto Breaking Bad no tiene mucho sentido. Porque la policía lo tiene que tener chupado en este caso. Porque no puede haber muchos químicos capacitados para tal tarea y, por otra parte, los aparatos que se necesitan para ello se pueden comprar en pocos sitios. Luego, claro, justificándolo todo con la descripción de un entorno social decadente, sin principios, aborregado... ¡lo que no habremos visto ya al respective! 

Demasiado hemos visto. Tanto que uno se pregunta si los integrantes del lobby prohibicionista del comercio libre de estupefacientes no serán mayormente los de la industria del entretenimiento. Porque es que quitas esa prohibición y es como si hubieses amputado un miembro a la producción cinematográfica. Mafia, mafia y más mafia. Siempre lo mismo. El Padrino, Los Soprano... si a eso le añades los alemanes haciendo de malos ya tienes la mitad de la historia del cine. 

En fin, a lo que iba, que uno se pregunta qué pasaría si se levantasen todas las prohibiciones al libre comercio de las drogas. Los hay que piensan que todo sería mejor. Otros, lo contrario. Personalmente, nunca osaría definirme al respecto. Sí, ya sé que hay quien dice que en Holanda están legalizadas y no pasa nada. Y claro, si todo el mundo fuese como Holanda yo también estaría a favor de su legalización. Pero por suerte o por desgracia no a todos los lados llegó el calvinismo. En la mayoría ni siquiera han oído hablar de eso. Sí, convendrán conmigo que es muy difícil prever las consecuencias de una decisión de tal envergadura en un mundo en el que no se para de adoctrinar a la gente con la idea de que lo guay es conservar toda la vida el espíritu de la infancia. Ya saben, una potente vida fantasmática que aleja todo contacto con la realidad y por ende con el aburrimiento... o la idea de muerte si mejor quieren.  

No sé, ya digo, para mí que el problema es que somos demasiados y eso no deja crecer. Lo demás, por añadidura.  


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